OFERTA LUZ: 5 Cts/kWh

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Con qué actitud se enfrentaba ésta, en su versión española,...

Con qué actitud se enfrentaba ésta, en su versión española, con la institución eclesiástica y sus miembros? Guiados por el ejemplo galo, algunos de los escasos estudios sobre el tema han recargado las tintas en las indudables y numerosas lacras que presentaba la situación interna del ordo clericales. Fallas que justificarían sobradamente las críticas de ciertas esferas elitistas, cuyo alcance y penetración se magnifican con desmesura. Probablemente, una vez rematadas las monografías necesarias, se acuse en dicha tesis un frecuente y comprensible error de perspectiva, producto de la excesiva dimensión concedida a los testimonios provenientes de los estratos intelectuales a las denuncias de sus detractores, a la manera de Cevallos o Forner. Incluso otorgando a tales datos una amplia relevancia, es evidente, por ejemplo, que la crítica anticlerical no puede parangonarse con el volumen y la proyección de la sátira política, meticulosamente analizada en fecha reciente por Teófanes Egido y Aguilar Piñal.

Obviamente, el estamento clerical no estaba, empero, dominado por el angelismo ni tan siquiera atravesaba por un estado de buena salud. Toda institución tiene sus albañales y sus elementos corruptores. Los más visibles de la expresión temporal de la Iglesia del momento radicaban en la implacable fiscalidad de ciertos organismos y cuerpos, en la leonina usura de buena porción de sus miembros, en el nepotismo sin freno, el rutinarismo, la relajación de la disciplina de algunas órdenes, el recelo, en fin, con que observaba el avance de corrientes aún no decantadas, a las que siempre contraponía el viejo adagio Bona non nova, nova non bona... Los ejemplos son tan conocidos y múltiples que una breve síntesis como la presente puede ahorrarse su anotación. Más importante es señalar que, a despecho de este estado de cosas y del tradicional anticlericalismo nacional, el crédito de la Iglesia y sus ministros era elevado en la España borbónica. En términos generales, continúan firmes las líneas trazadas en dicho terreno por Domínguez Ortiz hace veinte años en la Sociedad española del siglo XVIII y ratificadas posteriormente por el mismo historiador.