Verano. Los días son ya calientes y largos, muy largos. Los pardales ya han sacado a sus crías a volar y el pio pio es tremendo, resuena por todas las calles y huertas y como todos necesitan llenar el papo pues los pequeñuelos y sus padres toman al asalto las cebadas próximas al caserío, fincas pequeñas que escaparon de la concentración, que dan buenas cosechas, pero que no pueden soportar el pillaje constante de los hambrientos pardales. Allá por San Antonio era costumbre para asustar los pájaros ... (ver texto completo)