Cuando se agotó por completo el
pan y mi abuela ya había convertido en sopas la hogaza que empezaba a canecerse, me dice un buen día, de improviso:
--Ven, hijo, que me vas a ayudar a preparar la artesa para hacer la masa, porque hoy voy a cocer. Desdate ese jersé porque vas a coger calor, o mejor quítatele para que no le manches.
-- ¿Y hará también tortas de aceite y un hornazo?
--Pues claro, y como sé que eres un lamerón, al hornazo le pondré un poco de manteca y un poco más de azúcar.
Contento
... (ver texto completo)