Biografía de don Juan Pacheco – Marques de Villena
De noble familia Portuguesa
Abuelos Maternos Don. Juan Fernández Pacheco y Doña. Inés Téllez Meneses
Padres Don. Alfonso Téllez Girón y Doña. María Pacheco
Don. Juan Pacheco, Maestre de la Orden de Santiago
Don. Juan Pacheco (105)*, marqués de Villena y maestre de Santiago, hijo de Alfonso Téllez Girón y de María Pacheco, fue hombre de mediana estatura, el cuerpo delgado y bien compuesto, las facciones hermosas y buena gracia en los gestos. Era de la nación portuguesa, de los más nobles de aquel reino, nieto de (Juan Fernández Pacheco y de Ines Téllez Menese) uno de los caballeros que vinieron de Portugal a Castilla al servicio del rey Juan I, cuando este se caso en segundas nupcias con Doña. Beatriz. hija del rey portugués Fernando I, y de Leonor Téllez Meneses y que al morir este quiso unir Portugal a Castilla, y tuvo lugar la guerra de (Ajubarrota) donde el maestre de Avis hijo natural del rey Portugués Pedro I, vence al rey Castellano Juan I,
Don Juan Pacheco. era hombre agudo y de gran prudencia. y siendo mozo vino a vivir con el rey Don Enrique IV, cuando era príncipe (106)*. Y alcanzo tanta gracia que fue más aceptado por él que ninguno de los que en aquel tiempo estaban en su servicio. Y así por el amor que el príncipe le tenía como porque creciendo en días florecían en él las virtudes intelectuales, le encargó la gobernación de los grandes negocios que le ocurrían. Hablaba con buena gracia y abundancia de razones, sin prolijidad de palabras. Temblabale un poco la voz por enfermedad accidental y no por defecto natural (106) *. En la edad de mozo tuvo inteligencia y autoridad de persona mayor. Era hombre esencial, y no curaba de apariencias ni de ceremonias infladas.
En el tiempo que el rey don Juan hubo alguna indignación contra el rey de Aragón, que entonces era rey de Navarra, este caballero, siendo bien joven entendió por parte del príncipe en algunas disensiones que por entonces en el reino acaecieron, y ora procediese de su buena dicha, ora lo imputemos a su sagacidad, él supo rodear las cosas de tal manera que el rey Don Juan II, a suplicación del príncipe, le dio el titulo de marqués de Villena y en pocos días le hizo merced de todas las más villas y lugares de aquel marquesado, las que eran del rey de Aragón.
Tenia muy gran habilidad para la gobernación de estas cosas temporales, para la cual como sea necesarias agudeza, prudencia, diligencia y sufrimiento, puedes creer de este caballero que fue tan bien dotado de estas cuatro cosas como el hombre que más de su tiempo las tuvo. Consideraba muy bien la calidad del negocio, el tiempo, el lugar, la persona y las otras circunstancias que la prudencia debe considerar en la gobernación de las cosas.
Tenia la agudeza tan viva que a pocas razones conocía las condiciones y los fines de los hombres. Y dando a cada uno esperanza de sus deseos, alcanzaba muchas veces lo que el deseaba (106)*. Tenia tan gran sufrimiento que ni la palabra áspera que le dijesen lo movía, ni novedad de negocio que oyese lo alteraba, y en el mayor discrimen de las cosas tenía mejor arbitrio para las entender y remediar. Era hombre que con madura deliberación determinaba lo que había de hacer. Y no forzaba al tiempo, más forzabase el así esperando tiempo para las hacer.
De su natural condición pareció hombre de verdad, y placiale la comunicación de hombres verdaderos y constantes, aunque los que están en deseo de adquirir grandes bienes y honores, y especialmente aquellos que entienden en la gobernación de grandes cosas, algunas veces les acaesce fingir, dilatar, simular y disimular aquella diversidad de los tiempos, o la variedad de los negocios, o por excusar mayores daños, o por haber mayores provechos, hayan de hacer variaciones en negocios, según la ve en los tiempos.
Tuvo algunos amigos de los que la próspera fortuna suele traer. Tuvo asimismo muchos contrarios de los que la envidia de los bienes suele criar, los cuales le trataron a muerte y destrucción y indignación grande con el rey Don Juan II, y con el príncipe su hijo, a quien el servía, Y como quiera que algunas veces llegaron al punto de la ejecución, pero por casos inopinados y dignos de admiración, fue libre de los lazos de muerte que muchas veces le fueron puestos.
