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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: El gatito también lo había visto con sus grandes ojos...

El gatito también lo había visto con sus grandes ojos verdes; le había dado la vuelta mirándolo por todas partes. También lo había visto el perro guardián con sus ojos cariñosos; el canario amarillo lo había contemplado con los ojillos negros antes de dormirse en un rincón de su jaula. Hasta los ratoncillos grises, a pesar del tremendo miedo que les daba el gato, se habían atrevido a echar un vistazo al árbol en un momento en que no había nadie.
Pero no todos habían tenido tanta suerte; alguien no lo había visto. Eran… ¡las arañas!
Las arañas, como sabéis, viven en los rincones. En los rincones soleados de las buhardillas y en los oscuros rincones de los sótanos. Habían resuelto contemplar el magnífico árbol, igual que los demás de la casa. Pero desgraciadamente, justito antes de Navidad hubo un barullo de limpieza en toda la casa; las criadas lo habían recorrido todo, barriendo, fregando, sacudiendo, encerando, desde el sótano hasta la buhardilla. La escoba llegaba a todos los rincones –ris ras, ris ras- y el plumero no dejaba una telaraña, zip zap, zip, zap. Nadie podía parar en casa con tal batiburrillo. Por eso ellas no habían podido ver el árbol de Navidad.