Día Internacional de los Bancos
4 de diciembre
¿Por qué dedicamos un día a los bancos?
La economía mundial se enfrenta a mayores riesgos y a la volatilidad financiera, con un crecimiento mundial que probablemente haya alcanzado su nivel máximo. Los factores geopolíticos, las controversias comerciales, la volatilidad de los mercados financieros y factores no económicos, como los riesgos del cambio climático, obstaculizan aún más el crecimiento, la estabilidad y el desarrollo y contribuyen al aumento de la pobreza, la desigualdad y la vulnerabilidad. Cada vez es más urgente abordar los riesgos económicos y financieros sistémicos y las deficiencias estructurales que ponen en peligro la implementación de la Agenda 2030.
Las debilidades del sistema financiero mundial podrían plantear mayores riesgos para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Entre esos riesgos se encuentran la volatilidad de las corrientes internacionales de capital, resultantes del carácter de corto plazo de muchos elementos de los mercados internacionales de capital; la persistencia de los desequilibrios mundiales; los problemas de sostenibilidad de la deuda en los sectores público y privado; y el creciente poder de monopolio y políticas de competencia menos eficaces. El gran nivel de endeudamiento de las entidades públicas y privadas, en particular con productos derivados de mercados financieros fuertemente apalancados, aumenta la vulnerabilidad y alimenta los ciclos de expansión y contracción. La compresión de la proporción de los salarios en el ingreso ha exacerbado la desigualdad. El rápido ritmo de cambio tecnológico, aunque posiblemente proporcione nuevos recursos, también puede exacerbar los riesgos sistémicos mundiales.
En la Agenda de Acción de Addis Abeba se señaló que las estrategias de desarrollo sostenible cohesionadas, respaldadas por marcos nacionales de financiación integrados, constituirían el núcleo de los esfuerzos. En respuesta a la Agenda 2030, muchos países han revitalizado sus estrategias de desarrollo sostenible. Sin embargo, la mayoría de estas carecen de planes de financiación concretos para sufragar su aplicación.
A mediano y largo plazo, los cambios en el sistema monetario internacional, en particular los relacionados con el ajuste externo y los desequilibrios mundiales, podrían aumentar la volatilidad financiera, en particular en un período de incertidumbre política. Ese hecho pone de relieve la importancia de fortalecer la cooperación internacional y de garantizar recursos suficientes y una cobertura completa en la red de seguridad financiera mundial. En el marco de la actual estructura financiera, el riesgo cambiario relacionado con la financiación internacional necesaria suele ser asumido por los agentes de los países en desarrollo que menos capacidad tienen para gestionarlos.
Dada la complejidad del ambicioso conjunto de transformaciones necesarias para cumplir la Agenda 2030, la coherencia en todas las esferas de políticas es fundamental. Se comprende cada vez mejor la forma en que los reglamentos financieros afectan a los incentivos para la inversión en el desarrollo sostenible. En cambio, no se comprenden tan bien los efectos de los riesgos sociales y ambientales en la calidad del crédito y la estabilidad del sistema financiero. Las políticas y reglamentaciones deben complementarse para crear un sistema financiero sostenible. El sistema de regulación debe ser coherente con las medidas utilizadas para aumentar la sostenibilidad del sistema financiero privado, como la presentación de informes sobre sostenibilidad y la medición de los efectos.
Los bancos nacionales de desarrollo bien administrados pueden ayudar a los países a elaborar opciones de financiación para las inversiones relacionadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Estos bancos deberían ajustarse a los Objetivos de manera holística y tenerlos en cuenta en marcos nacionales de financiación integrados. La colaboración entre los bancos nacionales de desarrollo y los bancos multilaterales, a través de la cofinanciación o de acuerdos de préstamo, puede aumentar la financiación relacionada con los Objetivos mediante la complementariedad de los recursos internacionales y el conocimiento de los mercados locales.
