Hoy vamos con el insulto Alfeñique y "Melindres". Ámbos los he escuchado en Alconchel; Alfeñique, concretamente, en boca de mi abuela paterna, Castora.
"Persona quejumbrosa, delicada de cuerpo y de ánimo apocado, remilgado y redicho, que busca paliar lo menguado de su aspecto con lo atildado de su apariencia. (Véase también "melindres"). Gaspar Melchor de Jovellanos, (finales del siglo XVIII) entiende así el término: " ¿Será más digno de tu gracia, Arnesto, un alfeñique perfumado y lindo, de noble traje y ruines pensamientos...?".
Se emplea en sentido figurado, teniendo presente el significado o acepción principal, que es el de "pasta de azúcar cocida y estirada en barras retorcidas". En cuanto a su etimología, procede del árabe fanid = dulce de azúcar, golosina que solía darse a los niños enclenques o enfermizos, de salud precaria según Covarrubias en su Tesoro de la Lengua (1611), quien amparándose en Diego de Urrea asegura que "al que es muy delicado dezimos comúnmente ser hecho de alfeñique". Hoy apenas tiene uso, pero se sigue escuchando en ámbitos familiares, con ánimo más caritativo y compasivo que insultante."
"Persona quejumbrosa, delicada de cuerpo y de ánimo apocado, remilgado y redicho, que busca paliar lo menguado de su aspecto con lo atildado de su apariencia. (Véase también "melindres"). Gaspar Melchor de Jovellanos, (finales del siglo XVIII) entiende así el término: " ¿Será más digno de tu gracia, Arnesto, un alfeñique perfumado y lindo, de noble traje y ruines pensamientos...?".
Se emplea en sentido figurado, teniendo presente el significado o acepción principal, que es el de "pasta de azúcar cocida y estirada en barras retorcidas". En cuanto a su etimología, procede del árabe fanid = dulce de azúcar, golosina que solía darse a los niños enclenques o enfermizos, de salud precaria según Covarrubias en su Tesoro de la Lengua (1611), quien amparándose en Diego de Urrea asegura que "al que es muy delicado dezimos comúnmente ser hecho de alfeñique". Hoy apenas tiene uso, pero se sigue escuchando en ámbitos familiares, con ánimo más caritativo y compasivo que insultante."
ZAFIO.
Este insulto sí que es fácil escucharlo de vez en cuando ¡Hay tanto Zafio suelto por ahí que...!
"Hombre tosco, grosero, inculto e ignorante. Es voz insultante de etimología árabe, surgida de un cruce o confusión entre los términos safih = ignorante, bellaco, y safi = simple. Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua, (1611) atribuyó origenes diversos al término: del hebreo safáh = labio, lengua, discurso, porque el zafio sólo habla su jerga o dialecto local; o del griego zafeles = rústico, simple. Pero aunque las etimologías andan equivocadas, no así el sentido. Cervantes utiliza de forma muy actual el término en el Quijote: "Y yo la vi en la fealdad y bajeza de una zafia". Como también su coetáneo Tirso de Molina:
-Mas yo debo ser zafio, un...
- ¡Empieza ya...
-Un pollino, una mula de alquiler...
El Diccionario de Autoridades, (primeros decenios del siglo XVIII), recoge su sentido definitivo: tosco, inculto, ignorante y falto de doctrina. Su empleo en castellano es tardío, si se tiene en cuenta el origen arábigo del término. Lo emplean autores teatrales, como Juan del Encina (siglo XV): "Eres un zafio", dice un personaje a otro, en escena; también Antonio de Nebrija: "çafio en lenguas" llama al villano que no sabe hablar otro idioma que el de su terruño, y es además "descortés y mal mirado"."
Este insulto sí que es fácil escucharlo de vez en cuando ¡Hay tanto Zafio suelto por ahí que...!
"Hombre tosco, grosero, inculto e ignorante. Es voz insultante de etimología árabe, surgida de un cruce o confusión entre los términos safih = ignorante, bellaco, y safi = simple. Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua, (1611) atribuyó origenes diversos al término: del hebreo safáh = labio, lengua, discurso, porque el zafio sólo habla su jerga o dialecto local; o del griego zafeles = rústico, simple. Pero aunque las etimologías andan equivocadas, no así el sentido. Cervantes utiliza de forma muy actual el término en el Quijote: "Y yo la vi en la fealdad y bajeza de una zafia". Como también su coetáneo Tirso de Molina:
-Mas yo debo ser zafio, un...
- ¡Empieza ya...
-Un pollino, una mula de alquiler...
El Diccionario de Autoridades, (primeros decenios del siglo XVIII), recoge su sentido definitivo: tosco, inculto, ignorante y falto de doctrina. Su empleo en castellano es tardío, si se tiene en cuenta el origen arábigo del término. Lo emplean autores teatrales, como Juan del Encina (siglo XV): "Eres un zafio", dice un personaje a otro, en escena; también Antonio de Nebrija: "çafio en lenguas" llama al villano que no sabe hablar otro idioma que el de su terruño, y es además "descortés y mal mirado"."
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