LAGUNILLA: EDITAR UN LIBRO...

EDITAR UN LIBRO

Mi familia no era de parar mucho en casa. Me refiero a que, cuando estábamos en el pueblo, no dejaban de hacer proyectos de excursiones; era como en los días festivos aquí en Navarra. Son tan de campo… Os contaré que les encanta pasar el día en merenderos, orillas de ríos o simples manantiales con alguna extensión de prado, en donde ellos puedan hacer lumbre; plantar una mesa de campin y unas sillas para hacer cara a unos vasos de vino, un plato de caldereta de cordero o de lo que se tercie. Son gentes que siempre buscan el espacio abierto. Ahora, como en el pueblo no les quedaban fincas, pues todas ellas las vendieron a los interesados en ello; alguna de ellas a un tal “peseta”, os refiero que, por falta de lo nuestro, ocupábamos la Mata Santana casi siempre en los veranos aquellos. En otras la Abadía, Granadilla; Peña de Francia (sus merenderos) y en Béjar, tras de la plaza que hay en lo alto de El Castañar; en un lugar adaptado para acampada con ya mesa puesta y ubicaciones previas de donde el fuego se prenderá para churrascar los tocinos, los chorizos; las carnes que al capricho se trajo cada uno; ese sí es un buen lugar. Pero nada devuelve el pasado, no es lo mismo. Otra cosa era entonces, cuando podíamos disfrutar de nuestro Risco, nuestras majadas con pozas y casetas de piedras donde refugiarse del mal y del buen temporal; porque el fin era ese, retomar el pasado. Nuestros lejanos días a la intemperie en familia, distraídos por el sosiego que ofrece ver tus lechugas y tus tomates; tus olivos desde el altozano y, sobre el asta del azadón, apoyar la vista en lo que amas; un riego al corazón.


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