En este trozo llano de la Calle de la Parra, empiezan a poner las señoras que tienen niños pequeños, los primeros cochecitos con sus bebés para que reciban la bendición del Santísimo, a su paso. A mitad cuesta de esta calle ( que es una parte que no se ve) se preparaba un altar, en donde podía descansar el Sacerdote portador de la Custodia. Cuando yo era pequeño, de esto ya hace tres cuartos de siglo, recuerdo que los niños que se bendecían los tenían sus madres o sus hermanitas, en brazos sentadas en una sillita en medio del tránsito de la procesión, una detrás de otra y como había tantos niños pues era un espectáculo muy bonito, viendo ese acontecimiento tan vivo y esperanzador. Hoy con media docena de bebés, descendientes de aquí; pero forasteros, se acaba la función. Como se acaban los pueblos, también sin dudarlo. Un abrazo del abuelo y Feliz Día del Corpus.
