Es el retrato de un León de los 50 y primeros años 60 que, por gracia o desgracia, va desapareciendo.
León es una ciudad dormida en si misma que se abraza a la Catedral bella y hermosa, que eleva sus torres para mirar o para que la miren desde los barrios que se desparraman extramuros de unas murallas desdentadas y profanadas con edificaciones recostadas en sus muros.
La calle Ancha rueda desde la catedral y en su caída buscan acomodarse los edificios donde el comercio enseña sus géneros variados con escaparates de amplias lunas. En los pisos, balcones de hierros de forja trabajada. Las calles que la cruzan nacen o mueren en ella, también la imitan ofreciendo de los comercios sus especialidades, bares y tabernas.
Al llegar a la Plaza de las Palomas se allana y espanta para dejar horizontes a la casa de Botines, palacio de piedra con formas caprichosas a las que Gaudí dio forma.
El Palacio de los Guzmanes lo contempla con su sobriedad. Sin inmutarse se sabe más perfecto.
La Iglesia de San Isidoro le da la espalda par no ver los ordinarios de la plaza de las palomas, o de los limpiabotas, pues allí ejercen su oficio sentados en sus diminutas banquetas que llevan cogidas del brazo, mientras pregonan su cantinela, "limpia "…
En los veranos Mirantes vende helados de capirucho a dos colores. En los fríos inviernos la maquinita del tren asa castañas a peseta la docena.
El hombre de la ruleta ofrece oleas y piruletas de ricos sabores.
En el costado de la Iglesia un hombre canta la lotería: “el gordo para hoy, el gordo”, mientras mira con sus ojos de ciego para la Plaza de Santo Domingo.
El reloj subido en su peana desgrana horas dulces de la Confitería de Polo, esperando la cita de los enamorados. Mientras el ciego cuenta las horas con desgana, el guardia de tráfico chifla y chifla, con posturas establecidas ordena él trafico: un coche, un carro tirado por un caballo, un ciclista en su triciclo con el cajón lleno de bultos, el carro de un maletero que viene de la estación. Cuando él indique pasarán los peatones a los que arenga moviendo el brazo.
Los autobuses tiene allí la parada, a Trobajo, Armunia, Navatejera, Puente Castro.
La plaza se abre a Ordoño para llegar a Guzmán que allí se muestra altanero enseñado su puñal. El pueblo pone en su boca esta frase contundente: “el que no esté a gusto en León allí tiene la Estación”. Para los que quieran marchar.
En Ordoño aun quedan chales viejos de acomodadas familias, comercios de mucho rango. En la esquina el Nacional, café de mucho postín, donde se gestan negocios. Es punto de reuniones de las gentes del lugar para los que quieran comprar. Otros vienen a fingir, a lucir sus trajes nuevos o a comprar al cerillero tabacos de importación. Amores de contrabando o cualquier infamación pues él con los camareros se ocupan de estos menesteres.
En el escaparate de la tienda de Jolis tienen una televisión enchufada todo el día. Muchas veces hace rayas o se llena de granitos, es cosa de tener paciencia hasta que retorne la imagen. Es lastima que no se oiga. ¡Es tan joven! … casi recién nacida. Por eso llama la atención.
Gracia hace unas fotos muy artísticas. Las gentes salen muy guapas, da gusto verlas tras los cristales: de novios, de primera comunión, y de chicas escotadas, pero solo para la foto. A Salazar le pasa lo mismo. Te deja tal cual de primoroso. Te miras y dices: “ ¡coño, ese soy yo!”
León es una ciudad dormida en si misma que se abraza a la Catedral bella y hermosa, que eleva sus torres para mirar o para que la miren desde los barrios que se desparraman extramuros de unas murallas desdentadas y profanadas con edificaciones recostadas en sus muros.
La calle Ancha rueda desde la catedral y en su caída buscan acomodarse los edificios donde el comercio enseña sus géneros variados con escaparates de amplias lunas. En los pisos, balcones de hierros de forja trabajada. Las calles que la cruzan nacen o mueren en ella, también la imitan ofreciendo de los comercios sus especialidades, bares y tabernas.
Al llegar a la Plaza de las Palomas se allana y espanta para dejar horizontes a la casa de Botines, palacio de piedra con formas caprichosas a las que Gaudí dio forma.
