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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: El insulto Gagá, no lo había oído en mi más de medio...

Después del insulto CABRA, aquí tenemos este que en más de una ocasión hemos escuchado:
DESLENGUADO=Desvergonzado y mal hablado; también se dice a los tales "lenguas de hacha, lenguas de víbora, malas lenguas", por lo cortante y áspero de su vocabulario e intención. Fray Luis de León, en pleno siglo XVI, emplea así el término: "... Cual es la subida arenosa para los pies ancianos, tal es para el modesto la mujer deslenguada".

En su tiempo, la definición de este tipo de "fresco" era la que da Covarrubias en su Tesoro: "El que tiene mala lengua y de todos habla mal". Hoy tildamos de deslenguado a quien es procaz y de lengua excesivamente libre, más desenvuelta de lo que conviene al trato y costumbres.

ENANO= Se dice de aquello que es excesivamente pequeño en su especie. Por extensión, persona de aspecto ridículo y deforme. Desde la Antigüedad han formado parte del séquito de los poderosos, jugando papel importante en las novelas de caballerías. Así, en el Amadís de Grecia, se lee: "Venían con la doncella dos enanos tan feos que ponían espanto...". Era señal de ostentación propia de las casas nobles tener no sólo albardanes o bufones, sino también enanos, mientras más deformes y pequeños, mejor.

El Padre Eusebio Nieremberg, en su Curiosa Filosofía, (primera mitad del XVII) escribe al respecto del famoso enano Bonamí, que él vió en la Corte:

Así se llamaba un hombrecillo que por la prodigiosidad de su pequeñez fue traído a la Majestad de Felipe III para grandeza de su palacio. Para los que no le vieron se exagera su pequeñez y delicadeza con lo que le pasó a un caballero de esta corte, que en un tapiz le dejó colgado con un alfiler.

En su obra El Pasajero, Suárez de Figueroa, (primer tercio del XVII), describe así al mencionado Bonamí: "...átomo de criatura, vislumbre de niño, príncipe de enanos, pensamiento visible, burla del sexo viril, melindrillo de naturaleza".

Antonio de Solís, en una relación de individuos cómicos y bufonescos de la Corte de mediados del siglo XVII, dice: "En cuyo número se contaban los monstruos, los enanos, los corcovados, y otros errores de la naturaleza". Covarrubias, abundando en el aspecto monstruoso del enano en su Tesoro de la Lengua (1611):

Porque naturaleza quiso hazer en ellos un juguete de burlas, como en los demás
monstruos, en el espinazo les dio un ñudo, torcióles un arco las piernas y los braços y de todo el cuerpo hizo una reversada abreviatura, reservando tan solamente el celebro, formando la cabeça en su devida proporción. (...) En fin, tienen dicha con los príncipes estos monstruos, como todos los demás que crían por curiosidad y para su recreación, siendo en realidad de verdad cosa asquerosa y abominable a qualquiera hombre de entendimiento.

A modo de ofensa se dice enano a las personas regordetas y retacas, por mofa; sobre todo cuando se muestran ariscas, resueltas y bravuconas o amenazadoras sin reparar en su menguada anatomía. Al calificativo se une la coletilla de "enano de la venta". Se alude de esa manera a cierto individuo que existió en un mesón sevillano, donde cada vez que se armaba gresca, o que alguien pretendía irse sin pagar, se abría un ventanuco en la parte alta del salón, por donde asomaba una cabezota descomunal, de atronadora voz, que decía: "... si bajo...", con lo que era bastante para que todo se arreglara, por miedo a que bajara el temible personaje. En cierta ocasión, un valentón de taberna amenazó al personaje en cuestión, quien al hacer acto de presencia provocó la hilaridad de todos por ser un enano. Era el enano de la venta, curioso individuo del que se hace eco José Mª de Cossío en Los Toros, en cuyo tomo primero incluye el retrato del Enano de la Venta, que protagonizó actuaciones taurinas en el Madrid de Fernando VII, rey que le brindó su aprecio. Era picador, a pesar de su diminuta estatura, aunque sobresalió en un número bufo consistente en situar en medio del ruedo una gran tinaja, donde se metía cuando el toro embestía hacia él, y de la que salía para hacer sus piruetas y gracias cuando el toro se encontraba a prudencial distancia. Hoy, llamar a alguien "enano de la venta" es tanto como llamarle bravucón estúpido, ya que es incapaz de substanciar sus amenazas.

