Como diria aquel "aqui estuve yo", sin nieve), pero esta con su explendida nieve nos acompaña hoy en el foro. A todos un bonito día os deseo.
Por aqui andamos con solecillo, cuanto cambio, pero se agradece. (A ver si con estos soles, se me acaban de madurar mis tomatillos, que en la mata aún andan)
Bueno amigos, dezanos, abuelo un saludo.
Y hasta otra.
Por aqui andamos con solecillo, cuanto cambio, pero se agradece. (A ver si con estos soles, se me acaban de madurar mis tomatillos, que en la mata aún andan)
Bueno amigos, dezanos, abuelo un saludo.
Y hasta otra.
Hola amiga Las Matas: Mientras hay vida hay esperanza; mientras hay tomates hay anhelo de que lleguen a madurar. Los míos ya están arrancados y la tierra preparada para plantar alguna cosilla, tal como alguna escarola y lechugas, tal vez. En las parras quedan tres racimos; las azufaifas ya las he hecho mermelada; las peras, solamente penden del peral media docena pues las demás ya están en casa; las naranjas están verdes, con ese verde oscuro tan característico y lo higos vuelven a resucitar después de estar abriéndose como rosas. Y es que ya entramos en el otoño.
Por cierto: He mandado una poesía a concurso y me la han aceptado. Se trata del CENTRO DE ESTUDIOS POÉTICOS
C/Puenteáreas 1
28002 Madrid
España.
El tema de este trimestre era el otoño.
Dice así:
Demasiados otoños...
Lamieron mi piel
como ochenta otoños,
con ochenta inviernos
secando la vida
de mi pobre cuerpo.
Con sus crudos fríos
que helaron mi lecho
de noches en vela,
sin apenas sueño.
Se echaron encima
y ya no recuerdo
quien me dejó ajado,
casi sin aliento
y con tantas canas,
en tan poco pelo.
Quien dejó mi boca
con ese reseco,
sin apenas dientes
y con tantos huecos.
Donde ya la parca,
paciente, en silencio
espera segura
rodear mi cuello,
y dejarme frío,
hasta verme yerto.
V. G. A.
Por cierto: He mandado una poesía a concurso y me la han aceptado. Se trata del CENTRO DE ESTUDIOS POÉTICOS
C/Puenteáreas 1
28002 Madrid
España.
El tema de este trimestre era el otoño.
Dice así:
Demasiados otoños...
Lamieron mi piel
como ochenta otoños,
con ochenta inviernos
secando la vida
de mi pobre cuerpo.
Con sus crudos fríos
que helaron mi lecho
de noches en vela,
sin apenas sueño.
Se echaron encima
y ya no recuerdo
quien me dejó ajado,
casi sin aliento
y con tantas canas,
en tan poco pelo.
Quien dejó mi boca
con ese reseco,
sin apenas dientes
y con tantos huecos.
Donde ya la parca,
paciente, en silencio
espera segura
rodear mi cuello,
y dejarme frío,
hasta verme yerto.
V. G. A.
