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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: [16] Jacques Le Goff y Jean-Claude Schmitt, Diccionario...

[16] Jacques Le Goff y Jean-Claude Schmitt, Diccionario razonado del Occidente medieval, pg. 745.

Santa Verónica, que debe su existencia -tardía- a la construcción de un nombre propio de persona a partir de dos palabras latinas vera icona, empleadas para designar la Santa Faz, es decir, la "verdadera imagen" del Salvador impresa en un sudario. Verónica se convierte, así, en una mujer joven que, en el trayecto de la subida al calvario, secó con un lienzo el sudor de Cristo... Ejemplos similares, por los cuales es el nombre el que crea la leyenda hagiográfica, son numerosos. Se cree que el apóstol Simón sufrió el martirio consistente en ser aserrado todo a lo largo de su cuerpo, tormento que comparte con el profeta Isaías y con el joven san Ciro. Estos tres nombres propios evocan, en efecto, el nombre de la sierra [la relación simbólica se observa mejor en el caso de san Ciro, partiendo del vocablo francés que emplea el autor en este caso, scie (sierra) y scier (aserrar) N. de la T.]... contribuyendo a crear en los tres casos una leyenda, unas imágenes y un carácter patronal. De forma inversa, santa Catalina de Alejandría, que sufrió el suplicio de la rueda, se transformó, felizmente, en patrona de todos los oficios que utilizaban o fabricaban ruedas, comenzando por los molineros y los carreteros... Paralelamente, una parte de los santos sanadores deben sus poderes terapéuticos o profilácticos únicamente a su nombre. La relación parlante entre el nombre del santo y el de la enfermedad no es la misma en diferentes lenguas; las virtudes de cada santo difieren según en país. En Francia, saint Maclou [san Macuto] es invocado contra un gran número de enfermedades que producen pústulas, forúnculos o clavos (clou), mientras que en Alemania el santo que desempeña un papel parecido es san Galo (die Galle, "bubón"). Por lo mismo, en los países germánicos san Agustín cura de la ceguera o aplaca el mal de ojo (die Augen), en tanto que para los mismos problemas, en Francia... se pide ayuda a santa Clara y en Italia o España a santa Lucía (juego de palabras a partir del latín lux, "luz"). Conocer un nombre propio es, pues, conocer la naturaleza profunda de quien lo lleva. De ahí esas innumerables glosas paraetimológicas... que hoy nos hacen gracia pero que en la Edad Media pasaban por ciertas.