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LA VENTOSA: LA RAMBLA...

• Hola paisanos; ¿como va el verano por el pueblo?. Ha falta de noticias de como transcurren estos dias de calor, tocare un tema que en estas fechas esta de máxima actualidad y que seguirá siendo, a lo largo del verano en los festejos de muchos pueblos de España, con las noticias, entre otras de cogidas graves y algunos muertos por asta de toro. Y quisiera dar mi opinión sobre las que se celebran estos dias y que son el Santo y seña de todas ellas
• Pobre de mí, ya se acaban las fiestas de San Fermín. Riau, riau... Perdonen que no las entienda. Discúlpenme no compartir el fervor y gozo. Pero no termino de verlo... Quizá esté en eso mismo que se dice siempre y se repite hasta la saciedad, que no hay que verlo, hay que "vevirlo", pero es que yo tengo un defecto, y es que jalo por la vista, ¿sabe?, y si no me entra por los ojos...
Y no me vá lo que veo, no. Gente amontonada, atontada, embrutecida, cegada, mamada de chacolí hasta la tonsura, saltando, corriendo, gritando sandeces... En los encierros, óigame, joer, que no sé distinguir al animal de la persona... que no... seojuropolomasagrao...
Este año, los organizadores han pedido especialmente que no se utilice la violencia sexista. Vale, pero dígame, ¿dónde está la violencia sexista que no la veo?.. Lo que veo son chorbas que se desnudan voluntariamente y se dejan las tetas al aire para el sobo colectivo. Y eso no es violencia, eso es complacencia. Es una invitación al toca-toca clara y evidente. Así que los puritanos de la política feminista tendrán que admitir que a muchas féminas les gusta ser objeto de deseo y sombra de Grey... al menos, en ciertas ocasiones. No seamos hipócritas. A mí me ponen bajo el belfo una turgencia en bandeja de plata, y yo toco... Y usted, también.
Pero al toro le tocan otras cosas menos amables. Sí, ya sé que me dirán que es un animal que está hecho para que otros cabestros lo maltraten y abusen de su bravura. Y, ya de paso, se justifican así otras bestialidades como el toro embolao, el toro encordao, el toro picao... todo, claro, en nombre y bajo el sahumerio sagrado de la tradición. ¡Menuda tradición..!
O sea, a un bicho que no quiere ser ultrajado se le violenta, y a una pava que desea ser magreada se le proteje... ¿Dónde está la coherencia?.. Claro, me responderán, uno es un animal y la otra una persona. No, mire, para mí ambos son personas, y, en tales condiciones, no sé cual más. Dígame, eso sí, que uno de ellos es humano. Vale pues. Pero el auténtico ser humano no tortura a los animales, porque entonces deja de ser humano para convertirse en una fiera... ¿lo pilla?.
Pues eso es lo que quería decir, y dicho queda. A mí no me gusta que me pongan bolas de fuego en la cabeza, ni que me arrastren de una soga, ni que me lanceen desde un caballo... ni tampoco tener que correr entre una chusma descerebrada... Por cierto, dijo el galileo aquél que lo que no quierás pá tí tampoco lo quierás pá los demás. Aunque esos demás sean unos pobres toros
Saludos a los Ventoseros, a los amigos de este foro y feliz chapuzón en la piscina
Juan

LA RAMBLA
En la puerta de mi casa, el grupo de mujeres sollozantes se hacía cada vez mayor. Con pañuelos en las manos y lágrimas en sus ojos, daban la espalda al pueblo y miraban al Va llejo.
Al lado de ellas, en otro grupo, los hombres trataban de resistirse al llanto, pero el dolor se les quedaba dentro del corazón, y se reflejaba en sus caras tristes, y les producía rabia, impotencia, tristeza y miedo, mucho miedo.
Los chicos íbamos de un grupo a otro. Agarrados a nuestras madres, que nos apretaban a ellas en un gesto desesperado de protección, o agarrados a la chaqueta de pana de los padres, que más parcos en caricias apoyaban su mano en nuestras cabezas.
