REFLEXIÓN
El único pájaro que se atreve a atacar a un águila… es el cuervo.
Pero el águila nunca responde al ataque — y aquí está el porqué:
El cuervo es el único con el descaro de posarse sobre la espalda del águila y picotearle el cuello.
¿Y qué hace el águila? Nada. No pelea. No se defiende. No malgasta su energía.
Solo hace una cosa: empieza a volar más alto.
Mientras más sube el águila, más delgado se vuelve el aire.
Y el cuervo… no puede soportar esa altura.
Empieza a ahogarse, se queda sin fuerza, y finalmente cae por su propio peso.
No porque el águila lo haya atacado, sino porque simplemente se elevó.
Así pasa también en la vida.
Deja que los cuervos hablen, que critiquen, que intenten picarte.
No les respondas. No te rebajes a su nivel.
Solo sigue subiendo.
Porque llegará un punto en el que no podrán alcanzarte.
Tu crecimiento los dejará sin aire.
Tu paz los hará callar.
No discutas. No te desgastes.
Solo vuela más alto.
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