En 1938 se instala en Argentina. Desde entonces se gana la vida con libros y traducciones y frecuenta otros ilustres exiliados como Niceto Alcalá-Zamora. Publica, con Federico Fernández-Castillejo, La marina argentina en el drama español: heroísmo criollo, donde proporciona más detalles acerca de su huida de España. Consigue trabajar de tapadillo como abogada en un bufete de Buenos Aires. Nueve años más tarde, en las Navidades de 1947, regresa a Madrid, vía Barajas y se aloja en casa de Elisa Soriano. No la detienen. Sin embargo está fichada por el Tribunal de Represión de la Masonería. En febrero del año siguiente Clara deja Madrid y regresa a Buenos Aires.