Tomada de los hermanos protestantes, la fórmula que los católicos adoptamos en el Concilio Vaticano II, relata monseñor Buenanueva, es “la Iglesia está siempre en reforma”, porque “sus miembros somos imperfectos y el Evangelio siempre nos queda grande. Parafraseando al Papa Francisco: somos un pueblo de pecadores amados y perdonados”, añadió.