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POVEDA DE LAS CINTAS: Fé de erratas: No puede servirme de excusa, el haber...

... CUANDO CON ELLAS SE ESCLARECEN ALGUNAS REALIDADES.

Reconozco que incumplo sistemáticamente la recomendación de Pueblos de España que preside este recuadro de fondo amarillo destinado a que, según su advertencia, én él expliquemos nuestras cuitas, pero a ser posible sólo las que tengan relación con el lugar al que está destinada la página, es decir, a Poveda de las Cintas. Naturalmente, sólo es una recomendación, pero yo, por tanto, cada vez que la uso, me siento un poco culpable de no haberme ajustado a su contenido y a su cumplimiento. No puede servirme de esccusa pero para los que hemos nacido en este rincón salmantino, al menos en mi caso, no podemos evitar la fuerza inborrable de tantas vivencias en el mismo y los recuerdos de esa infancia que no volverá, incluso parte de la adolescencia, los cuales han dejado recuerdo imperecedero. Y a esto es a lo que me voy a referir, un tanto simple, pero significativa de toda una época.

Una de esas vivencia, por ejemplo, era aquélla en la que, en la misa de cada domingo o festivo de guardar de años ha, (para situarnos, tendría que haber comenzado con el introito de rigor: "En aquél tiempo...", como se decía por el oficiante y se dice aún hoy al inicio de cualquier homilía, sucedía que, en la 2ª mitad del recinto más alejada del altar mayor, los bancos de la Iglesia destinados al uso de varones exclusivamente, aparecían cuatro de ellos situados en fila formando recta perpendicular a las demás forzando lugar preferente, más anchos e individualizados con dotación distinguida de apoya brazos para hacer más y señorial relajada la estancia, de forma que, a todos los demás feligreses que asistían al acto ni disponían de tales comodidades, ni se les ocurría ocuparlos según norma no escrita pero respetada, salvo para los distinguidos de turno que siempre fueron los mismos: el Excmo. Sr. Alcalde y tres señores más que, aunque no ostentaran cargo rango de auctóritas equivalente, por sistema de no se sabe qué, se les respetaba la distinción como si fueran de propiedad escriturada y formalizada en el Registro de la Idem.

Ya sé que todo esto tipo de recuerdos pueden parecer una solemne tontería, pero cuando en los cinco o seis años del período de tu infancia, cada domingo se repite la misma operación con los mismos señores, y por consiguiente la reiteración de semejante fenónemo, siempre me he preguntado después el por qué de tal privilegio, y posteriormente, años después me surge la malsana curiosidad de preguntame cuáles han sido las razones por las que dichos distinciones existían en aquel entonces, y despues, por qué han desaparecido. Ya sé que a todos o casi todos de los de mi época que lo vivieron al igual que yo, les sobran respuestas, pero lo que a mi gustaría saber es que aquí lo explicaran. Seguramente aparecerían algunas muy sustanciosas. Ése si que es un tema povedano por excelencia.

Saludos, amigos/as.

Fé de erratas: No puede servirme de excusa, el haber puesto esta palabra con el fallo ortográfico con que aparece en el texto que precede. Pido disculpas.