¡Que barbaridad, que gozada Dios mío! Con lo que me gustan a mi los callos.
¿El colesterol? Un par de caminatas hasta
Piedrasecha a tomar un café y problema solucionado. Lo único malo de este asunto es no poderlos
comer por no estar ahí, que es lo que me va a pasar a mí.
Cooooñu. Seguro que, al final, queda salsa para mojar y rebañar bien rebañao con un buen trozo de
pan. Además, a lo mejor sobran y todo, con lo ricos que están al día siguiente.
El día de
San Antonio, mi mujer anduvo como loca
... (ver texto completo)