VILLEL DE MESA: VILLEL DE MESA....

VILLEL DE MESA.

CRÓNICA EN EL DIARIO DE NUEVA ALCARRIA, 30 de Marzo 2007, pág. 38-39.

VILLEL SE PERSENTA A PRIMERA VISTA DESCOLGADO EN LA SOLANA

DE UN CERRO MATE QUE BAJA A REFRESCAR SUS PIES EN LAS

CORRIENTES DEL RÍO MESA.

Con la primavera, todavía sin consolidar definitivamente, se pueden ir delineando proyectos inmediatos sobre viajes que no precisen de excesiva preparación ni de demasiado tiempo para realizarlos. El Valle del Mesa es a partir de ahora un hermoso rincón de la provincia en donde perderse. Hace sólo unas semanas visitamos Mochales, el primero de los tres que aparecen en el valle; hoy vamos a conocer los restantes: Villel y Algar de Mesa, en una visión rápida, pero suficiente como para que pueda servir de aliciente a nuestros lectores para un próximo viaje.

A la salida de Mochales, siguiendo en línea paralela y en la misma dirección que el río las aguas del Mesa, en un instante se llega hasta Villel, antiguo marquesado al que se accede valle abajo entre las huertas de forraje, árboles furtales, campos de hortaliza, y enormes roquedales a un lado y al otro del camino. Ya se alcanzan a ver los cuatro lienzos del castillo que un rayo dejó en pie sobre la peña en aquella tormenta fatal que hará cási medio siglo se produjo en plenas fiestas de San Bartolomé, y que aun en estado de ruina siguen siendo la enseña de Villel, el sello de su historia.

El pueblo de Villel de Mesa es un poco la capitalidad del Valle. Se presenta a primera vista descolgado en la solana de un cerro que baja a refrescar sus pies en la corriente del río. La de hoy es una agradable mañana de sol. Los árboles de la plaza y muchos de los de la vega están comenzando a teñirse de verde a medida que la primavera va imponiendo su ley en los campos y en el ánimo de las personas después de un inviernoe irregular.

Son las once de la mañana y los niños de las escuelas corren y gritan por el jardin entre los sauces y los arbustos, junto al arco romano, la fuente surtidor y el busto sobre la columna de granito de don PEDRO GÓMEZ FERNÁNDEZ, el médico benefactor al que el pueblo le rinde perpetua memoria. El ayuntamiento y las escuelas ocupan el mismo corazón, pulcro y cuidadosamente restaurado, que sirve de frontal a la plaza.

VILLEL A LA VERA DEL RÍO MESA.

Tres personas jóvenes, dos chicas y un varón, juegan con ellos y vigilan los movimientos de los niños en la plaza. Los tres son profesores que atienden a la no muy nutrida nómina de chiquillos. Ninguno de los tres jóvenes maestros son de allí, ni de algun lugar cercano. Las señoritas son de Checa, una de ellas, y de Miguelturra en Ciudad Real, la otra. El varón me ha dicho que es de Albacete.

-Supongo- les he dicho- que el colegio será comarcal.

-Si; pero los niños son de todos de Villel; sólo dos de fuera, uno de Mochales y otro de Algar.

¿Os ha sido fácil acostumbraros a estar tan lejos de vuestra tierra?.

-Sí; nos ha sido fácil. Aqui estamos bien.

-Cuanto tiempo llevais en este colegio?-

-Muy poco. Solo este curso. El compañero lleva menos de un mes.

Cuando se empieza a caminar pueblo arriba desde la plaza por la calle que dicen la empedrada, resulta impresionate el bloque de roca sobre el que sostiene lo poco que queda del castillo de los Funes. Para subir el barrio de arriba se puede hacer por cuatro calles diferentes. Empedrada, Canónigos, Estanco y Calle del Horno. Tambien se puede subir por la calle del Hospital, continuación de la Avenida de Castilla-La Mancha.

Pasadizos estrechos, rincones evocadores de aquel otro Villel de hace muchos años, siglos quizas, cuando los modos de vivir, eran distintos a como los son hoy, y que nos recuerdan las retorcidas callejuelas de la ciudad de Cuenca por las que se sube hasta la catedral. También aquí, estas calles en cuesta nos llevan hasta la plaza del DR. LARRAD y a la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, que luce al mediodía su bella portada renacentista.

Por la placita ajardinada del DR. LARRAD, que es a la vez un interesante mirador sobre el pueblo y sobre el castillo, pasa en este momento la cartera repardiendo la correspondencia de casa en casa. La cartera de Villel es una mujer joven, dinámica, que no puede pararse en contemplaciones si quiere distribuir en el tiempo de que dispone todo el fardillo de papel que lleva en la valija. Sin detenerse un instante, me dice que hace el reparto diario en Labros, Amayas, Mochales, Villel y Algar.

Aunque tan sólo sea de manera testimonial, uno ha venido hasta villel de Mesa con intención de visitar Algar aprovechando el viaje, siempre que el horario que marca la distancia lo permita. Saliendo de la plaza, junto a las huertas, al pie del cerro de la Horca, se retoma la carretera que sólo hay que seguir en la misma dirección de las aguas del río para ponerse en Algar en un instante, el último de la provincia de Guadalajara de los tres que asientan en el valle, antes de que el río se meta en Aragón por Calmarza. El Mesa nace en las afueras del pueblo de Selas, brotando el suelo borbotones, y en Anquela, al poco de nacer, gira en dirección hacia estos pagos al tiempo que va aumentando su caudal; desemboca en el Jalón, cerca de Ateca. Son aguas que van llenando el pantano de Tranquera, salpicando por las grutas del Monasterio de Piedra. Es el Pozo Galano de Villel, el primer paso, para formar la ruta hasta el Monasterio.


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