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LA VENTOSA: Buenos días,...

Buenos días,
Es evidente que todos sentimos una querencia por nuestro pueblo, aunque su identidad, choque frontalmente con la idea que algunos tenemos acerca de cómo nos gustaría que fuera realmente.
Sin ánimo de juzgar, sino como la simple manifestación de una opinión personal, creo que es más fácil derribar un muro levantado con piedra y cemento, que los muros que se levantan en la mente por incomprensión, intransigencia, desconfianza,...
Es difícil encontrar la herramienta apropiada para tirar abajo prejuicios arraigados en una rutina que forma parte de la vida cotidiana.
Cuando las relaciones se construyen, no por proximidad de entendimiento ni por intereses comunes, sino por favores hechos o favores que se pueden llegar a obtener, es decir, cuando las relaciones se basan en la conveniencia, el factor “desconfianza” se hace cada vez más fuerte.
La batalla la deberíamos emprender contra eso precisamente, contra la desconfianza. O mejor aún, batallar porque la confianza en que podemos mejorar algunas cosas, por pequeñas que parezcan, se perciba como la única vía de mejora. No se trata de pretender conseguir grandes hazañas.
Hoy existe y desde hace muchos años, una Asociación de mujeres que intenta mantener vivos valores como la convivencia, el trabajo en común. Es un logro que han conseguido por mérito propio y es uno de los valores en los que nos debemos mirar. Si además de lo que ya existe, podemos ampliar el ámbito de actuación y de colaboración, mejor aún para todo el mundo. Nadie es mejor que nadie y, el espacio es lo suficientemente amplio para que cada uno cumpla con una misión en este deseo de crear alternativas y promover mejoras.
Los pueblos que nos rodean no son más grandes que el nuestro ni tampoco son más ricos (en el sentido crematístico). Y sin embargo, parece que en algunos de ellos han sido capaces de llevar adelante una cierta transformación, recuperación, cooperación.
Son el caso de Villanueva de Guadamejud o Bólliga, mal que nos pese a los ventoseros Y digo esto, y me incluyo, porque si alguna vez he hecho este mismo comentario, mi interlocutor ha arrugado un poco el entrecejo, o si el comentario me lo han hecho a mí, la que ha arrugado el entrecejo he sido yo....
Tal vez seguimos atrapados en ese orgullo mal entendido de un pasado mejor que ya se fue: “ Pero si La Ventosa ha sido la capital de toa l’alredorá...” Efectivamente, lo sería en otro tiempo pero hoy, no lo es. Y si pudo ser en otro tiempo, habrá que pensar porqué lo fue. No sería porque contaran con más medios que ahora.... No, no se trata sólo de medios.
Cuando paso por Villanueva y veo cómo se ha transformado con el tiempo o me cuenta un familiar que vive allí, lo que hacen, o cuando me paso por el foro de Bólliga y leo también lo que el pueblo hace para divertirse o recuperar tradiciones (aunque tengan problemas parecidos a los nuestros), no me queda más remedio que llegar a la conclusión, de que los pueblos crecen en la medida que quieren hacerlo y que evolucionan por el deseo de evolucionar, independientemente de ayuntamientos (siempre es mejor y más rápido si éstos marcan la pauta, desde luego).
No se puede cambiar algo si uno no se cuestiona que ese algo puede cambiarse. No se puede ir hacia delante si uno cree que ya lo está o que de la forma que está, está bien y no necesita más. Porque esto no es una cuestión individual. Es una cuestión que atañe a una colectividad.
La rutina y el falso orgullo de creerse mejor tal y como se es y con respecto a todo, es el peor de los enemigos y también el mejor de los aliados para que esa especie de letargo o inmovilismo arraigue y se asiente.
Y esta, es una batalla de todos. De los que viven dentro y de los que vivimos fuera.
No deja de ser una reflexión muy personal y como tal, seguro que habrá quien no esté de acuerdo. De eso se trata. De que cada uno realice su propio ejercicio de reflexión.
Feliz fin de semana a tod@s.
Zoqueta

Tal vez, la respuesta esté en la reflexión que todos debemos hacernos acerca del hecho de creernos poseedores de todos los derechos y de pocas obligaciones. Ya lo decía Javier Marías en una de sus columnas en el dominical de El País. Nuestro pueblo, España, se ha convertido en un patio de adolescentes que, simplemente exigen. Somos como niños malcriados que nos creemos merecedores de todo porque sí. Y ahí nos paramos. No existe el sentido contrario, es decir, aquel en el que también deberíamos dar.
La evolución de las personas en el mejor de los sentidos sólo es posible cuando hay intercambio y compromiso. De lo contrario, caemos en el abismo de un monólogo en el que los demás importan poco o nada.
Tal vez deberíamos reflexionar acerca de nuestra posición en el mundo. Si somos “alguien” es porque existe una referencia con respecto a “otros alguien”. La bondad no existiría si no existiera la maldad, o la pobreza sin la riqueza,... Todo tiene su referente, por lo que pensar que somos individuos únicos y merecedores de todo sólo responde a una soberana estupidez y a una falta de criterio ante el mundo y la vida.

El horizonte es infinitamente mayor que el espacio que ocupa nuestro ombligo.