ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: ......

PROFETA DE LA ERA ESPACIAL.

Al igual que el satélite de comunicaciones que él ideó originalmente, Arthur Clarke, autor de novelas de ciencia ficción y hombre polifacético, pasó gran parte de su tiempo dando la vuelta al mundo. Una semana podía estar buceando en busca de tesoros sumergidos frente a la isla de Ceilán, donde tenía su residencia, y a la quincena siguiente se le podía encontrar asistiendo a la proyección de una de sus películas.

2001: Una odisea del espacio, la escribió junto con el productor y director Stanley Kubrick; siete días después se podía hallar en Viena, en una conferencia de Naciones Unidas acerca de la exploración y el aprovechamiento pacífico del espacio exterior; o bien encerrado en un barrio de Londres escribiendo una nueva novela de ciencia-ficción. Aunque el propio Clake se burlaba del concepto de movimiento contínuo, él mismo es lo que más se aproximaba a éste...

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Clarke no presentaba el aspecto del célebre sabio que siempre está no ya en las nubes, sino en el espacio exterior. Delgado, con gafas, de cabello escaso y rufo, parecía más bien el ignorado contable que fuera efectivamente en otra época. Era inglés y a sus 50 años, tenía una excepcional provisión de energía e imaginación: a pesar de sus incontables ocupaciones, se las ingenió para escribir 42 libros, de los que ya se habían vendido más de diez millones en los años 70 que habían sido traducidos a treinta idiomas, además de centenares de artículos para toda clase de revistas, desde las científicas hasta la mundana Playboy...

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LO INCREÍBLE.

Además de poseer una impresionante diversidad de habilidades, Clarke fue el profeta de la conquista del del espacio mejor conocido desde Julio Verney le encantaba sazonar sus sensacionales predicciones con irreverentes comentarios. Entre las cosas que predijo para nuestra futura vida cotidiana se encuentran las siguientes: el final del automóvil con motor de gasolina ("Podemos dar al petróleo un empleo mejor que quemarlo")- dijo-; una inversión extraordinaria de la explosión demográfica ("No veo razón para que pueblen el planeta Tierra más de unos pocos millones de personas"); el reemplazo de la agricultura por la producción de proteínas obtenidas del petróleomediante conversión microbiológica ("Suena poco apetitoso, pero así es como hemos venido produciendo el vino desde hace siglos"); el perfeccionamiento por ingeniería genética de sirvientes animales casi inteligentes ("Serán por lo menos tan competentes como muchos de los criados que se pueden conseguir actualmente, y nos darán muchos menos problemas").

Clake sostenía que sus profecías, en apariencia locas, eran generalmente conservadoras, y la historia venía en su apoyo...

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A principios de la década de 1950, época en que los viajes espaciales eran todavía considerados pura fantasía, aquél predijo que el primer alunizaje se efectuaría hacia 1978. Cuando en julio de 1979, Neil Amstrong se convirtió en el primer hombre que pisaba nuestro satélite, Clarke era miembro del equipo que transmitióal mundo los pormenores de aquel "paso gigante para la humanidad"...

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Las maravillas que Clarke vió convertirse en realidad lo convencieron de que el universo estaba lleno de prodigios increíbles, y reconoció que el predecir aunque sólo fuese algunos de esos prodigios constituía un pasatiempo apasionante.
"La naturaleza -dijo-, no entrega sus secretos fácilmente". "Siempre resulta ser más rica, más compleja, más sorprendente de lo que podíamos haber sospechado siquiera"...

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A tiempo.

Clarke predijo que en 1968 el hombre haría el viaje de ida y vuelta a la Luna, y estuvo dispuesto a apostar que a esto seguiría la conquista de planetas más lejanos, hacia 1980. "No es difícil, si no se tiene demasiada prisa", afirmó en The Promise of Space ("La promesa del espacio"), el último, entonces de sus libros científicos...
Clarke creía que cuando el hombre se aventurase en las profundidades del espacio (e incluso antes talvez), encontraía seres inteligentes. "Ese contacto puede ser unilateral", aseguraba, "mediante el hallazgo de ruinas o artefactos; o bien bilateral, por medio de la radio o de circuitos láser; o hasta personal. Pero ocurrirá, y será el acontecimiento más transcendental de la historia"...

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En su opinión, indiferentemente de lo que pueda deparar la conquista del espacio, el hombre debe continuar explorandoel universo. "ya estoy cansado de oír eso de que para qué vamos a viajar a los planetas cuando todavía queda tanto por hacer en la Tierra", decía...

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"Todavía había mucho que hacer en Europa cuando Colón partió del Viejo Continente... y todavía sigue quedando mucho que hacer allí; pero el descubrimiento de un nuevo mundo liberó el pensamiento del hombre del prolongado letargo de la Edad Media y alimentó los fuegos del Renacimiento. Colón llegó justamente a tiempo. Yo creo que también las naves espaciales han llegado justamente a tiempo", dijo.

La más famosa de las profecías de Clarke que se han convertido en realidad es la referente al satélite de comunicaciones...

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Poco después de la Segunda Guerra Mundial, siendo un joven radarista en la Real Fuerza Aérea, Clarke publicó en una revista de radio llamada Wireless World una descripción exacta de cómo tres satélites terrestres, colocados en altas óbitas, podrían servir comoestaciones retransmisoras para llevar emisiones de televisión y radio a todo el globo. Los satélites -decía en su artículo- tendrían que situarse a 35.000 kilómetrossobre la Tierra, y el plano de sus órbitas tendría que coincidir con el del ecuador. Viajarían a una velocidad de 11.200 kilómetros por hora y darían una vuelta a la Tierra cada veinticuatro horas. Como éste es el período de rotación de nuestro planeta, los satélites penderían estacionarios sobre un punto dado de la superfície terrestre. "Era una idea increíblemente sencilla", decía Clarke recordándolo, "pero no causó reacción inicial alguna"...

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Veinte años después, contaba Clarke, estando en compañía del entonces vicepresidente de los Esatdos Unidos Hubert Humphrey, presenció por televisión en circuito cerrado el lanzamiento y puesta en órbita, a 35.760 kilómetros sobre el ecuador, de un satélite de 38,5 kilos, en forma de tambor, al que se dio el nombre de "Pájaro del Alba". Con ello se inauguraba una nueva era en las comunicaciones mundiales, en la forma que él había predicho...

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La única recompensa que recibió Clarke por su revolucionario concepto fue el pequeño cheque que le pagó la revista "Wireless World" por un artículo que tituló "Cómo perdí mil millones de dólares en mis horas libres". Fue el satélite de comunicaciones, por cierto, el que hizo posible que alrededor del mundo se viera por televisión el vuelo espacial del Apolo VIII...
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
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Inexpertos entusiastas.

Arhtur Clarke se interesó por la ciencia desde que tenía diez años, cuando su padre, agricultor de Somerset (Inglaterra), le regaló unas estampas que venían en los paquetes de cigarrillos y que formaban una serie de láminas de animales prehistóricos. Pronto cambió el interés del chico de la paleontología a la astronomía, y Arthur se fabricó un pequeño telescopio con un tubo de cartón y unas lentes. "Me pasaba las noches dibujando mapas de la Luna", contaba, "hasta ... (ver texto completo)


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