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Leandro animó a Gregorio Magno a escribir su obra Moralia, sive Expositio in Job, terminada en el 595. Hay una carta de Liciniano de Cartagena a Gregorio Magno que dice que Leandro volvió de Constantinopla pasando por Cartagena llevando consigo la obra Moralia, sive Expositio in Job de Gregorio Magno. Por esto, los historiadores Justo Pérez de Urbel y Ángel Custodio Vega han considerado que Leandro hizo un viaje a Constantinopla hacia el 595.
Leovigildo murió en 586, siendo sucedido por Recaredo. Isidoro de Sevilla, en su obra De viris illustribus, dice que la aceptación del credo católico por parte de los godos se debió a la fe y habilidad de Leandro. Recaredo se convirtió al catolicismo en 587. Juan de Bíclaro dice que el III Concilio de Toledo de 589, que tuvo lugar en presencia del rey, fue posible gracias al obispo Leandro y al entonces abad Eutropio.
Isidoro de Sevilla y Juan de Bíclaro coinciden en señalar el gran prestigio que tuvo Leandro en toda Hispania.
En el III Concilio de Toledo tuvo que abordarse el problema de si "rebautizar" a los arrianos. Para resolver esto Leandro contaba con lo ya escrito por Agustín de Hipona, según el cual no se podía repetir el sacramento del bautismo. Se decidió que bastaba con abjurar de los errores, una unción con el crisma y la imposición de las manos.
Otro problema del III Concilio de Toledo fue si bautizar con una o tres inmersiones en agua. Para resolver la cuestión Leandro escribió a Gregorio Magno. La carta de Leandro no se conserva pero sí la de Gregorio Magno, escrita en 591, cuando ya era papa de la Iglesia católica. En su misiva, suscribe los argumentos de Leandro. Sobre la triple inmersión dice que sirve para dignificar la resurrección de Jesús al tercer día y que es acorde a la doctrina de la Trinidad pero sugiere una sola para que la gente no divida la Trinidad y para diferenciarse de herejes que practicaban la triple inmersión. Por esto, se decidió la inmersión simple.
En el III Concilio de Toledo se decidió también que los obispos, presbíteros y diáconos arrianos que se convirtiesen al catolicismo fuesen célibes. Solo los lectores no debían mantener el celibato.
Todo parece indicar que en el III Concilio de Toledo no se aceptó como válidas las ordenaciones arrianas, ya que en el II Concilio de Zaragoza del 592 se dice que los presbíteros arrianos y los obispos debían ser bendecidos para poder serlo de la Iglesia católica.
En el III Concilio de Toledo se decidió que los templos de los arrianos que se convirtiesen al catolicismo pasaban a ser propiedad de los obispos católicos de ese territorio. Los libros arrianos fueron condenados en el concilio pero no hay constancia de que fuesen destruidos por Recaredo. La única noticia de su quema es un relato posterior de pseudo-Fredegario.
En 590 Leandro presidió el I Concilio de Sevilla, en el que estuvieron presentes ocho obispos de la provincia Bética. En este concilio se rechazó que un obispo que careciera de herederos pudiese poner en libertad a un siervo que perteneciese a su Iglesia sin ofrecer una compensación adecuada.
En el I Concilio de Sevilla también se suscribió la doctrina del III Concilio de Toledo de que, si alguien sometido a celibato tenía en su casa a una mujer y había sospechas de que mantenía relaciones con ella, debía ser castigado por la Iglesia y vender esa mujer, dando el dinero a los pobres. A esto se añadió que si los presbíteros o diáconos no se apartaban de mujeres extrañas o de la "familiaridad de las criadas" tras el aviso del obispo, un juez se apoderaría de esas mujeres, las vendería y se daría el dinero a los pobres.
Los hermanos Leandro, Isidoro y Florentina fueron enterrados en la misma tumba con una cruz y un epitafio. El texto de este epitafio se conoce a raíz de cuatro manuscritos (dos en la Biblioteca Nacional Francesa de París, uno en la Biblioteca Nacional de Portugal de Lisboa y otro en la Biblioteca Municipal de Oporto) y de una Vita S. Isidori que hay en la Biblioteca Nacional de España de Madrid. En dicho epitafio figura también la fecha de la muerte de las tres personas: Leandro el 14 de marzo de 602, Isidoro el 4 de abril de 636 y Florentina el 28 de agosto de 633.
