CANALES: Continuamos con la historia....

Continuamos con la historia.
III. STATUS Y ROL DE LOS MIEMBROS DE LA FAMILIA
Se entiende por status la posición que ocupa un individuo en un grupo, mientras que rol o papel social se refiere al comportamiento que el grupo o la sociedad espera de aquella persona que ocupa un determinado status.
Pues bien, en la familia rural leonesa se puede decir que existieron unas estructuras que situaban a cada uno de los miembros de la familia en un determinado status y les marcaban unas determinadas pautas de conducta. Así vamos a ver, por ejemplo, cómo se distinguía el status y su consiguiente rol del padre, de la madre, de los hijos, etc.
1. Status del padre
En la cultura rural leonesa, sin excepción de zonas geográficas, se consideró al padre como al jefe de la familia. Él era quien tomaba las decisiones de tipo familiar, sin necesidad de contar con su mujer e hijos, él dirigía la economía familiar, era responsable de toda su familia delante de la comunidad, etc.
El status de padre de familia le concedía al hombre una situación de dominio sobre los demás miembros de la familia y a cambio le exigía mantener la casa, pasarse el día trabajando en el campo, ser el empresario de su pequeño capital en el que tenía que emplear, como mano de obra, a todos sus hijos y a su mujer. Además de ser jefe o empresario económico, tenía que hacer de instructor de sus hijos en los quehaceres del campo y de maestro y educador de los mismos en las buenas costumbres y formas sociales, lo que le concedía un gran prestigio y autoridad.
El padre, en cumplimiento de su rol, transmitía a sus hijos los conocimientos adquiridos por experiencia o por la tradición, que a su vez él había recibido de sus mayores.
Al ir haciendo a sus hijos depositarios de la tradición, socializaba a su familia en un sistema cultural, en el que se daba por supuesta la situación de privilegio del padre. Al jefe de la familia había que tratarle de UD. Y no se le podía contradecir ni pedir explicaciones de su conducta o decisiones. Él era incluso quien decidía el futuro de sus hijos a la hora de contraer matrimonio o a la hora de decidirse por uno y otro trabajo.
Su conducta muchas veces era de auténtico patriarca: presidía y bendecía la mesa, partía y repartía el pan inmediatamente después de haber hecho las bendiciones, dando al acto un aire de rito sagrado; a continuación se servía la comida y luego la madre servía la comida al resto de la familia.
En la cocina, durante las largas veladas, el padre tenía su puesto fijo y mientras estaba hablando nadie podía interrumpirlo.
Su tiempo libre de los domingos o de las épocas de menos trabajo en el campo lo pasaba en la cantina o en la plaza del pueblo, reunido en tertulia con los hombres del lugar.

2. Status de la madre.
Alguna de las propias mujeres entrevistadas han llegado a juzgar su situación de hace unos años de auténtica esclavitud al marido y a la familia.
La mujer leonesa generalmente trabajaba en las faenas del campo acompañando a su marido, al menos durante las épocas de más trabajo. Luego tenía que hacer las labores de la casa y atender a los animales domésticos, sin olvidar su función de madre o procreadora que, entre embarazos, abortos involuntarios y partos, la hacía pasar largos años de su vida dedicada a la crianza.
Su posición o status era de notable inferioridad frente al de su marido e incluso frente al de sus hijos varones cuando éstos llegaban a la mayoría de edad.
La madre nunca podía decidir por sí sola en asuntos familiares de cierta importancia. No obstante, fue la administradora de la casa y de la economía doméstica. Su tiempo libre de los domingos lo pasaba “encerrada en casa”, “en casa de las vecinas”, “reunida con otras mujeres” o “visitando a los enfermos del pueblo”.
3. Status de los hijos.
Su situación era de sumisión total al padre hasta el momento de contraer matrimonio y en muchos casos incluso después de haberse casado.
Los hijos durante los años de la infancia eran mal atendidos, principalmente en las épocas de más trabajo en el campo. Durante los meses de verano, por ejemplo, en Ribera y Tierra de Campos la madre salía al campo, dejando a los niños solos en casa o bajo el cuidado de alguna hermana mayor, cuando ésta aún no podía trabajar en las faenas de la agricultura.
“De seis a siete años se los echaba a la escuela a aprender las letras con el señor maestro” y solían asistir hasta los diez años los niños y hasta los doce las niñas. Luego comenzaban a trabajar con el padre en la propia hacienda y si no contaba la familia con suficiente propiedad para dar trabajo a todos los hijos, los varones se iban de casa a trabajar de pinches con otras familias del pueblo o pueblos vecinos. No obstante, tanto los que quedaban en casa como los que se iban fuera, seguían sometidos a la autoridad paterna, a quien remitían la mayor parte o la totalidad de sus ahorros.
4. Status del abuelo
Generalmente los abuelos seguían siendo la autoridad de la casa y familia hasta los últimos días de su vida. El abuelo seguía trabajando en el campo hasta una edad muy avanzada; también trabajaba en casa preparando los arados, azadas, horcas, rastros, talegas, escriños, etc. Durante las largas jornadas de invierno transmitía las costumbres, creencias y tradiciones de tipo familiar y religioso a sus nietos.
La abuela era la encargada de cuidar de los niños mientras su madre estaba trabajando en el campo. Bajo la autoridad de su marido mientras éste viviese y después de su hijo casado, el único papel que tenía la abuela era el de cuidar de sus nietos y socializarles en la cultura rural y religiosa.