República Dominicana
Con la llegada en el 1527 de fray Francisco de Bobadilla, vicario general de los mercedarios, y otros 12 presbíteros, los mercedarios se extendieron por el Santo Cerro de La Vega, Santiago y Azua, construyendo en esos lugares monasterios, lo que contribuyó grandemente al afianzamiento de la devoción a la Virgen de Las Mercedes en toda la isla Española.
Los primeros años del siglo XVII trajeron consigo una serie de desgracias para la isla. Mientras Santo Domingo escapaba de los terremotos que habían devastado Santiago y La Vega en años anteriores, el 8 de septiembre de 1615, un terrible terremoto de magnitud nueve en la escala de Mercalli sacudió la ciudad. Este evento desencadenó una serie de réplicas que persistieron durante más de 40 días, dejando a su paso destrucción y cobrando la vida de 24 personas. Durante esos 40 angustiosos días, los habitantes se sumieron en un profundo horror. Buscando refugio bajo los techos del convento de la Merced y sus claustros, abandonaron sus hogares para implorar la protección divina.
La tradición cuenta que durante este período de angustia, la imagen de la Santísima Virgen de las Mercedes, resguardada en el convento, mostraba manifestaciones sorprendentes y sobrenaturales, alternando entre expresiones de tristeza y alegría. Estas señales extraordinarias se interpretaron como un llamado divino a la penitencia y se creyó que contribuyeron a la suspensión del terremoto.
Este episodio fue documentado de manera auténtica por el deán Diego de Manceda, y en la obra manuscrita de Tirso de Molina, titulada Historia de la Orden de la Merced, se narran los milagros de la Virgen durante el terremoto de 1615. La Real Audiencia de Santo Domingo y el cabildo de Santo Domingo proclamaron a la Virgen de las Mercedes como la patrona de la ciudad y de toda la isla Española. A partir de entonces, se celebraba anualmente una fiesta de gracias en los conventos para conmemorar ese acto de agradecimiento.
Desde épocas anteriores, a la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes se le atribuían milagros portentosos, respaldados por diversos relatos. Uno de los relatos más notables narra la experiencia de pescadores en Gran Canaria que, tras una pesca exitosa, quedaron atrapados en el mar debido a un fuerte viento. Sin brújula ni herramientas de navegación, solo con una pequeña vela como guía, sobrevivieron siete días sin comida después de arrojar su carga. En su desesperación, hicieron votos a diversas imágenes, y uno de ellos pensó en la Virgen de Santo Domingo. Prometieron visitar su templo desde cualquier lugar al que llegaran, incluso si debían hacerlo de rodillas y con la vela como símbolo de su compromiso. Poco después, avistaron tierra, creyendo que era África, pero resultó ser Santo Domingo de la Española, habiendo recorrido más de mil quinientas leguas en siete días. En agradecimiento, la pequeña embarcación y la vela se colocaron en una iglesia como testimonio del milagro. Este episodio, junto con otros favores milagrosos, llevó a la fundación de conventos de la Orden de la Merced en diferentes lugares, incluyendo Santiago y Azua, enriquecidos con lujosos ornamentos y valiosas riquezas.
El 21 de enero de 1691, en la batalla de Sabana Real de la Limonada, el Ejército Real de Santo Domingo llevó un estandarte con la imagen de la Virgen de las Mercedes y la invocó en su lucha contra los franceses, marcando así el fortalecimiento de su devoción. Al mismo tiempo, los soldados de la parte Este de la isla invocaron a la advocación Nuestra Señora de la Altagracia, cuya intervención fue crucial en la victoria de las fuerzas criollas. Este evento marcó el fortalecimiento de la devoción a la Virgen de las Mercedes y el inicio del culto a la Virgen de la Altagracia en toda la isla.
Inicialmente, la festividad de Nuestra Señora de las Mercedes solía celebrarse el 8 de septiembre, la fecha del mencionado terremoto. Sin embargo, en 1740, una Real Cédula de Felipe V de España cambió la fecha de la festividad al 24 de septiembre, en consonancia con la fecha establecida por el papa Inocencio XII en 1696.
En 1808, durante la guerra de la reconquista, la imagen de la Virgen de las Mercedes fue venerada por las tropas de Juan Sánchez Ramírez en las vísperas de la batalla de Palo Hincado. Las fuerzas criollas proclamaron a la Virgen como su guía espiritual en la lucha en favor de Fernando VII de España, llevando consigo la sagrada imagen en un estandarte. En julio de 1809, después de una victoria aplastante sobre las fuerzas francesas, Sánchez Ramírez entró triunfante en Santo Domingo llevando el estandarte que contenía la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes.
