Ofertas de luz y gas

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Del «confesonario para negros» al leprosario...

Del «confesonario para negros» al leprosario

Su afecto a los negros bozales se extendía a su defensa frente a sus amos, como atestigua la negra Isabel Folupo. Cuando sabía que alguno flagelaba a sus esclavos, se presentaba en la casa y con súplicas o con autoridad les pedía que no los azotaran. Su confesonario estaba reservado para los negros, mientras que grandes personajes de la ciudad tenían que hacer cola detrás de ellos si querían confesarse con el jesuita. Así lo comentó uno de sus testigos:

Mientras había negros esclavos, en vano había que intentar confesarse con él; después de éstos venían los pobres y luego, a falta de unos y de otros, los niños de la escuela. Sentía mucho que otra gente, y más si era autoridad, se mezclase entre sus humildes penitentes; a los caballeros decía que les sobraban confesores, y a las señoras que era estrecho su confesonario para guardainfantes, que sólo era capaz para los pobres negros. Nota 4​

Hermano Nicolás, citado por José María Iraburu en su libro Hechos de los apóstoles en América

.

De su predilección por los enfermos daba testimonio una persona negra, pobre y esclavizada que vivía en una choza junto a la muralla, o una ciega que lo visitó fielmente en su bohío durante diez años. Durante la peste de la viruela que se cebó en Cartagena en 1633 y 1634, Pedro Claver se multiplicó para atender a los damnificados hasta agotar a dos y tres de sus compañeros. Su manteo servía de vestido para los desnudos recién llegados, de almohada y de cama para los enfermos. Su intérprete Sacabuche contaba que hubo días en que tuvo que lavar el manteo del padre Claver hasta siete veces. En vísperas de Pascua reunía a todos las personas negras de la ciudad para que cumplieran el precepto, los confesaba, les daba la comunión y él mismo les servía un modesto desayuno. También alguna vez con la disciplina con la que se flagelaba irrumpió en alguna danza nocturna, cuando los africanos se emborrachaban o prostituían.

Además acudía regularmente a la leprosería, Hospital de San Lázaro, cuidada por los Hermanos de san Juan de Dios. Allí barría, arreglaba las camas, daba de comer a los enfermos y les llevaba pequeños frascos de licor. Conseguía mosquiteros, limosnas, medicinas y comida para aquel pobre hospital que era un conjunto de bohíos que llegó a albergar hasta setenta leprosos. Los días de fiesta les llevaba una comida más fina y una banda de música.