Compramos energía a futuro

ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

Cuando me sacaron esta foto, sujetando una muñeca de cartón con mi mano izquierda, poco podía imaginar que existía en el mercado una, por la que todas las chicas de entonces "se pirriaban".
Yo ya sabía, y había "deshecho", en el mejor sentido literal de la palabra, que existía una a la que se le llamaba Pepona y su creador había sido, según supe más tarde, un señor que se llamaba Emilio Gil Moreno, de murcia.
ESte señor, fabricante de juguetes, en los años 20 ya había publicitado a sus muñecas como "Su majestad la Pepona"; tenía el pelo pintado en la cabeza, y los calcetines y zapatos en las piernas y pies. Esta muñeca, la Pepona, estaba fabricada en cartón-piedra, llevaba un clavo en la espalda que unía el traje con la muñeca y valía 5 pesetas....

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La Pepona que yo tuve, como ya he dicho en el anterior mensaje, la "deshice" en una artesa llena de agua que mi madre tenía preparada para lavar "los paños de hacer el queso". Se me ocurrió meterla en remojo para bañarla, y como era de cartón, pues... ¡Me quedé sin Pepona!

Como suele ocurrirme muchas veces, me he ido por los cerros de Úbeda, pues no era de mi muñeca Pepona de quién quería hablaros.
Quería hablaros de la muñeca llamada Mariquita Pérez, por la que todas las chicas se "pirriaban".
Nació Mariquita unos diez años más o menos antes que yo, y "su mamá" fue una señora que se llamaba Leonor Coello de Portugal, que se asoció con el fin de lanzarla al mercado con su amiga Pilar Luca de Tena.
Las nuevas colaboradoras contactaron con un juguetero artesano llamado Onil Bernabé Molina y unos días más tarde, el 11 de noviembre de 1940 llegan a las jugueterías las primeras mil muñecas Mariquita...

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Muchas modistas fueron las que cosieron en aquellos años los vestidos de esta niña "bien", y digo niña bien porque sus creadoras no tardan en proporcionar una identidad a un juguete que quiere ser el fiel reflejo de la burguesía franquista.
Mariquita Pérez, al principio, el cuerpo lo tiene como Pepona, de cartón-piedra, y sólo la cara, la tiene de porcelana. LLeva una peluca de cabello natural, los ojos pintados y fijos, y más tarde se añaden pestañas móviles. Los brazos son articulados y pintados al duco; lleva ropa interior bajo la falda o vestido, zapatillas "topolino" de esparto, y vale, en aquellos años de posguerra, la friolera de entre 85 y 100 pesetas, que viene a ser lo que cobra un ciudadano medio por 10 días de trabajo...

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Eran tantos los trapos de Mariquita que los escaparates de las jugueterías donde se exhiben al público llegan a convertirse en una suerte de tiendas de alta costura. Llamarlas "Boutiques", como correspondería, estaba prohibido. Los extranjerismos no tenían cabida en la Nueva España de los años 40...

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Suerte que entonces, como dije antes, no conocía yo a la Srta. Pérez, porque de haberlo sabido, seguro que algún azote en el culo me hubiese ganado, porque conociéndome como me "conozgo", seguro que hubiese tenido ganas de tener una muñeca tan preciosa, y de estar todo el día con la misma "pejiguera": ¡YO QUEDO UNA MUNECAAAAAAAAA MARIQUITAAAAAAAAAAA, HIP, HIP. YO QUEDO UNA MUNECAAAAAAAAA.......!