El Palacio de los Guzmanes lo contempla con su sobriedad. Sin inmutarse se sabe más perfecto.
La Iglesia de San Isidoro le da la espalda par no ver los ordinarios de la plaza de las palomas, o de los limpiabotas, pues allí ejercen su oficio sentados en sus diminutas banquetas que llevan cogidas del brazo, mientras pregonan su cantinela, "limpia "…
En los veranos Mirantes vende helados de capirucho a dos colores. En los fríos inviernos la maquinita del tren asa castañas a peseta la docena.
El hombre de la ruleta ofrece oleas y piruletas de ricos sabores.
En el costado de la Iglesia un hombre canta la lotería: “el gordo para hoy, el gordo”, mientras mira con sus ojos de ciego para la Plaza de Santo Domingo.
El reloj subido en su peana desgrana horas dulces de la Confitería de Polo, esperando la cita de los enamorados. Mientras el ciego cuenta las horas con desgana, el guardia de tráfico chifla y chifla, con posturas establecidas ordena él trafico: un coche, un carro tirado por un caballo, un ciclista en su triciclo con el cajón lleno de bultos, el carro de un maletero que viene de la estación. Cuando él indique pasarán los peatones a los que arenga moviendo el brazo.
Los autobuses tiene allí la parada, a Trobajo, Armunia, Navatejera, Puente Castro.
La plaza se abre a Ordoño para llegar a Guzmán que allí se muestra altanero enseñado su puñal. El pueblo pone en su boca esta frase contundente: “el que no esté a gusto en León allí tiene la Estación”. Para los que quieran marchar.
En Ordoño aun quedan chales viejos de acomodadas familias, comercios de mucho rango. En la esquina el Nacional, café de mucho postín, donde se gestan negocios. Es punto de reuniones de las gentes del lugar para los que quieran comprar. Otros vienen a fingir, a lucir sus trajes nuevos o a comprar al cerillero tabacos de importación. Amores de contrabando o cualquier infamación pues él con los camareros se ocupan de estos menesteres.
En el escaparate de la tienda de Jolis tienen una televisión enchufada todo el día. Muchas veces hace rayas o se llena de granitos, es cosa de tener paciencia hasta que retorne la imagen. Es lastima que no se oiga. ¡Es tan joven! … casi recién nacida. Por eso llama la atención.
Gracia hace unas fotos muy artísticas. Las gentes salen muy guapas, da gusto verlas tras los cristales: de novios, de primera comunión, y de chicas escotadas, pero solo para la foto. A Salazar le pasa lo mismo. Te deja tal cual de primoroso. Te miras y dices: “ ¡coño, ese soy yo!”
En la cartelera de Cine Mari hay cola. Todo el mundo se entusiasma con los artistas. La peli es "Lo que el viento se llevó", no hay ya entradas para el Domingo, ni en Contaduría si quiera.
En el Teatro Principal la película va de Vaqueros, autorizada para todos los públicos, eso si, aunque tiene algún beso, digamos que muy atrevida, pero con mucho fondo según dice La Palmira. La peli es "Duelo al sol". Me han dicho que muere la chica.
En el cine Alfageme, sesión continua. A peseta la entrada. Dos películas y el Nodo. En el Nodo los artistas siempre los mismos: Franco y Solís Ruiz, es que no fallan. Ahora anda con el plan de Badajoz. Un Edén, según lo cuentan. Que te dan ganas de ir a vivir allí. Franco de vestuario muy mal. Siempre sale con la misma ropa y la música acojona solo de oírla.
En el Trianón una españolada de bandidos y gitanos, bueno y de Guardias Civiles con bigotones de asustar.
El Nodo se repite en todos los cines: igualito, igualito.
En el Avenida, otra de Vaqueros: "Raíces Profundas" Dos hombres arrancando un árbol. La chica es compartida. Los malos llevan lo suyo. Los asientos todos corridos. No tiene general, digamos piso de arriba. Eso les pasa a otros cines.
En el Azul otra españolada: "La hermana San Sulpicio". Ya ves tu, las monjas haciendo pelis. Pues nada, tampoco tiene entradas para el Domingo.