Entendíamos por el llanto de nuestras madres, y los rostros entristecidos de nuestros padres, que algo malo pasaba, sin saber bien, las consecuencias de lo que estábamos contemplando…
Solo veíamos que el Vallejo, ayer rebosante de vida vegetal y animal, en forma de altos y verdes trigos, cebadas, a las que les quedaba un mes o menos para ser segadas, huertos, en los que ya se recogían ricas habas, lechugas, acelgas, alcachofas y más, y en los que crecían las verdes y olorosas matas de tomates, pimientos y pepinos que un mes después llenarían nuestras despensas, listos para comer o ser conservados en vinagre, o embotellados como el tomate, para comerlo durante todo el año en jerigotas, mojetes, con pimientos fritos o encima del pan con un chorrito de aceite…
Nuestro Vallejo, en cuyos zopeteros crecían las hierbas que, después de recolectadas, formaban parte de la alimentación de nuestros cerdos y conejos, y donde pastaban los ganados de ovejas dirigidos cuidadosamente por los pastores…
Ese hermoso Vallejo en el que vivía en sus agujeros el ratón, la culebra y la lagartija, y hacían sus nidos los colorines, totovías y chilrreras, donde vivían los grillos que desde la puesta del sol nos ofrecían sus chirriantes cantos nocturnos
Ese Vallejo, surcado por un barranco donde cogíamos mariposas, mariquitas, caracoles en abril, y en el que tenía su cueva el topo. En el que corría constantemente el agua, y en sus remansos o charcos jugábamos con las ranas…
Nuestro Vallejo, fuente de vida para el pueblo, aparecía ante nuestros pequeños y asombrados ojos como un río de agua sucia con caudal descontrolado, que con un rugido sordo y ronco desconocido para nuestros oídos, arrasaba y devastaba todo a su paso.
Era la Rambla, decían nuestros padres y abuelos.
La siempre temida Rambla, que por el exceso de lluvias se empezaba a gestar desde el cerro del Cominillo, y al unirse el agua sobrante de los campos y laderas, borrachos de la misma, se unía poco a poco encajonada por el Valle, y se llevaba a su paso el duro trabajo de nuestros padres y abuelos, y la recompensa de sus frutos, haciendo peligrar el modo de vida de las gentes que dependíamos de esos trigos y huertos…
En el valle opuesto, en la otra parte del pueblo, junto a la valla de piedra de la Ermita el Calvario se repetía la misma escena. Las gentes contemplaban impotentes las aguas que bajaban incontenibles desde la Cuesta de los Manolos y el Recuenco, arrasaban las siembras de la Ampudia, y se llevaban a su paso los huertos y sembrados de la Cañadilla…
Cuando la Rambla acababa, y varios días después se podían pisar los campos, se daban cuenta de verdad de la desgracia acaecida, porque no había sido solo en los Vallejos, sino en llanos y hondonadas, y el río Guadamejud, desbordado por el agua de los dos Valles, y de las riadas que bajaban desde Bólliga y Culebras, había arruinado con su desbordamiento las cosechas de trigos y cebadas de las siempre fértiles y productivas Vegas.
- ¿Cómo has encontrao to Juan? – pregunta la mujer a su marido que viene de ver los campos.
- Mal Petra, mal. Las cebás arrancás de cuajo, y lo poco que a aguantao está tumbao y lleno de barro. Ya veremos si podemos levantalo pa que se airee y poder salvar algo. Que por lo menos tengamos algo para que coman los animales y poder sembrar el año que viene. Y tú ¿Qué has visto en el huerto ¿- pregunta Juan.
- No hay huerto Juan, no hay huerto – contesta sollozando, ¡Dios mío, dios mío ¿qué vamos a hacer?
-Tranquila mujer, no llores, ya nos apañaremos, ¡cagüentó! – trataba de tranquilizarla Juan.
- ¿Pero cómo Juan? ¿Cómo nos vamos a’pañar, si no tenemos más que los cuatro animales? Ni cosecha, ni huerto, y tenemos que pagar la renta de los piazos y…
- Tranquila mujer, que les’tao dando vueltas a la mollera, y sé lo que vamos a hacer. Anda siéntate que te hable a ver que te paice.
-Petra se sentó inquieta ante lo que pudiera decirle su marido.
