Oposición a su trabajo
Aunque su fama de santidad cundía por toda la ciudad, aunque su provincial llegó a decir que él solo trabajaba por seis sujetos, y aunque no le faltaron a Pedro Claver cartas laudatorias del padre General de la Compañía, muchos otros se opusieron a su trabajo y a su persona. Los informes que enviaban a Roma decían de él que era «mediocre de ingenio», «de prudencia exigua», «muy melancólico». También le llegaron avisos de la curia acusándolo de «abusar de sus intérpretes a expensas del Colegio», de «retener en su poder depósitos de dinero sin precisar si era con facultad de los superiores locales», y tener en el aposento botijas de vino, que usaba para sus negros. Asimismo, le llamaron la atención por reprender a una dama española que se pavoneaba en la iglesia de su guardainfante. Otros jesuitas no veían con buenos ojos que Claver diera preferencia a los negros sobre los blancos, temas que incluían en sus cartas acusatorias a Roma.
Claver enfrentó una pertinaz oposición por parte de las autoridades civiles y comerciales, quienes sospechaban que el ministerio del sacerdote socavaba su lucrativo comercio. Pero los traficantes de esclavos no eran los únicos enemigos de Pedro Claver. El misionero fue acusado de exceso de celo y de haber profanado los sacramentos al darlos a «criaturas que apenas poseían alma». Importantes mujeres de Cartagena se negaron a entrar en la iglesia en la que el Padre Claver reunía a sus negros. Los superiores del santo eran a menudo influenciados por las muchas críticas que llegaban a ellos. Sin embargo, Claver continuó su trabajo, aceptando todas las humillaciones y añadiendo rigurosas penitencias a sus obras de caridad.
Aunque su fama de santidad cundía por toda la ciudad, aunque su provincial llegó a decir que él solo trabajaba por seis sujetos, y aunque no le faltaron a Pedro Claver cartas laudatorias del padre General de la Compañía, muchos otros se opusieron a su trabajo y a su persona. Los informes que enviaban a Roma decían de él que era «mediocre de ingenio», «de prudencia exigua», «muy melancólico». También le llegaron avisos de la curia acusándolo de «abusar de sus intérpretes a expensas del Colegio», de «retener en su poder depósitos de dinero sin precisar si era con facultad de los superiores locales», y tener en el aposento botijas de vino, que usaba para sus negros. Asimismo, le llamaron la atención por reprender a una dama española que se pavoneaba en la iglesia de su guardainfante. Otros jesuitas no veían con buenos ojos que Claver diera preferencia a los negros sobre los blancos, temas que incluían en sus cartas acusatorias a Roma.
Claver enfrentó una pertinaz oposición por parte de las autoridades civiles y comerciales, quienes sospechaban que el ministerio del sacerdote socavaba su lucrativo comercio. Pero los traficantes de esclavos no eran los únicos enemigos de Pedro Claver. El misionero fue acusado de exceso de celo y de haber profanado los sacramentos al darlos a «criaturas que apenas poseían alma». Importantes mujeres de Cartagena se negaron a entrar en la iglesia en la que el Padre Claver reunía a sus negros. Los superiores del santo eran a menudo influenciados por las muchas críticas que llegaban a ellos. Sin embargo, Claver continuó su trabajo, aceptando todas las humillaciones y añadiendo rigurosas penitencias a sus obras de caridad.