Pero a partir de los años de la Reconquista, la zona quedó en “tierra de nadie”, dominada alternativamente por unos y otros, y habría que esperar a fines del siglo XI para su definitiva incorporación a los territorios cristianos, cuando tras la conquista de
Toledo, Alfonso VI, rey de
León, de
Galicia y de Castilla decidió repoblar toda una vasta zona que incluyó, aparte de
Ávila, otras ciudades como
Segovia o
Salamanca, encomendándole la misión a su yerno, don Raimundo de Borgoña, casado con su hija doña Urraca, que sería quien asentara definitivamente una sede episcopal en Ávila.