En vista de que la consecución de la Agenda 2030 exige la maximización de las sinergias y la eliminación de compartimentos estancos, garantizar que los sistemas económicos y financieros sean coherentes con el desarrollo sostenible es fundamental; así como lo es el papel que pueden desempeñar los bancos nacionales y regionales de desarrollo eficientes en la financiación del desarrollo sostenible, particularmente en los sectores del mercado de crédito en que los bancos comerciales no participan plenamente y donde existen grandes lagunas de financiación, sobre la base de mecanismos de crédito racionales y del cumplimiento de medidas de salvaguardia sociales y ambientales. Ello incluye esferas como la infraestructura, la energía, la agricultura, la industrialización, la ciencia, la tecnología y la innovación sostenibles, así como la inclusión financiera y la financiación de las microempresas y las empresas pequeñas y medianas. Asimismo, los bancos nacionales y regionales de desarrollo desempeñan una importante función anticíclica, especialmente durante las crisis financieras en que las entidades del sector privado se vuelven muy reacias al riesgo. Por todo ello, se solicita a los bancos nacionales y regionales de desarrollo que amplíen sus contribuciones en estas esferas, y a los agentes públicos y privados internacionales pertinentes que apoyen a esos bancos de los países en desarrollo.
No obstante, debemos tener en cuenta que las políticas de financiación no funcionan de manera aislada. Los marcos de financiación integrados no solo deberían responder a las dificultades de financiación, sino también a las realidades de un panorama mundial cambiante. Por ejemplo, para luchar contra la desigualdad, incluida la desigualdad de género, las políticas nacionales deberán ocuparse de la reducción de la proporción de los salarios, el aumento de las vulnerabilidades, la digitalización y la creciente concentración del mercado, entre otras cuestiones. Los Gobiernos deberían volver a examinar sus políticas laborales, sistemas de protección social, políticas fiscales, políticas sobre competencia, políticas comerciales y normas y estrategias relativas al sector financiero para asegurarse de que estén en consonancia con las nuevas realidades.
4 de diciembre
¿Por qué dedicamos un día a los bancos?
La economía mundial se enfrenta a mayores riesgos y a la volatilidad financiera, con un crecimiento mundial que probablemente haya alcanzado su nivel máximo. Los factores geopolíticos, las controversias comerciales, la volatilidad de los mercados financieros y factores no económicos, como los riesgos del cambio climático, obstaculizan aún más el crecimiento, la estabilidad y el desarrollo y contribuyen al aumento de la pobreza, la desigualdad y la vulnerabilidad. Cada vez es más urgente abordar los riesgos económicos y financieros sistémicos y las deficiencias estructurales que ponen en peligro la implementación de la Agenda 2030.
Las debilidades del sistema financiero mundial podrían plantear mayores riesgos para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Entre esos riesgos se encuentran la volatilidad de las corrientes internacionales de capital, resultantes del carácter de corto plazo de muchos elementos de los mercados internacionales de capital; la persistencia de los desequilibrios mundiales; los problemas de sostenibilidad de la deuda en los sectores público y privado; y el creciente poder de monopolio y políticas de competencia menos eficaces. El gran nivel de endeudamiento de las entidades públicas y privadas, en particular con productos derivados de mercados financieros fuertemente apalancados, aumenta la vulnerabilidad y alimenta los ciclos de expansión y contracción. La compresión de la proporción de los salarios en el ingreso ha exacerbado la desigualdad. El rápido ritmo de cambio tecnológico, aunque posiblemente proporcione nuevos recursos, también puede exacerbar los riesgos sistémicos mundiales.
En la Agenda de Acción de Addis Abeba se señaló que las estrategias de desarrollo sostenible cohesionadas, respaldadas por marcos nacionales de financiación integrados, constituirían el núcleo de los esfuerzos. En respuesta a la Agenda 2030, muchos países han revitalizado sus estrategias de desarrollo sostenible. Sin embargo, la mayoría de estas carecen de planes de financiación concretos para sufragar su aplicación.
