OFERTA LUZ: 5 Cts/kWh

LAGUNILLA: PINCHAZO EN HERVAS (2ª parte)...

PINCHAZO EN HERVAS (2ª parte)

Lejos queda mi pueblo de estas tierras andaluzas pero es necesario llegarse hasta aquí para descubrir que existen otros hornazos. La primera vez que me los ofrecieron pensé ¡cómo en mi pueblo! Pero al verlos, la única cosa en lo que se asemejaban, era en el plegado de su diminuta presentación: un bollito azucarado y relleno de chocolate que, si no se consumía en los primeros días, se volvía muy seco y duro de ingerir.
Ay, mi pueblo, que ganas tengo de estar en él. Sabía que en poco tiempo tomaría la ruta de Toledo, sólo tendría que esperar a que el tío Pepe (cuñado de mi suegro) me petrolearía el motor del coche. Él es camionero y, en su garaje, dispone de todo el equipo necesario para dejar mi coche en plena forma. Ya parece que no sangra aceite. Nos marchamos con las primeras luces de la mañana, sin ninguna prisa; queríamos conocer “la ciudad del acero español”. Aparcamos al pie de una tienda en la que presidía un don Quijote y un Sancho Panza ¡qué maravilla de espadones y armaduras! A mí me entró el antojo de poner una de esas férreas vestimentas en una futura biblioteca ficticia (un sueño de difícil realización comprobando mí realidad económica de aquel entonces) pero de ahí salí con un insigne suvenir: un pequeño escudo con dos florines cruzados bajo el blasón de hidalguía. Poca cosa para tanta ambición. Y mi primogénito lo tocaba todo ¡Vamos Jorge!
Bajamos por unos estrechos callejones buscando el calor del zoco, donde convergen santuarios, mercados y catedrales. Atardecía amparados por las luces gualdas que iluminaban las angostas y transitadas pendientes que nos llevó hasta la catedral donde, tras varios descuidos y entretenimientos nos vimos totalmente despistados. Todas las callejas parecían iguales y, camina que te camina, dimos con una pordiosera que mendigaba y ella fue la primera señal de estar donde ya habíamos estado antes (si es que no se movió de ese sitio).
¡Qué sosiego fue volver a hallar aquel viejo turismo nuestro! Montamos huyendo de la noche y, ya en Torrijos, pernotamos. Hotel Torrijos (cinco mil pesetas) en una habitación dormimos los tres después de otras cinco mil pesetas de cena, que nos encareció pasar ahí esa noche.