En Anconchel he oído alguna vez la palabra Fanfarrón. Es más, había una canción que se cantaba antiguamente, y todavía algunos la cantan que decía:

... Y son, y son,
y son unos fanfarrones,
que cuando van por la calle
van robando corazones.

Higos tiene la higuera del cura
higos tiene pero no maduran
higos tiene la del sacristán,
ni maduran, ni madurarán...

FANFARRÓN=Valentón amigo de bravatas y baladronadas; matón y fantasmón que se las da de valiente no siéndolo tanto, preciándose de lo que no es. El uso de esta palabra ha sido siempre más o menos el mismo. Cervantes, en el siglo XVII, Félix María de Samaniego, en el XVIIl, y Bretón, en el XIX, los tres abordan al personaje de parecida manera:

Aquí, un caballero cristiano, valiente y comedido; acullá, un desaforado bárbaro fanfarrón... (Cervantes).
Así son los cobardes fanfarrones, que se hacen en los puestos ventajosos más
valentones cuanto más medrosos... (Samaniego).
Desprecio a los fanfarrones que escupen por el colmillo, y les doy de bofetadas sin necesitar padrino. (Bretón de los Herreros).

Covarrubias (1611) lo retrata de esta moderna manera: El que está echando bravatas y se precia de valiente, hablando con arrogancia y jactancia, siendo un lebrón y gallina. Es término castellano de creación o generación expresiva, que aparece a principios del siglo XVI, y que ha contribuido a formar vocablos similares en otras lenguas: el italiano fánfano (enredador y parlanchín), el francés fanfare (música rimbombante, fanfarria).

Su uso está muy extendido en todos los niveles de la sociedad, aunque está perdiendo terreno ante la aparición de gran cantidad de voces nuevas que ocupan su campo semántico, su territorio significativo, como "fantasmón", "macarra", "mojarrón".

El insulto Gagá, no lo había oído en mi más de medio siglo de vida.

GAGÁ=Persona cuyas opiniones e ideas se han quedado muy anticuadas y huelen a rancio y a cosa pasada.
Con esa acepción de carroza o carrozón, puede haberse dicho del francés gagá = viejo chocho. En cuanto a su etimología última, es onomatopéyica, imitando la voz de la persona anciana que arrastra las consonantes guturales o velares. Se da en castellano medieval, con valor adjetivo: "gago", persona tartamuda y titubeante (de "gaguear": tartamudear). Como tal, es vocablo empleado como apodo en documentos del primer tercio del siglo XIII. El autor de Diálogo entre el amor y un viejo, Rodrigo de Cota, en el siglo XV, utiliza así el término:

¡Quién te viese entremetido
en cosas dulces de amores,
y venirte los dolores
y atravesarte el gemido!
¡O quién te oyese cantar:
"Señora de alta guisa…”
temblar y gagadear;
los gallillos engrifar
tu dama muerta de risa!...

Es voz dicha con ánimo ofensivo del viejo verde que, ignorante de su deterioro físico, se aferra al recuerdo de una juventud tiempo atrás ida.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
HARÓN=Haragán, vago; sujeto lerdo y perezoso que se resiste a trabajar. Es voz ofensiva de antiguo uso en castellano. Con "f-", "farón", aparece en el Libro de los Caballos, del siglo XIII. Es de uso normal en la Edad Media y Renacimiento, siempre con tintes negativos. Pedro Espinosa, (primer tercio del siglo XVII) cita la voz "harón" entre las palabras malsonantes, ofensivas y vulgares que un hidalgo o persona de bien no consiente se le diga.
Fray Luis de Granada, (mediados siglo XVI) dice de ... (ver texto completo)