LAGUNILLA: LLUVIA...

LLUVIA

Olía a tierra mojada. Era unos minutos antes de que se precipitaran las aguas y tuviésemos que salir corriendo aprovechando los alerones de los tejados. En aquellos momentos ni lo pensé, quizás fue más tarde; cuando resguardados al amparo de un techo y un café caliente recuperé el desasosiego causado por la huida. Recordé la conversación de aquellos gitanos, aquel ¡Va a llover! Que profirió uno de ellos ¡Pero si el cielo estaba mondo! Advertí elevando la vista. Por un momento no di crédito a su profecía pero, varios minutos más tarde, cayó un chaparrón de mucho cuidado. Es curioso el conocimiento de algunas personas hacinadas al campo, esa sensibilidad con la que perciben los cambios me desborda.

La lluvia, cuando era más joven, me gustaba; no me molestó nunca mojarme mientras las travesías de montaña, puedo decir que gozaba de esas finas que, aquí, llamamos sirimiri. Se confundía con el sudor. Los días tormentosos no me privaban de arrancar la moto y acercarme al barrio de las mozas que cortejé. En definitiva, cuando se está por la labor, la lluvia sólo empapa nuestra ropa; pese a los posteriores resfriados.
Saludos.


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