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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Profesión anticipada:...

Profesión anticipada:

Tres semanas después de haber recibido el hábito, Bernardette enfermó de gravedad con un nuevo ataque de tuberculosis y tuvo que ser puesta en la enfermería.

Esta crisis de sofocación asmática y de tos fue tan seria que el médico pensaba que su muerte era inminente.

La Madre Superiora llamó al Obispo y este le administró el Sacramento de Extrema Unción, pero ella no pudo recibir el Viático porque constantemente estaba vomitando sangre. Pensando que Bernardette estaba a punto de morir, la Madre Superiora quiso darle el consuelo de pronunciar sus votos. Habló con el Obispo, y la comunidad dio su aprobación unánime.

Sabiendo lo que iban a hacer, Bernardette respondió con una sonrisa de agradecimiento. Fue el Obispo Forcade quien presidió la ceremonia. Bernardette dio su consentimiento por medio de signos ya que no podía hablar. Entonces le fue dado el velo de profesa. Se pensaba que estaba a punto de morir, pero Bernardette siempre ponía su salud en las manos de la Virgen.

La nueva religiosa se durmió y se despertó a la mañana siguiente en un estado de felicidad que ella declaró a su Superiora: "Mi Reverenda Madre, usted me hizo hacer la profesión religiosa porque pensaba que iba a morir. Bueno, mire no voy a morir."

La Madre Superiora entonces le respondió: "Tonta, tú sabías que no ibas a morir y no nos lo dijiste. En este caso, si no has muerto para mañana en la mañana, te quitaré el velo."

Y la hermana María Bernarda, con admirable sumisión heroica, le respondió simplemente:

"Como usted desee, reverenda Madre." Y a pesar del dolor que esto le causaba, supo aceptar este cáliz que el Señor le enviaba.

Su madre murió en Diciembre 8, 1866, tenía 45 años y esta fue una de las tristezas más grandes que experimentó. En medio de su dolor dijo al Señor:

" ¡Mi Dios, tú lo has querido! Yo acepto el cáliz que me das. Que tu Nombre sea bendito."

Durante su noviciado, Bernardette fue tratada más severamente y quizás más cruelmente que las otras novicias. Sus compañeras decían: "No es bueno ser Bernardette." Pero ella lo aceptaba todo y veía en ello la mano de Dios.

Bernardette profesó el 30 de octubre de 1867 con el nombre de Sor María Bernarda. Tenía 23 años. Sin embargo, la felicidad de ese momento fue teñida por una ruda humillación.

Cuando llegó el momento de distribuir a las nuevas profesas los trabajos, la Madre Superiora respondió a la pregunta del Obispo: " ¿Y la hermana Marie Bernard? "Oh, Señor Obispo, no sabemos que hacer. Ella no es buena para nada" Y prosiguió: "Si desea, Señor Obispo, podemos tratar de usarla ayudando en la enfermería." A lo cual el Obispo consintió. La hermana Marie Bernard recibió el dolor de esta humillación en su corazón, pero no protestó, ni lloró, simplemente aceptó el cáliz.

Otro cáliz que pronto tomaría fue la muerte de su padre en 1871, 6 años después que su mamá. Supo de la muerte de su papá, a quien no había visto mas desde que dejó Lourdes, pero sabía que había muerto en la fe.

Una hermana la encontró llorando a los pies de la estatua de la Virgen y cuando la hermana la iba a consolar ella le dijo:

"Mi hermana, siempre ten una gran devoción a la agonía de nuestro Salvador. El Sábado en la tarde le oré a Jesús en agonía por todos aquellos que morirían en ese momento, y fue precisamente en el mismo momento en que mi padre entró a la eternidad. Que consuelo para mí el quizás haberle ayudado."

Muchas tribulaciones tuvo que pasar; humillaciones, grandes y pequeñas se apilaban sobre ella y ella decía:

"Cuando la emoción es demasiado fuerte, recuerdo las palabras de nuestro Señor. Soy Yo, no tengan miedo." El rechazo y humillaciones de mis Superioras y compañeras inmediatamente agradezco a nuestro Señor por esta gran gracia. Es el amor de este Buen Maestro el que hará desaparecer el árbol del orgullo en sus malas raíces. Mientras más pequeña me hago, más crezco en el Corazón de Jesús."