- Mira, pa pagar la renta de los piazos, contamos con la metá del jornal del chico, que aún no lemos pedío al amo, ¿verdá? – la mujer asintió con la cabeza, mientras se retorcía las manos-, y pa apañanos en casa, pues ahora tendremos que hacer palería en los barrancos y acequias, y yo me puedo apuntar y traer un jornal, - y añadió – y puedo traer cargas de leña pal horno, o pa quien me las pida, que sabes que mis cargas son mu apreciás en el pueblo.
- Nosotros somos de poco gastar, y tú, con lo que yo gane, con los huevos de las gallinas, algún conejo, y lo que nos queda de la matanza, te irás apañando, ¿Qué te paice mujer?
-Petra, asintió dando a entender que aprobaba lo que su marido decía, pero dijo:
- Eso que dices está mu bien, pero piensa que a los chicos hay que comprales ropa, que la chica ya es mocica y está en edad de presumir y que la miren los mozos…
- Ya lo sé Petra – dijo Juan, con la voz entristecida – y esto es lo peor, porque he pensao que los chicos se tien que ir…
- ¿Ir? ¿ande tien que ir? – saltó Petra alarmada ante lo que temía…
- A Madrid, los chicos se tien que ir a trabajar a Madrid, no hay más remedio.
- Pero ¿Qué dices Juan, los chicos a Madrid? ¡! Pero si no se han separao de nosotros nunca, y la chica solo tie quince años ¡!
- Es menester Petra, lo mires como lo mires. ¿Qué hace el chico aquí? A ver, ¿Qué hace? – dijo Juan, y se contestó él mismo- Aperreao to el día detrás de las mulas, tos los días del año, haga frío o calor, llueva o nieve, durmiendo en la cocina del amo encima de la banca, pa estar cerca de ellas pa echarles de comer por la noche…y así lleva ende que cumplió los quince años y pudo sujetar un arao. ¿Y que tiene?, a ver ¿que tiene? Te lo digo yo. ¡Ná, no tie ná! La misma miseria que nosotros, eso tie…!cagüentó!
- Pero ahora que precisamente anda en amores con esa chica tan maja de la Cuesta, y que parece que ella le hace caso…! Ay Dios mío…!
- ¿No me esperastes tu a mi dos años hasta que vine de la guerra? - continuó diciendo Juan – pues eso, si se quién, se esperarán.
- Y la chica, nuestra pequeñina igual. Lleva sirviendo la pobrecica, ende los trece años en esa casa, haciendo las cosas que tenía que hacer una persona mayor. Si quié ir a Misa, los domingos, tie que ir a las ocho, porque a la de doce no le da tiempo, porque tie que prepararles la comida a los amos. Trabajar, y trabajar, y ni un vestido decente tié pa ponerse mi chica – se le rompía la voz a Juan…
- Anda Juan, vamos a cenar – dijo Petra con un nudo en la garganta- y mañana hablamos de esto, anda vamos…
- Si, vamos mujer, pero la vida no es justa, ¡cagüentó!
Larga noche aquella para Juan y Petra.
Dándose la espalda en la cama, evitaban hablarse, pues a duras penas controlaban el llanto, y ninguno quería preocupar al otro.
¡Dios mío!- pensaba Ella- Mis chicos en Madrid, con lo grande que dicen que’s, y sin conocer a nadie. ¿Qué vaser dellos? Y mi chica tan guapa y tan mocetona, que paice que tie más años. Y ya es mujer, que me la puén desgraciar…!Que desgracia Dios mío, que desgracia ¡cuídamelos Señor…que no les pase na…Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea el tu nombre…
No hay más remedio - pensaba El - Aquí no tién porvenir. El chico siempre de mozo de mulas, y si quié ser labrador por su cuenta, lo será, pero con el terreno de otro, porque nosotros no tenemos más que el huerto que era de mi padre, y siempre preocupao por si llueve mucho o poco, o no llueve, si hiela y se pierde la siembra y la fruta, que si una mula se rompe una pata o enferma…! Esto no es vida pa’ellos, cagüentó ¡
En cambio en Madrid, según me ha dicho el Usebio que tié a su hijo allí trabajando de albañil, salen a las ocho de la tarde de trabajar, y les pagan horas extraordinarias, y los sábados terminan a las dos de la tarde, les pagan, y a su casa sin hacer na hasta el lunes. Y encima les dan un mes de permiso pagao sin trabajar. Eso es vida, y no esto.
CONTINÚA... Manuel


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