El Lemy queda un poco apartado, bueno según se mire, para los de Puente Castro cerca. La Peli, una de Cantinflas: "El Padrecito", te mondas de risa. Hay gentes que dicen que no le entienden por lo rápido que habla y por las risas que apenas dice. ¡No más!, ¡a no pues si!, ¡no me diga! Todos con el ja ja ja.
En el del Crucero otra Españolada de Fernando Fernán Gómez. Este es todo terreno. Hace de todo.
En Las Ventas una de guerra. Pobres Japoneses, siempre hacen de malos. Les pasa como a los Indios, cuando van ganando llegan los soldados Yanquis con su bandera. El Jicho besa a la Jicha y se acabó la peli. No sé porqué hay muchos cortes y la gente patalea. Los de general, la verdad. Los de butaca menos, son más educados o más ricos.
Lo mejor de los cines son las filas de atrás. Allí si que se rueda. ¡Qué suspiros! aunque la película sea de vaqueros. Y es que a las parejas les va la oscuridad. Algunas veces llega el acomodador con la linterna a robar besos y abrazos.
Si no te gusta el cine puedes ir al baile. Tenemos unos cuantos en la capital y en los pueblos. Solo es cosa de elegir cual se te da mejor.
En el verano el Universal tiene una pista excelente, con el suelo de cemento. La orquesta: cuatro músicos, y el animador canta muy bien los boleros. Los pasodobles no tanto. A mi me perece que imita un poco a Machín. Se baila por parejas y es un poco problema eso de ir a pedir baile, que igual una quiere y la otra no, depende del compañero, de lo ligón que sea. Las feas bailan con cualquiera. La cosa es pillar chico. Las chicas de servicio, que hay muchas, se las llama las marmotas. A ellas no las gusta nada. Lo mejor no preguntar eso de sí estudias o trabajas, te van a mentir siempre. Si bailas bien tienes mucho ganado. Ellas se fijan mucho, bueno también en la ropa, en el porte. Si te dejan que la acompañes a casa ya tienes media novia y si va contigo sola al cine, eso ya ni te cuento.
En el Teatro Principal la película va de Vaqueros, autorizada para todos los públicos, eso si, aunque tiene algún beso, digamos que muy atrevida, pero con mucho fondo según dice La Palmira. La peli es "Duelo al sol". Me han dicho que muere la chica.
En el cine Alfageme, sesión continua. A peseta la entrada. Dos películas y el Nodo. En el Nodo los artistas siempre los mismos: Franco y Solís Ruiz, es que no fallan. Ahora anda con el plan de Badajoz. Un Edén, según lo cuentan. Que te dan ganas de ir a vivir allí. Franco de vestuario muy mal. Siempre sale con la misma ropa y la música acojona solo de oírla.
En el Trianón una españolada de bandidos y gitanos, bueno y de Guardias Civiles con bigotones de asustar.
El Nodo se repite en todos los cines: igualito, igualito.
En el Avenida, otra de Vaqueros: "Raíces Profundas" Dos hombres arrancando un árbol. La chica es compartida. Los malos llevan lo suyo. Los asientos todos corridos. No tiene general, digamos piso de arriba. Eso les pasa a otros cines.
En el Azul otra españolada: "La hermana San Sulpicio". Ya ves tu, las monjas haciendo pelis. Pues nada, tampoco tiene entradas para el Domingo.
El Lemy queda un poco apartado, bueno según se mire, para los de Puente Castro cerca. La Peli, una de Cantinflas: "El Padrecito", te mondas de risa. Hay gentes que dicen que no le entienden por lo rápido que habla y por las risas que apenas dice. ¡No más!, ¡a no pues si!, ¡no me diga! Todos con el ja ja ja.
En el del Crucero otra Españolada de Fernando Fernán Gómez. Este es todo terreno. Hace de todo.
En Las Ventas una de guerra. Pobres Japoneses, siempre hacen de malos. Les pasa como a los Indios, cuando van ganando llegan los soldados Yanquis con su bandera. El Jicho besa a la Jicha y se acabó la peli. No sé porqué hay muchos cortes y la gente patalea. Los de general, la verdad. Los de butaca menos, son más educados o más ricos.