A Bernardette se le concedió un gran regalo al comienzo de 1874. Había sido asistente de enfermería, un trabajo que amaba mucho, pero sus fuerzas se disminuían.

Después de un ataque de bronquitis en el otoño de 1873, por el cual tuvo que ir al hospital, se determinó que estaba muy débil para seguir ayudando en la enfermería y se le dio el trabajo de menos esfuerzo físico en el Convento, el cual era al mismo tiempo el más importante, y el cual ella amó mucho más que el de ayudante de enfermería; la nombraron asistente de sacristán.

Su nueva posición le daba la oportunidad de pasar mucho tiempo en la capilla, cerca del Santísimo Sacramento. Estaba casi sin supervisión, lo que le permitía hablarle al Señor en el Tabernáculo, sin que nadie pensara que ella era extraña.

Manejaba todos los artículos sagrados con gran reverencia. El corporal, los purificadores y las albas los trataba consciente que Jesús Encarnado los había tocado durante el Sacrificio de la Eucaristía. Por eso no permitía que nadie le ayudase en este ministerio.

Pero este regalo no duró por mucho tiempo ya que su salud constantemente empeoraba. A partir de 1877 no es más que una inválida. Se le provee cuidado lo más posible y ella obedece todas las prescripciones.

Pronunció sus votos perpetuos el 22 de septiembre de 1878, en un tiempo en que se sentía mejor. Pero no duró mucho. Al siguiente 11 de diciembre, retornó a la enfermería, para nunca más salir. Sus últimos meses fueron muy difíciles, haciéndole pasar por la noche oscura del alma. Perdió confianza, la paz del corazón y la certeza del cielo. Fue tentada al desánimo y desesperación. Pensaba que era indigna de la salvación. Este fue su cáliz más amargo y su sufrimiento mayor.

También sufría mucho físicamente. La cama le causó tener la espalda repleta de llagas. Su pierna tuberculosa se le reventó. Desarrolló abscesos en los oídos, los que la hicieron prácticamente sorda por un tiempo. Si no hubieran sido tan evidentes sus síntomas, nadie se hubiese sospechado que estaba enferma. Su actitud tan serena y gozosa no manifestaba el profundo sufrimiento que padecía. No perdió su fortaleza y su aceptación.

A una hermana le dijo que iba a orar para que el Señor le mandara consolación, ella le respondió:

"No, no, no consolación, sólo fortaleza y paciencia."

Bernardette padeció su pasión durante la Semana Santa de 1879. El día 16 de Abril de 1879 rogó a las religiosas que la asistían que rezaran el rosario, siguiéndolo ella con gran fervor. Al acabar un Ave María, sonrió como si se encontrara de nuevo con la Virgen de la Gruta y murió. Eran las 3:15 PM.

Sus últimas palabras fueron la conclusión del Ave María: "Santa María, Madre de Dios, ruega por mí pobre pecadora... pecadora..."

Su cuerpo fue puesto en la pequeña Capilla Gótica, situada en el centro del jardín del Convento y la que estaba dedicada a San José. Fue en esta Capilla en la que, después de 30 años, en Septiembre 22, 1909, reconocieron el cuerpo, en vista al proceso de Beatificación diocesano. El cuerpo fue hallado en perfecto estado de preservación. Su piel dura, pero intacta, mantuvo su color. Hubo un segundo reconocimiento en Abril 18, 1925, poco antes de su Beatificación el 12 de Junio de 1925.

Bernardette fue Canonizada el 8 de Diciembre de 1933. Y celebramos su fiesta el día en que partió a la casa del Padre, el 16 de Abril.

Lourdes se ha convertido en el santuario Mariano mas visitado de Europa y el segundo en el mundo, después del Santuario de la Virgen de Guadalupe en México. Infinidad de enfermos han sido sanados en las aguas milagrosas de Lourdes, pero el mayor milagro siguen siendo las muchísimas conversiones del corazón.

Santa Bernardette todavía se puede observar incorrupta en su capilla en Nevers, dentro de un féretro de cristal donde parece estar dormida. Su dulzura y paz aun toca los corazones.

¡Santa Bernardette, ruega por nosotros!