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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

Allá por los principios del siglo XX, mientras las amas de casa "pasaban su tiempo" moliendo los granos aromáticos de un tostado café, en molinillos como este o parecidos, algunos maridos "se entretenían" en escribir CARTAS ABIERTAS a los Ilustres Señores que gobernaban España en aquellos años.
Solían ser cartas tan "respetuosas" como esta:...

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Miríficos, respetables y serenísimos señores míos:

Yo, uno de los pocos españoles que quedan, prendados de lo bueno, conocedor de la gran campaña que han emprendido ustedes para corregir y morigerar las torcidas mañas de nuestro pueblo, y las sapientísimas precauciones que adoptaron para curarnos de toda viciosa levadura; tales como perseguir a la primavera porque todo lo "reverdece", y al otoño porque "desnuda" a los árboles... no puedo abstenerme de entrar en liza, pluma en ristre, dispuesto a denunciar cuantos pecadillos se me alcancen y a secundar con mi trabajo el regenerador esfuerzo de los cuarenta y nueve prudentísimos Panzas encargados de componer las abolladuras y desmoronamientos de esta blandengue y desgobernada Ïnsula Barataria...

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Ustedes, ilustrados gobernantes míos, ignoran la mitad de lo malo que ocurre en esta Bendita España que alguien llamó muy donosamente, el ojito derecho del mundo... Ustedes sabrán, por ejemplo, lo que ocurre en los Casinos, porque nunca falta un ojo policíaco que avizore por entre los pliegues de una cortina las ruinosas peripecias de una sala de juego; y lo que se escribe en las redacciones, y lo que se maquina en los mitins, porque hay multitud de celosos correveidiles encargados de transmitir a ustedes estas diversas pulsaciones del vivio y la opinión...

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Pero, en cambio, están ustedes ayunos de lo más vulgar, de aquello que ocurre diariamente en la calle, porque estos desafueros de la tentación vagabunda que no se recata del sol no llegan a las frías y austeras dependencias de los Gobiernos...

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Conque, ¿ustedes no saben a lo que me refiero?

Pues el asunto que motiva la presente carta es impotantísimo, trascendental; (y lo explicaré mañana si Dios quiere...)

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Bien, pues sigamos con la carta...

Pues el asunto que motiva la presente carta es importantísimo, trascendental; nos hallamos en una situación insostenible: la mina va a explotar... la mecha está encendida... ¡En fin! para decirlo de una vez y en estilo menos académico y soplado: ¡Señores gobernadores: la cosa está que arde!...

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Ríanse ustedes de cuantos optimistas aseguran que la República vendrá remolcada por tal o cual hombre público, o de los que esperan que el terrible socialismo triunfará en brazos de su Majestad el Hambre, y de los pesimistas que nos juzgan rendidos e incapaces de rednción...

¡Quiá!... En España, o mucho me engaño, andaremos muy pronto a tiros... Sí, señores; ¡a tiros!... Este sangriento galimatías no lo motivará la fe política de los unos ni la penuria de los demás, sin... ¿Quién pudo creerlo?... ¡Nuestras encantadoras mujeres!...

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Después una vez iniciado el cotarro, es posible que todos los trapillos sucios salgan a relucir y queden lavados en la misma jabonadura, pero conste siempre que las principales motoras de esta zaranbanda "femenino-político-social", serán ellas... ¡y nada más que ellas!...

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Me explicaré:

El invierno, envolviendo en pieles los encantos de nuestras compañeras y paralizando las eléctricas vibraciones de nuestros nervios, es una estación honesta y casta, durante la cual no es Satanás, ciertamente, quien lleva la mejor parte...

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El verano tampoco es gran compadre del pecado, porque el calor relaja los músculos, enerva la sensibilidad y los malos deseos se ahogan en las playas o se dulcifican con las duchas... Pero, ¡los días de sol!... Los días de sol son la tibia y perfumada tentadora que recluta más voluntarios para el Infierno; y los meses que se avecinan, como dice nuestro gran Campoamor, son los enemigos capitales de la virtud...

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En los meses primaverales en que los lujuriantes efluvios del estío vecino despiertan los libidinosos apetitos que aterío el invierno, fortaleciendo las pulsaciones del corazón y aturdiéndonos con el martilleo de las sienes pletóricas de sangre, las mujeres constituyen una obsesión, un incentivo perenne, pertinaz, como un remordimiento...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
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No somos nosotros, señores gobernantes, los responsables únicos de este piacnte desasosiegosensual... ¡Son ellas!... que nos excitany emborrachan... con el tósigo de sus hechizos...