A mediano y largo plazo, los cambios en el sistema monetario internacional, en particular los relacionados con el ajuste externo y los desequilibrios mundiales, podrían aumentar la volatilidad financiera, en particular en un período de incertidumbre política. Ese hecho pone de relieve la importancia de fortalecer la cooperación internacional y de garantizar recursos suficientes y una cobertura completa en la red de seguridad financiera mundial. En el marco de la actual estructura financiera, el riesgo cambiario relacionado con la financiación internacional necesaria suele ser asumido por los agentes de los países en desarrollo que menos capacidad tienen para gestionarlos.
Dada la complejidad del ambicioso conjunto de transformaciones necesarias para cumplir la Agenda 2030, la coherencia en todas las esferas de políticas es fundamental. Se comprende cada vez mejor la forma en que los reglamentos financieros afectan a los incentivos para la inversión en el desarrollo sostenible. En cambio, no se comprenden tan bien los efectos de los riesgos sociales y ambientales en la calidad del crédito y la estabilidad del sistema financiero. Las políticas y reglamentaciones deben complementarse para crear un sistema financiero sostenible. El sistema de regulación debe ser coherente con las medidas utilizadas para aumentar la sostenibilidad del sistema financiero privado, como la presentación de informes sobre sostenibilidad y la medición de los efectos.
Los bancos nacionales de desarrollo bien administrados pueden ayudar a los países a elaborar opciones de financiación para las inversiones relacionadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Estos bancos deberían ajustarse a los Objetivos de manera holística y tenerlos en cuenta en marcos nacionales de financiación integrados. La colaboración entre los bancos nacionales de desarrollo y los bancos multilaterales, a través de la cofinanciación o de acuerdos de préstamo, puede aumentar la financiación relacionada con los Objetivos mediante la complementariedad de los recursos internacionales y el conocimiento de los mercados locales.
En vista de que la consecución de la Agenda 2030 exige la maximización de las sinergias y la eliminación de compartimentos estancos, garantizar que los sistemas económicos y financieros sean coherentes con el desarrollo sostenible es fundamental; así como lo es el papel que pueden desempeñar los bancos nacionales y regionales de desarrollo eficientes en la financiación del desarrollo sostenible, particularmente en los sectores del mercado de crédito en que los bancos comerciales no participan plenamente y donde existen grandes lagunas de financiación, sobre la base de mecanismos de crédito racionales y del cumplimiento de medidas de salvaguardia sociales y ambientales. Ello incluye esferas como la infraestructura, la energía, la agricultura, la industrialización, la ciencia, la tecnología y la innovación sostenibles, así como la inclusión financiera y la financiación de las microempresas y las empresas pequeñas y medianas. Asimismo, los bancos nacionales y regionales de desarrollo desempeñan una importante función anticíclica, especialmente durante las crisis financieras en que las entidades del sector privado se vuelven muy reacias al riesgo. Por todo ello, se solicita a los bancos nacionales y regionales de desarrollo que amplíen sus contribuciones en estas esferas, y a los agentes públicos y privados internacionales pertinentes que apoyen a esos bancos de los países en desarrollo.
No obstante, debemos tener en cuenta que las políticas de financiación no funcionan de manera aislada. Los marcos de financiación integrados no solo deberían responder a las dificultades de financiación, sino también a las realidades de un panorama mundial cambiante. Por ejemplo, para luchar contra la desigualdad, incluida la desigualdad de género, las políticas nacionales deberán ocuparse de la reducción de la proporción de los salarios, el aumento de las vulnerabilidades, la digitalización y la creciente concentración del mercado, entre otras cuestiones. Los Gobiernos deberían volver a examinar sus políticas laborales, sistemas de protección social, políticas fiscales, políticas sobre competencia, políticas comerciales y normas y estrategias relativas al sector financiero para asegurarse de que estén en consonancia con las nuevas realidades.