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LAGUNILLA: UNA HISTORIA PARA NARRAR...

UNA HISTORIA PARA NARRAR

Llegó con muchos ánimos a la vida civil, todo cuanto buscaba estaba al alcance de su mano, bastaba con proponérselo y echarse para adelante; sin complejos. La aptitud era lo que contaba y él ya lo había comprobado. Nunca hay que rendirse ante las adversidades, cada tramo logrado, por muy pequeño que sea; es un progreso.
Tafalla no está muy lejos de Pamplona y es una ciudad pequeña, lo suficiente como para no pasar ignorado si eres joven y emprendedor. Lleno de bondad se empadronó con la esperanza de ser uno más entre aquellos carniceros que sacaban el pueblo adelante, ofreciendo movimientos económicos y esperanzas de evolución industrial. Y todo marchaba viento en popa mientras duraba el verano y entre verbenas y festejos corría el dinero por las calles. Se logró iniciar reformas: un matadero nuevo que costearían aquellos que se sirven de él. Cada empresa aporta un pago proporcional al número de sacrificios registrados durante el ejercicio anual. Tuvo suerte. Negocio pequeño, cuota pequeña; ahora en su mente, una vez asignado los pagos, se fraguaba la ambiciosa idea de crecer comercialmente sin levantar sospechas para no elevar sus pecuniarias obligaciones con el municipio. Comprar más corderos y abastecer a otros comercios y restaurantes de las barriadas de la capital fue el paso más computable. Pero no disponía de fondos para un vehículo adaptado a esas necesidades y hubo de socorrerse con un destartalado 1200 con cinco puertas.
Los domingos recorría los pueblos para abastecerse de ganado ovino, eran fácil de transportar y, siempre pagando al contado, porque los pastores no fían a desconocidos. Los bovinos se los presentaba en el matadero para el sacrificio un esposo de la hermana de su cuñada. Tienen una nave tremenda a la salida de Lerín, un pueblito famoso por sus pastas y aburridas partidas de mús. Todo está bien atado pero el despacho desde donde él lleva a cabo las ventas y almacenamiento de su trabajo no ofrece comodidades de espacio y aseo; si a sanidad se le ocurre poner los pies ahí y levantar un acta se terminó. Adiós a este empleo. En aquel entonces gobernaban los socialistas con Felipe González en la presidencia y ¡cómo no! Con la crisis laboral por las calles. Cada uno hacía lo que podía por subsistir a la miseria que iban dejando, a esa fatal administración que cerraba los sustentos a infinidad de españoles por fuerzas que el pueblo llano desconoce. Las demagogias no se conocían hasta entonces y, las palabrerías estas gustaban; a pesar que nunca llenaron aquellos bolsillos de los que encandilaba. Quizás en campaña se repartieron algunos duros que se debían antes de la guerra civil del 1936 y que saldaban así algunas viejas cuentas. Don Urbano recibió un millón de aquellas nostálgicas pesetas. Pero ya no quedaron fondos y peligraba el de las reservas.
CONTINUARÁ…