OFERTA LUZ: 5 Cts/kWh

POVEDA DE LAS CINTAS: TAMBIÉN ERA Y ES POVEDANISMO (Desde la atalaya del...

TAMBIÉN ERA Y ES POVEDANISMO (Desde la atalaya del Alto de la Iglesia).
La disciplina en la actividad laboral de nuestro pueblo en otro tiempo era poco menos que "espartana". Todos recordamos aquellos veranos en que, la recolección por excelencia era la realizada en los meses que transcurrían desde mediados o finales de junio, al iniciarse con la recolección de las algarrobas y la cebada, hasta que se finalizaba con el barrdo del "solero" en el de septiembre. La actividad veraniega hasta introducir el grano en la panera y la paja en el pajar, era febril durante ese tiempo. Todo el que se encontrara en edad de rendir trabajando habría de ejercitar este "deporte" en aquellas duras jornadas, agotadoras e inacabables, que comenzaban a las cinco de la madrugada y no cesaban hasta bien entrada la noche, es decir, de 16 a 17 horas diarias, sin domingos ni festivos (la excepción, aquel 18 de julio, el 25 del mismo mes, Santiago, y el 16 de agosto, Ntra. Señora). El rigor en los horarios eran propios de una disciplina cuasi militar, y así, por ejemplo, de 12 a 2 del mediodía, todo era silencio en el pueblo para comer y descansar, pauta de rigor que yo no ví en otros pueblos. Y esa entrega plena en el trabajo habría de realizarse en un ambiente hostil como el que cabe imaginar bajo un sol implacable en la sequedad de un rastrojo o en el polvo de la era. Ni siquiera había agua fresca para aliviar la sed pues entonces no existía más frigorífico que el botijo, y éste, por muy bien que se le protejiera de los rayos solares, a las pocas horas de haber salido fresquita del caño viejo se convertía en poco menos que en un caldo. Hasta los casi niños que no habían alcanzado la pubertad, es decir, a partir de poco más de los diez o doce años, incluso antes, en que resultaran útiles para dirigir un "trillo" sobre la parva de mies tirado por pareja de mulas o bueyes, o bien en la durísima tarea de "rapaces" en la siega alternándolo con las de "aguador" sobre burro y aguaderas de cuatro cántaros, o de "trillique" en la era (en el invierno pasaba a denominarse "pigorro"), allí, todo hijo de vecino contribuía a hacer posible la recolección, unos, los más, por un salario (la soldada), y otros, los menos, por cuenta propia. Denominaciones como "mayoral" y "mozo mayor", eran propias para designar al trabajador que como uno más y siempre en cabeza, dirigía a la vez las tareas en la siega, y en las demás de la recolección, el llamado mozo mayor. Pero sobre todas estas vivencias, no tan lejanas en el tiempo, la que yo quiero destacar como propia de la obsesión disciplinaria por la actitud de las gentes de nuestro pueblo por su amor hacia el trabajo, era la de que, tener fama en aquel ambiente de holgazán era el mayor desprestigio que podía caer en quien cultivara la vagancia. Este fervor por al trabajo (otros le llamarán de forma distinta), constituye sin duda alguna una virtud característica de nuestro pueblo, y por tanto, sinónimo de "povedanismo" colectivo que honra a quienes lo pratican. Poveda y sus gentes eran así.