Era hombre de buen corazón y mostró ser caballero esforzado en algunos lugares que fue necesario. Era muy sabio y templado en su comer y beber y pareció ser vencido de la lujuria, por los muchos hijos e hijas que tuvo con diversas mujeres a parte de los hijos que tuvo con su mujer legitima. Y porque conocía que ninguna utilidad hay en estos bienes de fortuna cuando no se reparte y distribuyen según se debe (107)* Usaba de ellos francamente en los lugares y tiempos y con las personas que debía ser liberal, y dando y distribuyendo ganaba más hacienda, y conservaba mejor la vida. Y con esta virtud le liberalidad que tuvo, fue bien servido de los suyos, y avisado de los extraños en algunos tiempos y lugares que cumplió mucho a la conservación de su vida y estado.
Tenía el común deseo que todos tenemos de alcanzar honras y bienes temporales, y supolas procurar y adquirir (107)*. Y como fuera por dicha, como por habilidad, o por ambas cosas, alcanzo tener mayores rentas y estado que ninguno de los otros señores de España que fueron en su tiempo.
Fue hombre tratable y de dulce conversación, y tanto humano que nunca fue en muerte de ninguno, ni la consintió, aunque tuvo cargo de gobernación. No era varón de venganzas, ni perdía tiempo ni pensamiento en las seguir (108)*. Decía él que todo hombre que piensa en venganza antes atormenta a sí que daña al contrario. Perdonaba ligeramente y era piadoso en la ejecución de la justicia criminal, porque pensaba ser más aceptable a Dios la gran misericordia que la extrema justicia. Tenía un tal singular sufrimiento que por gran discordia que hubiese con alguno, rara veces le vieron romper en palabras y mucho menos en obras. Antes ponía siempre sus diferencias en trato de concordia que en rigor de rotura, porque reputaba ser mejor cierta paz que incierta victoria, No quería encomendar a la fortuna de una ora todo lo ávido en la vida pasada. Y como quiera que algunas veces amenazaba con la fuerza, pero nunca venía a mostrar lo último de lo que podía hacer contra ninguno, aunque fuese menos poderoso que él. Porque tener al adversario en miedo con amenazas, decía
del poeta de Belmonte
De noble familia Portuguesa
Abuelos Maternos Don. Juan Fernández Pacheco y Doña. Inés Téllez Meneses
Padres Don. Alfonso Téllez Girón y Doña. María Pacheco
Don. Juan Pacheco, Maestre de la Orden de Santiago
Don. Juan Pacheco (105)*, marqués de Villena y maestre de Santiago, hijo de Alfonso Téllez Girón y de María Pacheco, fue hombre de mediana estatura, el cuerpo delgado y bien compuesto, las facciones hermosas y buena gracia en los gestos. Era de la nación portuguesa, de los más nobles de aquel reino, nieto de (Juan Fernández Pacheco y de Ines Téllez Menese) uno de los caballeros que vinieron de Portugal a Castilla al servicio del rey Juan I, cuando este se caso en segundas nupcias con Doña. Beatriz. hija del rey portugués Fernando I, y de Leonor Téllez Meneses y que al morir este quiso unir Portugal a Castilla, y tuvo lugar la guerra de (Ajubarrota) donde el maestre de Avis hijo natural del rey Portugués Pedro I, vence al rey Castellano Juan I,
Don Juan Pacheco. era hombre agudo y de gran prudencia. y siendo mozo vino a vivir con el rey Don Enrique IV, cuando era príncipe (106)*. Y alcanzo tanta gracia que fue más aceptado por él que ninguno de los que en aquel tiempo estaban en su servicio. Y así por el amor que el príncipe le tenía como porque creciendo en días florecían en él las virtudes intelectuales, le encargó la gobernación de los grandes negocios que le ocurrían. Hablaba con buena gracia y abundancia de razones, sin prolijidad de palabras. Temblabale un poco la voz por enfermedad accidental y no por defecto natural (106) *. En la edad de mozo tuvo inteligencia y autoridad de persona mayor. Era hombre esencial, y no curaba de apariencias ni de ceremonias infladas.
En el tiempo que el rey don Juan hubo alguna indignación contra el rey de Aragón, que entonces era rey de Navarra, este caballero, siendo bien joven entendió por parte del príncipe en algunas disensiones que por entonces en el reino acaecieron, y ora procediese de su buena dicha, ora lo imputemos a su sagacidad, él supo rodear las cosas de tal manera que el rey Don Juan II, a suplicación del príncipe, le dio el titulo de marqués de Villena y en pocos días le hizo merced de todas las más villas y lugares de aquel marquesado, las que eran del rey de Aragón.
