SEGOVIA: Francisco Cabezas Martos nació en Lucena (Córdoba)...

Francisco Cabezas Martos nació en Lucena (Córdoba) hace 74 años y desde hace 62, cuando apenas tenía doce años, está ligado al carrusel que hoy regenta. Siempre ha estado en manos de su familia y este año dejará de dar vueltas en los jardinillos de San Roque definitivamente. Está decidido, obligado por motivos de salud y en parte porque el negocio ha bajado mucho en los últimos años. Ya no se siente capaz de repararlo si surge una avería grave, y tampoco quiere venderlo; su familia piensa que le daría más pena verlo en manos ajenas.
Pero esta zona de la ciudad no será la misma sin el carrusel ‘Baby Pilarín’. Forma parte de la memoria colectiva de los segovianos — ¿Quién no ha montado en su infancia en el coche rojo, en el autobús, un avión o los platillos giratorios?—. Está integrado en el paisaje urbano casi desde siempre porque antes, su madre, doña Pilar, que falleció en 1998, y su padre, Tomás, que murió mucho antes, habían montado el tiovivo y unas ‘barcas voladoras’ frente a lo que ahora es la Comisaría de Policía, cuando las ferias estaban en el Paseo Nuevo y Fernández Ladreda, y todavía en época más lejana, en el Salón y en la Plaza Mayor.
De la antigüedad de este carrusel da idea el hecho de que doña Pilar recibió un homenaje de la ciudad en septiembre de 1991, a los 83 años, por sus 66 de ininterrumpida relación con Segovia. Hubo una fiesta en los jardinillos y el concejal de Cultura le entregó una placa “en reconocimiento del cariño de los segovianos a una de sus instituciones más populares”, según explicaba entonces EL ADELANTADO en su crónica.
Francisco, ahora, cuando se acerca el momento del retiro, no tiene más que palabras de agradecimiento para Segovia y los segovianos. Está casado con una segoviana y con el carrusel se quedó a vivir en la ciudad hace quince años, cuando la abuela Pilar ya no tenía edad para seguir viajando de un sitio a otro. Hasta entonces recalaba en Segovia de mayo a agosto pero el resto del año recorría casi toda España, pasando el invierno en las más templadas tierras de Levante. Aunque Pilar era madrileña eligió Segovia porque le gustaba mucho y aquí se ha sentido en su casa su hijo, quien recalca que tampoco se ha portado mal con los segovianos.
Desde que la peseta pasó a la historia, hace ya más de una década, mantiene el mismo precio por un viaje en el tiovivo, un euro con cincuenta, y asegura que “ningún chiquillo dejará de montar porque él o sus padres no tengan dinero. A un niño nunca le puedes decir que no”.
El pasado sábado, por ejemplo, abrió aunque, debido al intenso frío, sólo cuatro niños acudieron a la cita con “los caballitos” de los jardinillos. Hay días que no saca ni para pagar la energía eléctrica.
Cuenta Francisco que cuando llegue el buen tiempo buscará una empresa para retirar el carrusel de su actual emplazamiento y después se dedicará a pasear pero evitando esta zona de la ciudad. Son muchos los años con los críos, “que cada vez son más listos, dice”. Son varias las generaciones que han pasado por allí. Padres o abuelos son los que ahora llevan a sus hijos y nietos y les cuentan que antes también los suyos les montaron en estos “caballitos”.
“Mi vida está echada”, afirma sereno. Su hijo quiere estudiar y “aunque esto sea como un club familiar —su sobrino Daniel, por ejemplo, recoge las fichas— parece llegado el momento de cerrar. Se quedará con muchos recuerdos y la satisfacción de haber traído la ilusión a miles de niños.