Lo mejor de los cines son las filas de atrás. Allí si que se rueda. ¡Qué suspiros! aunque la película sea de vaqueros. Y es que a las parejas les va la oscuridad. Algunas veces llega el acomodador con la linterna a robar besos y abrazos.
Si no te gusta el cine puedes ir al baile. Tenemos unos cuantos en la capital y en los pueblos. Solo es cosa de elegir cual se te da mejor.
En el verano el Universal tiene una pista excelente, con el suelo de cemento. La orquesta: cuatro músicos, y el animador canta muy bien los boleros. Los pasodobles no tanto. A mi me perece que imita un poco a Machín. Se baila por parejas y es un poco problema eso de ir a pedir baile, que igual una quiere y la otra no, depende del compañero, de lo ligón que sea. Las feas bailan con cualquiera. La cosa es pillar chico. Las chicas de servicio, que hay muchas, se las llama las marmotas. A ellas no las gusta nada. Lo mejor no preguntar eso de sí estudias o trabajas, te van a mentir siempre. Si bailas bien tienes mucho ganado. Ellas se fijan mucho, bueno también en la ropa, en el porte. Si te dejan que la acompañes a casa ya tienes media novia y si va contigo sola al cine, eso ya ni te cuento.
Lo de las pandilla es un lío. Nunca sabes con quien vas a terminar que tú eliges y ellas también.
El Jaris es de mucho postín. No te dejan entrar sin corbata. ¡Que cosa! Los zapatos ni te los miran, el traje tampoco. Tiene muchas mesas para eso de las consumiciones.
El River es mas bien pequeño y coquetón con el piso de madera. Se dan veladas de boxeo. En el cuadrilátero el humo del tabaco ahoga a los boxeadores. De eso doy fe.
El club Radio nació de la bolera Americana cuando se empezaba a bailar suelto. ¡Qué modernidad!, solo unos pocos se atrevían. El tocadiscos reemplazó a la orquesta. Empezamos a hacernos Yanquis.
Los días festivos, cine, baile y paseos por Ordoño y si me apuras un poco, por la Condesa. Pero eso para parejas muy especiales que se arriesgan a que les canten esta canción "De qué presumes niña leonesa, que te vieron con un moro en La Condesa. Los Alemanes se marcharán y de recuerdo un bebe te dejarán”. Y es que está muy reciente lo de la guerra con la Maestranza y los Talleres de Aviación.
¡Ya ves! En la plaza de Guzmán llama la atención la Casa Del Coño. Todo el mundo dice: “ ¡coño, que casa! De eso le viene el nombre.
El puente de la Estación es un señor puente. Le llaman el de los leones pero menos y eso que tiene cuatro con sus atributos y todo.
En la Estación hay mucho movimiento de vagones y mercancías, ¡pero que mucho!: de carbón, de paquetes, de pasajeros también. Los maleteros te llevan la maleta y te recomiendan la pensión, es su trabajo. Los vagones los mueven al descargue los bueyes de los Morenos. Los bueyes son enormes y andan muy lentos. Los Morenos también andan lentos, pero no son morenos son mas bien rubios.
En Papalaguinda tiran los escombros. Tanto tirar van a tapar la fuente que hay a la orilla del río y él sin enterarse. Es que el Bernesga es un panolis. Solo algunos inviernos se siente río y no veas las gravas que arrastra. Las gravas las sacan del río los Burreros, con los burros claro y con unas alforjas que llevan para eso. Da gusto verlos caminar en fila uno tras del otro. Los burreros son extremeños. A mí me lo dijeron. ¡Vete tú a saber! Abajo del paseo están haciendo una plaza de toros. El contratista es el Cochero. No sé si la terminaran alguna vez.
Arriba está San Marcos. ¡Dios le bendiga! están los militares; los de caballería por mas señas, entran y salen con sus grandes carros cargados. Los soldados hacen guardia en las garitas a la entrada. El edificio tiene miga. Quevedo lo sufrió y lo maldijo. Luego fue prisión cuando la guerra. ¡Cuantas salvajadas se infringieron dentro de sus muros! ¡Cuanta indecencia! En los amaneceres salían los camiones con los pobres paseados, camino de los pinares de Campo Sagrado, o del Monte San Isidro y allí, después de cavar su tumba, les fusilaban. “Un hombre aguanta más que una res”, me dijo el Sordo. Maria Teresa Monje la dijo: “perdónales sino te matan”. A ella no la perdonaron. ¡Pobre Teresa! Las juventudes fascistas se divertían haciendo beber aceite de hígado de bacalao. …
El puente de San Marcos cruza el río, allí lava sus pies. El agua lleva lágrimas de muertos dormidos en fosas olvidadas.