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Con la llegada en el 1527 de fray Francisco de Bobadilla, vicario general de los mercedarios, y otros 12 presbíteros, los mercedarios se extendieron por el Santo Cerro de La Vega, Santiago y Azua, construyendo en esos lugares monasterios, lo que contribuyó grandemente al afianzamiento de la devoción a la Virgen de Las Mercedes en toda la isla Española.
Los primeros años del siglo XVII trajeron consigo una serie de desgracias para la isla. Mientras Santo Domingo escapaba de los terremotos que habían devastado Santiago y La Vega en años anteriores, el 8 de septiembre de 1615, un terrible terremoto de magnitud nueve en la escala de Mercalli sacudió la ciudad. Este evento desencadenó una serie de réplicas que persistieron durante más de 40 días, dejando a su paso destrucción y cobrando la vida de 24 personas. Durante esos 40 angustiosos días, los habitantes se sumieron en un profundo horror. Buscando refugio bajo los techos del convento de la Merced y sus claustros, abandonaron sus hogares para implorar la protección divina.
La tradición cuenta que durante este período de angustia, la imagen de la Santísima Virgen de las Mercedes, resguardada en el convento, mostraba manifestaciones sorprendentes y sobrenaturales, alternando entre expresiones de tristeza y alegría. Estas señales extraordinarias se interpretaron como un llamado divino a la penitencia y se creyó que contribuyeron a la suspensión del terremoto.
Este episodio fue documentado de manera auténtica por el deán Diego de Manceda, y en la obra manuscrita de Tirso de Molina, titulada Historia de la Orden de la Merced, se narran los milagros de la Virgen durante el terremoto de 1615. La Real Audiencia de Santo Domingo y el cabildo de Santo Domingo proclamaron a la Virgen de las Mercedes como la patrona de la ciudad y de toda la isla Española. A partir de entonces, se celebraba anualmente una fiesta de gracias en los conventos para conmemorar ese acto de agradecimiento.
Desde épocas anteriores, a la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes se le atribuían milagros portentosos, respaldados por diversos relatos. Uno de los relatos más notables narra la experiencia de pescadores en Gran Canaria que, tras una pesca exitosa, quedaron atrapados en el mar debido a un fuerte viento. Sin brújula ni herramientas de navegación, solo con una pequeña vela como guía, sobrevivieron siete días sin comida después de arrojar su carga. En su desesperación, hicieron votos a diversas imágenes, y uno de ellos pensó en la Virgen de Santo Domingo. Prometieron visitar su templo desde cualquier lugar al que llegaran, incluso si debían hacerlo de rodillas y con la vela como símbolo de su compromiso. Poco después, avistaron tierra, creyendo que era África, pero resultó ser Santo Domingo de la Española, habiendo recorrido más de mil quinientas leguas en siete días. En agradecimiento, la pequeña embarcación y la vela se colocaron en una iglesia como testimonio del milagro. Este episodio, junto con otros favores milagrosos, llevó a la fundación de conventos de la Orden de la Merced en diferentes lugares, incluyendo Santiago y Azua, enriquecidos con lujosos ornamentos y valiosas riquezas.
El 21 de enero de 1691, en la batalla de Sabana Real de la Limonada, el Ejército Real de Santo Domingo llevó un estandarte con la imagen de la Virgen de las Mercedes y la invocó en su lucha contra los franceses, marcando así el fortalecimiento de su devoción. Al mismo tiempo, los soldados de la parte Este de la isla invocaron a la advocación Nuestra Señora de la Altagracia, cuya intervención fue crucial en la victoria de las fuerzas criollas. Este evento marcó el fortalecimiento de la devoción a la Virgen de las Mercedes y el inicio del culto a la Virgen de la Altagracia en toda la isla.
Inicialmente, la festividad de Nuestra Señora de las Mercedes solía celebrarse el 8 de septiembre, la fecha del mencionado terremoto. Sin embargo, en 1740, una Real Cédula de Felipe V de España cambió la fecha de la festividad al 24 de septiembre, en consonancia con la fecha establecida por el papa Inocencio XII en 1696.
En 1808, durante la guerra de la reconquista, la imagen de la Virgen de las Mercedes fue venerada por las tropas de Juan Sánchez Ramírez en las vísperas de la batalla de Palo Hincado. Las fuerzas criollas proclamaron a la Virgen como su guía espiritual en la lucha en favor de Fernando VII de España, llevando consigo la sagrada imagen en un estandarte. En julio de 1809, después de una victoria aplastante sobre las fuerzas francesas, Sánchez Ramírez entró triunfante en Santo Domingo llevando el estandarte que contenía la imagen de Nuestra Señora de las Mercedes.
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