Creación del mundo
Buenaventura sostiene que Dios creó al mundo como causa eficiente, ejemplar y final. Ahora bien, mientras que Tomás de Aquino sostiene que esta creación no es temporal, sino óntica, por lo que se puede dar tanto con un universo finito como con uno infinito, Buenaventura, en cambio, piensa que esa postura es una contradicción, por lo que, para afirmar que el mundo fue creado, también tiene que demostrar que no puede ser eterno.
Contra la eternidad del mundo, ofrece cuatro argumentos. Primero, que la eternidad del mundo contradiría dos principios filosóficos fundamentales: por un lado, que nada se le puede añadir al infinito y, por el otro, que nada puede rebasar al infinito. Habría pasado pues una cantidad infinita de días hasta el presente y, sin embargo, se le añadiría un día más, rebasando la susodicha cantidad. Segundo que, si el mundo fuera eterno, habría una sucesión infinita de causas eficientes. Tercero que, si el mundo fuera eterno, los entes puramente espirituales, como los ángeles, conocerían infinitas cosas singulares. Cuarto, si el mundo fuera eterno, habría una cantidad infinita de mentes.
Con respecto a estas cuestiones, Tomás de Aquino había expresado su opinión. Primero, que el infinito temporal no sería actual, sino potencial, porque, tomado un día cualquiera en el pasado, no habría transcurrido una cantidad infinita e insuperable de días, sino una cantidad finita, susceptible a la adición y a la que se puede superar. El tiempo sería infinito e insuperable ex parte ante, pero no lo sería ex parte post. Segundo, que las infinitas causas eficientes no serían causas esenciales, sino causas accidentales. Las causas esenciales no pueden ser infinitas, aunque conformen un infinito meramente potencial, por su carácter puramente instrumental. Sin embargo, mientras que las causas accidentales no conformen un infinito actual y simultáneo, no hay nada que impida su infinitud. Tercero, que las criaturas puramente espirituales no tienen que conocen necesariamente mediante composición de lo particular, sino que pueden conocer lo particular mediante lo universal. Esto, además, permite atribuir un conocimiento más simple a los entes que son por definición más simples. Cuarto, que quienes defienden la eternidad del mundo no defienden la eternidad de los hombres, sino que defienden la eternidad de otras criaturas.
Con respecto a la creación, Buenaventura entonces defiende que Dios informa a la materia prima. Esto, sin embargo, no tiene que ser entendido como si la materia prima realmente existiera en el tiempo. La materia prima, como carece de forma, no existe ni puede existir. Se trata de un principio meramente constitutivo y potencial de las criaturas, concomitante con la misma creación.
Roberto Grosseteste encontraba, no obstante, un problema. Tanto las formas como la materia prima son principios inextensos, pero de ellos tiene que llegarse a la extensión. Para explicarlo, usaba la transmisión de la luz como metáfora de esa transmisión de actualidad. Dios y la materia prima son principios inextensos, pero, así como la luz, que es inextensa, se difunde en extensión, así sucede también con la formas que Dios imprime a la materia prima. Para este pensador, se trataba claramente de una metáfora, ya que las cosas no pueden tener varias formas sustanciales, pero Buenaventura se permite tomarlo con literalidad, ya que su visión metafísica no le impide aceptar que la materia tenga varias formas sustanciales. Por eso, para Buenaventura, la primera forma que Dios le imprime es la luz, que se replica en el espacio, otorgándole extensión y visibilidad.
Asimismo, Buenaventura sigue a Agustín de Hipona y a los estoicos y explica que la transición en el orden de la historia natural desde cuerpos que son simplemente tales, extensos y dotados con la capacidad de interactuar entre sí, hasta los complejos cuerpos de las plantas y los animales es explicada, en parte, mediante la influencia de los cuerpos celestes en los cuerpos terrestres y, en parte, mediante razones seminales. La materia tiene estructuras latentes que simplemente aguardan las circunstancias y condiciones correctas para emerger. Las mismas fueron sembradas en las criaturas durante su creación. Es mediante estas razones que Dios no solo intervino al comienzo de la creación, sino que interviene constantemente a lo largo de su desarrollo.
Buenaventura sostiene también el voluntarismo afectivo.