En el parque de San Francisco, los árboles lucen muy frondosos por los rezos de los frailes. Son árboles muy devotos y en ellos los pajaritos hacen sus nidos de amor. Esto lo decía San Francisco.
El Jaris es de mucho postín. No te dejan entrar sin corbata. ¡Que cosa! Los zapatos ni te los miran, el traje tampoco. Tiene muchas mesas para eso de las consumiciones.
El River es mas bien pequeño y coquetón con el piso de madera. Se dan veladas de boxeo. En el cuadrilátero el humo del tabaco ahoga a los boxeadores. De eso doy fe.
El club Radio nació de la bolera Americana cuando se empezaba a bailar suelto. ¡Qué modernidad!, solo unos pocos se atrevían. El tocadiscos reemplazó a la orquesta. Empezamos a hacernos Yanquis.
Los días festivos, cine, baile y paseos por Ordoño y si me apuras un poco, por la Condesa. Pero eso para parejas muy especiales que se arriesgan a que les canten esta canción "De qué presumes niña leonesa, que te vieron con un moro en La Condesa. Los Alemanes se marcharán y de recuerdo un bebe te dejarán”. Y es que está muy reciente lo de la guerra con la Maestranza y los Talleres de Aviación.
¡Ya ves! En la plaza de Guzmán llama la atención la Casa Del Coño. Todo el mundo dice: “ ¡coño, que casa! De eso le viene el nombre.
El puente de la Estación es un señor puente. Le llaman el de los leones pero menos y eso que tiene cuatro con sus atributos y todo.
En la Estación hay mucho movimiento de vagones y mercancías, ¡pero que mucho!: de carbón, de paquetes, de pasajeros también. Los maleteros te llevan la maleta y te recomiendan la pensión, es su trabajo. Los vagones los mueven al descargue los bueyes de los Morenos. Los bueyes son enormes y andan muy lentos. Los Morenos también andan lentos, pero no son morenos son mas bien rubios.
En Papalaguinda tiran los escombros. Tanto tirar van a tapar la fuente que hay a la orilla del río y él sin enterarse. Es que el Bernesga es un panolis. Solo algunos inviernos se siente río y no veas las gravas que arrastra. Las gravas las sacan del río los Burreros, con los burros claro y con unas alforjas que llevan para eso. Da gusto verlos caminar en fila uno tras del otro. Los burreros son extremeños. A mí me lo dijeron. ¡Vete tú a saber! Abajo del paseo están haciendo una plaza de toros. El contratista es el Cochero. No sé si la terminaran alguna vez.
Arriba está San Marcos. ¡Dios le bendiga! están los militares; los de caballería por mas señas, entran y salen con sus grandes carros cargados. Los soldados hacen guardia en las garitas a la entrada. El edificio tiene miga. Quevedo lo sufrió y lo maldijo. Luego fue prisión cuando la guerra. ¡Cuantas salvajadas se infringieron dentro de sus muros! ¡Cuanta indecencia! En los amaneceres salían los camiones con los pobres paseados, camino de los pinares de Campo Sagrado, o del Monte San Isidro y allí, después de cavar su tumba, les fusilaban. “Un hombre aguanta más que una res”, me dijo el Sordo. Maria Teresa Monje la dijo: “perdónales sino te matan”. A ella no la perdonaron. ¡Pobre Teresa! Las juventudes fascistas se divertían haciendo beber aceite de hígado de bacalao. …
El puente de San Marcos cruza el río, allí lava sus pies. El agua lleva lágrimas de muertos dormidos en fosas olvidadas.
En el parque de San Francisco, los árboles lucen muy frondosos por los rezos de los frailes. Son árboles muy devotos y en ellos los pajaritos hacen sus nidos de amor. Esto lo decía San Francisco.
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