En nuestro pueblo, Deza hay una gran vega de regadío muy apta para plantar frutales de una calidad excepcional. De hecho en tiempos pasados, antes de la diáspora de los dezanos a las ciudades, había gran cantidad de peras, manzanas y ciruelas. El comunicante anterior nos cuenta que venían los pereros de Aragón a comprarlas. Había varias modalidades de ajustar su precio y uno de ellos era, comprar las frutas cuando el árbol estaba en flor o ya la habían echado. Se pagaba barato puesto que se cernía sobre la cosecha, el fantasma de las heladas. El mismo que había comprado se cuidaba de los tratamientos fito-sanitarios puesto que los de Deza casi nunca sulfataban para nada. Otra de las maneras de comprar era a ojo, cogíéndolas el comprador del árbol y por último a peso neto en el puesto de compra. La modalidad de pago no era al contado, con lo que se corría el riesgo de que si el negocio iba mal, pues no te pagasen. Así sucedió varias veces, declarándose en quiebra el comprador. Siempre ha estado presente, sobre el agricultor, el pensamiento de la duda...¿Cobraré...?¿No cobraré...? Y a veces no cobraba.
Mi padre fue una vez a Carena a cobrar 300 pesetas que le adeudaba un perero y se las pagó sin rechistar, diciéndole que no digese a nadie que había cobrado no fuese cosa que se presentaran muchos y se viera comprometido a no pagar a ninguno. Que él ya pagaría cuando pudiese pues no era su intención exonerarse de su deuda. Del resto de la historia, la desconozco. Un saludo a todos los dezanos, del mundo entero.
Mi padre fue una vez a Carena a cobrar 300 pesetas que le adeudaba un perero y se las pagó sin rechistar, diciéndole que no digese a nadie que había cobrado no fuese cosa que se presentaran muchos y se viera comprometido a no pagar a ninguno. Que él ya pagaría cuando pudiese pues no era su intención exonerarse de su deuda. Del resto de la historia, la desconozco. Un saludo a todos los dezanos, del mundo entero.