Buenaventura sostiene que Dios creó al mundo como causa eficiente, ejemplar y final. Ahora bien, mientras que Tomás de Aquino sostiene que esta creación no es temporal, sino óntica, por lo que se puede dar tanto con un universo finito como con uno infinito, Buenaventura, en cambio, piensa que esa postura es una contradicción, por lo que, para afirmar que el mundo fue creado, también tiene que demostrar que no puede ser eterno.
Contra la eternidad del mundo, ofrece cuatro argumentos. Primero, que la eternidad del mundo contradiría dos principios filosóficos fundamentales: por un lado, que nada se le puede añadir al infinito y, por el otro, que nada puede rebasar al infinito. Habría pasado pues una cantidad infinita de días hasta el presente y, sin embargo, se le añadiría un día más, rebasando la susodicha cantidad. Segundo que, si el mundo fuera eterno, habría una sucesión infinita de causas eficientes. Tercero que, si el mundo fuera eterno, los entes puramente espirituales, como los ángeles, conocerían infinitas cosas singulares. Cuarto, si el mundo fuera eterno, habría una cantidad infinita de mentes.
Con respecto a estas cuestiones, Tomás de Aquino había expresado su opinión. Primero, que el infinito temporal no sería actual, sino potencial, porque, tomado un día cualquiera en el pasado, no habría transcurrido una cantidad infinita e insuperable de días, sino una cantidad finita, susceptible a la adición y a la que se puede superar. El tiempo sería infinito e insuperable ex parte ante, pero no lo sería ex parte post. Segundo, que las infinitas causas eficientes no serían causas esenciales, sino causas accidentales. Las causas esenciales no pueden ser infinitas, aunque conformen un infinito meramente potencial, por su carácter puramente instrumental. Sin embargo, mientras que las causas accidentales no conformen un infinito actual y simultáneo, no hay nada que impida su infinitud. Tercero, que las criaturas puramente espirituales no tienen que conocen necesariamente mediante composición de lo particular, sino que pueden conocer lo particular mediante lo universal. Esto, además, permite atribuir un conocimiento más simple a los entes que son por definición más simples. Cuarto, que quienes defienden la eternidad del mundo no defienden la eternidad de los hombres, sino que defienden la eternidad de otras criaturas.
Con respecto a la creación, Buenaventura entonces defiende que Dios informa a la materia prima. Esto, sin embargo, no tiene que ser entendido como si la materia prima realmente existiera en el tiempo. La materia prima, como carece de forma, no existe ni puede existir. Se trata de un principio meramente constitutivo y potencial de las criaturas, concomitante con la misma creación.
Roberto Grosseteste encontraba, no obstante, un problema. Tanto las formas como la materia prima son principios inextensos, pero de ellos tiene que llegarse a la extensión. Para explicarlo, usaba la transmisión de la luz como metáfora de esa transmisión de actualidad. Dios y la materia prima son principios inextensos, pero, así como la luz, que es inextensa, se difunde en extensión, así sucede también con la formas que Dios imprime a la materia prima. Para este pensador, se trataba claramente de una metáfora, ya que las cosas no pueden tener varias formas sustanciales, pero Buenaventura se permite tomarlo con literalidad, ya que su visión metafísica no le impide aceptar que la materia tenga varias formas sustanciales. Por eso, para Buenaventura, la primera forma que Dios le imprime es la luz, que se replica en el espacio, otorgándole extensión y visibilidad.
Asimismo, Buenaventura sigue a Agustín de Hipona y a los estoicos y explica que la transición en el orden de la historia natural desde cuerpos que son simplemente tales, extensos y dotados con la capacidad de interactuar entre sí, hasta los complejos cuerpos de las plantas y los animales es explicada, en parte, mediante la influencia de los cuerpos celestes en los cuerpos terrestres y, en parte, mediante razones seminales. La materia tiene estructuras latentes que simplemente aguardan las circunstancias y condiciones correctas para emerger. Las mismas fueron sembradas en las criaturas durante su creación. Es mediante estas razones que Dios no solo intervino al comienzo de la creación, sino que interviene constantemente a lo largo de su desarrollo.
Buenaventura sostiene también el voluntarismo afectivo.