La luna enterrada
Hace mucho mucho tiempo, mucho antes de los tiempos de nuestros abuelos, en la región inglesa de los Carland, todo eran pantanos, charcos de agua negra y chorros ascendentes de agua verde y musgos blandos que salpicaban cuando los pisabas sin querer. Como bien decían todos los hombres del lugar y de aquel tiempo, y se ha ido contando, hubo una vez en que la luna fue enterrada y muerta. Pero, normalmente, la luna salía día tras día, y brillaba tanto que uno se sentía igual de seguro que durante el día con ella, a pesar de lo difícil que era andar por aquella ciénaga. Sin embargo, cuando fue enterrada, su brillo cesó, y las criaturas de la oscuridad camparon a sus anchas haciendo el mal y sembrando el pánico.
Hace mucho mucho tiempo, mucho antes de los tiempos de nuestros abuelos, en la región inglesa de los Carland, todo eran pantanos, charcos de agua negra y chorros ascendentes de agua verde y musgos blandos que salpicaban cuando los pisabas sin querer. Como bien decían todos los hombres del lugar y de aquel tiempo, y se ha ido contando, hubo una vez en que la luna fue enterrada y muerta. Pero, normalmente, la luna salía día tras día, y brillaba tanto que uno se sentía igual de seguro que durante el día con ella, a pesar de lo difícil que era andar por aquella ciénaga. Sin embargo, cuando fue enterrada, su brillo cesó, y las criaturas de la oscuridad camparon a sus anchas haciendo el mal y sembrando el pánico.