Tenia muy gran habilidad para la gobernación de estas cosas temporales, para la cual como sea necesarias agudeza, prudencia, diligencia y sufrimiento, puedes creer de este caballero que fue tan bien dotado de estas cuatro cosas como el hombre que más de su tiempo las tuvo. Consideraba muy bien la calidad del negocio, el tiempo, el lugar, la persona y las otras circunstancias que la prudencia debe considerar en la gobernación de las cosas.
Tenia la agudeza tan viva que a pocas razones conocía las condiciones y los fines de los hombres. Y dando a cada uno esperanza de sus deseos, alcanzaba muchas veces lo que el deseaba (106)*. Tenia tan gran sufrimiento que ni la palabra áspera que le dijesen lo movía, ni novedad de negocio que oyese lo alteraba, y en el mayor discrimen de las cosas tenía mejor arbitrio para las entender y remediar. Era hombre que con madura deliberación determinaba lo que había de hacer. Y no forzaba al tiempo, más forzabase el así esperando tiempo para las hacer.
De su natural condición pareció hombre de verdad, y placiale la comunicación de hombres verdaderos y constantes, aunque los que están en deseo de adquirir grandes bienes y honores, y especialmente aquellos que entienden en la gobernación de grandes cosas, algunas veces les acaesce fingir, dilatar, simular y disimular aquella diversidad de los tiempos, o la variedad de los negocios, o por excusar mayores daños, o por haber mayores provechos, hayan de hacer variaciones en negocios, según la ve en los tiempos.
Tuvo algunos amigos de los que la próspera fortuna suele traer. Tuvo asimismo muchos contrarios de los que la envidia de los bienes suele criar, los cuales le trataron a muerte y destrucción y indignación grande con el rey Don Juan II, y con el príncipe su hijo, a quien el servía, Y como quiera que algunas veces llegaron al punto de la ejecución, pero por casos inopinados y dignos de admiración, fue libre de los lazos de muerte que muchas veces le fueron puestos.
Era hombre de buen corazón y mostró ser caballero esforzado en algunos lugares que fue necesario. Era muy sabio y templado en su comer y beber y pareció ser vencido de la lujuria, por los muchos hijos e hijas que tuvo con diversas mujeres a parte de los hijos que tuvo con su mujer legitima. Y porque conocía que ninguna utilidad hay en estos bienes de fortuna cuando no se reparte y distribuyen según se debe (107)* Usaba de ellos francamente en los lugares y tiempos y con las personas que debía ser liberal, y dando y distribuyendo ganaba más hacienda, y conservaba mejor la vida. Y con esta virtud le liberalidad que tuvo, fue bien servido de los suyos, y avisado de los extraños en algunos tiempos y lugares que cumplió mucho a la conservación de su vida y estado.
Tenía el común deseo que todos tenemos de alcanzar honras y bienes temporales, y supolas procurar y adquirir (107)*. Y como fuera por dicha, como por habilidad, o por ambas cosas, alcanzo tener mayores rentas y estado que ninguno de los otros señores de España que fueron en su tiempo.
Fue hombre tratable y de dulce conversación, y tanto humano que nunca fue en muerte de ninguno, ni la consintió, aunque tuvo cargo de gobernación. No era varón de venganzas, ni perdía tiempo ni pensamiento en las seguir (108)*. Decía él que todo hombre que piensa en venganza antes atormenta a sí que daña al contrario. Perdonaba ligeramente y era piadoso en la ejecución de la justicia criminal, porque pensaba ser más aceptable a Dios la gran misericordia que la extrema justicia. Tenía un tal singular sufrimiento que por gran discordia que hubiese con alguno, rara veces le vieron romper en palabras y mucho menos en obras. Antes ponía siempre sus diferencias en trato de concordia que en rigor de rotura, porque reputaba ser mejor cierta paz que incierta victoria, No quería encomendar a la fortuna de una ora todo lo ávido en la vida pasada. Y como quiera que algunas veces amenazaba con la fuerza, pero nunca venía a mostrar lo último de lo que podía hacer contra ninguno, aunque fuese menos poderoso que él. Porque tener al adversario en miedo con amenazas, decía
del poeta de Belmonte