HERRERA DE PISUERGA: Francisco, suscribo todo lo que con tanto arte y precisión...

¡A! Herrera como me impresionaba el pueblo cuando de niño iba en casa de una tia. Que edificios mas altos, que bares y comercios, cuanta gente. Así lo veía yo, ademas había cine, eso si los menores de dieciocho no estábamos autorizados a ver películas de Sara Montiel. Un ocasional amigo que me introducía con chavalas de nuestra edad.
Recuerdo ir en su compañía a la obligada misa donde el ya viejo párroco, creo que se llamaba D Tomás, lanzaba furibundas diatribas contra las "indecentes" mozas que según decía entraban en la iglesia sin el apropiado decoro. Y lo hacía apuntando con su dedo índice en dirección en la que la "escocada" niña se encontraba
Este tremebundo párroco me hizo saber que existían las piscinas. LLegado el verano no paraba de mencionarlas como fuente de pecado, pues en esas grandes bañeras retozaban sin ningún pudor ambos sesos, sin reparar que el diabólico diablo se encontraba entre ellos a la pesca de ingenuas almas.
Yo, y supongo que muchos otros, no habíamos visto ninguna, y la prédica del párroco adornada con enérgica gesticulación, despertaba la curiosidad de conocer ese espacio acuático, donde retozaba el diablo, y sin proponérselo suscitaba la idea de probar. Pero la piscina aun tardaria en llegar.

Francisco, suscribo todo lo que con tanto arte y precisión has narrado. El párroco al que aludes se llamaba don Félix, seguramente buena persona pero muy chapado a la antigua y muy rígido, que llegó a recriminar la "indecencia", según él, de ciertas vestimentas y a negar la comunión a alguien por no llevar velo. No fuí testigo de ello pero estaba en boca de todos en aquella época. Había otro cura Don Tanis, el coadjutor creo, mucho más amigable con los parroquianos. Prueba de ello es que cuando íbamos a besarle la mano, costumbre de obligado cumplimiento entonces, lo hacíamos con alegría, mientras que besar la mano de Don Félix imponía cierto temor y respeto. Desconocía su crítica y aversión a las piscinas, pero no me extrañaría.
Sobre lo que nos cuentas del cine, siempre me ha llamado la atención el hecho de que no nos permitieran ver películas de Sara Montiel, es decir de amor, y sí las películas de John Wayne, generalmente de guerra. Nos animaban a hacer la guerra pero no el amor, jajaja.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Bueno, abierta la portañuela te contaré alguna anécdota mas de este venerable párroco que en gloria este. Como antes he dicho. ocasionalmente, iba de un cercano pueblo a casa de una tia. La incomparable inmensidad de Herrera respecto al pueblo me acojonaba. Tenía entre catorce y dieciséis años, y un amigo nativo que no pasaba los diecisiete, con él iba al cine, a pasear y a intentar acercamientos a las chicas, asunto que tan difícil estaba por aquellos tiempos en los que el pecado de la carne rondaba ... (ver texto completo)