Leandro animó a Gregorio Magno a escribir su obra Moralia, sive Expositio in Job, terminada en el 595. Hay una carta de Liciniano de Cartagena a Gregorio Magno que dice que Leandro volvió de Constantinopla pasando por Cartagena llevando consigo la obra Moralia, sive Expositio in Job de Gregorio Magno. Por esto, los historiadores Justo Pérez de Urbel y Ángel Custodio Vega han considerado que Leandro hizo un viaje a Constantinopla hacia el 595.
Leovigildo murió en 586, siendo sucedido por Recaredo. Isidoro de Sevilla, en su obra De viris illustribus, dice que la aceptación del credo católico por parte de los godos se debió a la fe y habilidad de Leandro. Recaredo se convirtió al catolicismo en 587. Juan de Bíclaro dice que el III Concilio de Toledo de 589, que tuvo lugar en presencia del rey, fue posible gracias al obispo Leandro y al entonces abad Eutropio.
Isidoro de Sevilla y Juan de Bíclaro coinciden en señalar el gran prestigio que tuvo Leandro en toda Hispania.
En el III Concilio de Toledo tuvo que abordarse el problema de si "rebautizar" a los arrianos. Para resolver esto Leandro contaba con lo ya escrito por Agustín de Hipona, según el cual no se podía repetir el sacramento del bautismo. Se decidió que bastaba con abjurar de los errores, una unción con el crisma y la imposición de las manos.
Otro problema del III Concilio de Toledo fue si bautizar con una o tres inmersiones en agua. Para resolver la cuestión Leandro escribió a Gregorio Magno. La carta de Leandro no se conserva pero sí la de Gregorio Magno, escrita en 591, cuando ya era papa de la Iglesia católica. En su misiva, suscribe los argumentos de Leandro. Sobre la triple inmersión dice que sirve para dignificar la resurrección de Jesús al tercer día y que es acorde a la doctrina de la Trinidad pero sugiere una sola para que la gente no divida la Trinidad y para diferenciarse de herejes que practicaban la triple inmersión. Por esto, se decidió la inmersión simple.
En el III Concilio de Toledo se decidió también que los obispos, presbíteros y diáconos arrianos que se convirtiesen al catolicismo fuesen célibes. Solo los lectores no debían mantener el celibato.
Todo parece indicar que en el III Concilio de Toledo no se aceptó como válidas las ordenaciones arrianas, ya que en el II Concilio de Zaragoza del 592 se dice que los presbíteros arrianos y los obispos debían ser bendecidos para poder serlo de la Iglesia católica.
En el III Concilio de Toledo se decidió que los templos de los arrianos que se convirtiesen al catolicismo pasaban a ser propiedad de los obispos católicos de ese territorio. Los libros arrianos fueron condenados en el concilio pero no hay constancia de que fuesen destruidos por Recaredo. La única noticia de su quema es un relato posterior de pseudo-Fredegario.
En 590 Leandro presidió el I Concilio de Sevilla, en el que estuvieron presentes ocho obispos de la provincia Bética. En este concilio se rechazó que un obispo que careciera de herederos pudiese poner en libertad a un siervo que perteneciese a su Iglesia sin ofrecer una compensación adecuada.
En el I Concilio de Sevilla también se suscribió la doctrina del III Concilio de Toledo de que, si alguien sometido a celibato tenía en su casa a una mujer y había sospechas de que mantenía relaciones con ella, debía ser castigado por la Iglesia y vender esa mujer, dando el dinero a los pobres. A esto se añadió que si los presbíteros o diáconos no se apartaban de mujeres extrañas o de la "familiaridad de las criadas" tras el aviso del obispo, un juez se apoderaría de esas mujeres, las vendería y se daría el dinero a los pobres.
Los hermanos Leandro, Isidoro y Florentina fueron enterrados en la misma tumba con una cruz y un epitafio. El texto de este epitafio se conoce a raíz de cuatro manuscritos (dos en la Biblioteca Nacional Francesa de París, uno en la Biblioteca Nacional de Portugal de Lisboa y otro en la Biblioteca Municipal de Oporto) y de una Vita S. Isidori que hay en la Biblioteca Nacional de España de Madrid. En dicho epitafio figura también la fecha de la muerte de las tres personas: Leandro el 14 de marzo de 602, Isidoro el 4 de abril de 636 y Florentina el 28 de agosto de 633.