A partir de hoy os voy a ir "pegando" la Introducción del Gran Libro de los Insultos, escrito por Pancracio Celdrán Gomáriz, que espero os guste.
Introducción.
"El insulto, como de su etimología se desprende, es siempre un asalto, un ataque, un acometimiento.
Es término derivado de la voz latina assalire: saltar contra alguien, asaltarlo para hacerle daño de palabra, con claro ánimo de ofenderlo y humillarlo mostrándole malquerencia y desestimación grandes, y haciéndole desaire.
Debemos distinguir en él tres grados. La insolencia, mediante la cual perdemos a alguien el respeto, siendo acto que puede llevarse a cabo de palabra, de obra, e incluso por omisión, mediante un gesto, una mirada, un silencio, con lo que exteriorizamos desdén y desaprecio. El improperio, que es injuria de
palabra, sinrazón que se le hace a alguno sin justicia ni causa, mediante dicterios y achaques en los que echamos a alguien en cara lo que él quería mantener en secreto, o cuya divulgación buscaba impedir. Y la injuria, ultraje verbal o de obra, mediante maltrato o desprecio. El insulto inmerecido, cuando no hay razón para el improperio, es ofensa. Cuando el insulto hace honor a la realidad del insultado, más que ofensa es falta grave a la caridad con que debemos acoger a las personas. Por lo general, el animus insultandi, o voluntad maldiciente aflora en el temperamento hispano en ambiente y caso jocosos, para hacer gracia de alguien a fin de reírse todos de él; es una de las formas más fértiles de mostrar el ingenio quien lo tuviere, y de enseñar su mala índole o mala baba quien es radicalmente malo y cruel...
Introducción.
"El insulto, como de su etimología se desprende, es siempre un asalto, un ataque, un acometimiento.
Es término derivado de la voz latina assalire: saltar contra alguien, asaltarlo para hacerle daño de palabra, con claro ánimo de ofenderlo y humillarlo mostrándole malquerencia y desestimación grandes, y haciéndole desaire.
Debemos distinguir en él tres grados. La insolencia, mediante la cual perdemos a alguien el respeto, siendo acto que puede llevarse a cabo de palabra, de obra, e incluso por omisión, mediante un gesto, una mirada, un silencio, con lo que exteriorizamos desdén y desaprecio. El improperio, que es injuria de
palabra, sinrazón que se le hace a alguno sin justicia ni causa, mediante dicterios y achaques en los que echamos a alguien en cara lo que él quería mantener en secreto, o cuya divulgación buscaba impedir. Y la injuria, ultraje verbal o de obra, mediante maltrato o desprecio. El insulto inmerecido, cuando no hay razón para el improperio, es ofensa. Cuando el insulto hace honor a la realidad del insultado, más que ofensa es falta grave a la caridad con que debemos acoger a las personas. Por lo general, el animus insultandi, o voluntad maldiciente aflora en el temperamento hispano en ambiente y caso jocosos, para hacer gracia de alguien a fin de reírse todos de él; es una de las formas más fértiles de mostrar el ingenio quien lo tuviere, y de enseñar su mala índole o mala baba quien es radicalmente malo y cruel...
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La tradición hispánica, y su experiencia en relación con el amplio y complejo mundo del insulto, la singularidad de sus tontos, pícaros y mentecatos, bobos, truhanes y necios de todo pelaje, es numerosa y abundante en palabras y frases, en casos y anécdotas graciosas que han pasado a la historia no oficial, a la historia pequeña, menuda y popular. De esa riqueza extraeremos los insultos más sonoros y gráficos, más extendidos, populares antaño, algunos olvidados hogaño, todos exultantes de vida expresiva.
Recalaremos, asimismo, en algunos personajes y bobos de renombre que han pasado a la lengua cotidiana; tontos insignes en su tontería, cuyas hazañas han quedado plasmadas en breves comparaciones populares. Son muchos, y seguramente no están todos los que fueron. Pero sí los que más hondo calaron
en el ánimo popular...
La tradición hispánica, y su experiencia en relación con el amplio y complejo mundo del insulto, la singularidad de sus tontos, pícaros y mentecatos, bobos, truhanes y necios de todo pelaje, es numerosa y abundante en palabras y frases, en casos y anécdotas graciosas que han pasado a la historia no oficial, a la historia pequeña, menuda y popular. De esa riqueza extraeremos los insultos más sonoros y gráficos, más extendidos, populares antaño, algunos olvidados hogaño, todos exultantes de vida expresiva.
Recalaremos, asimismo, en algunos personajes y bobos de renombre que han pasado a la lengua cotidiana; tontos insignes en su tontería, cuyas hazañas han quedado plasmadas en breves comparaciones populares. Son muchos, y seguramente no están todos los que fueron. Pero sí los que más hondo calaron
en el ánimo popular...
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Como la Biblia afirma, en lo que a los tontos respecta, cada día que amanece el número de bobos crece, por lo que su número es infinito. El sabio rabino de Carrión, Shem Tob, en sus Proverbios morales, mediado el siglo XIV, se hace eco de esa misma realidad, y utilizando la voz "torpe" como sinónimo de
necio, afirma:
Que los torpes mil tantos
son (más) que los que entyenden,
e non saben en quantos
peligros caer pueden...
Como la Biblia afirma, en lo que a los tontos respecta, cada día que amanece el número de bobos crece, por lo que su número es infinito. El sabio rabino de Carrión, Shem Tob, en sus Proverbios morales, mediado el siglo XIV, se hace eco de esa misma realidad, y utilizando la voz "torpe" como sinónimo de
necio, afirma:
Que los torpes mil tantos
son (más) que los que entyenden,
e non saben en quantos
peligros caer pueden...
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Cuenta Melchor de Santa Cruz, en su Floresta Española, que cierto caballero que reñía con un hombre tenido por necio, dijo a éste cuando iba a darle en la cabeza con una maza de majar, que llaman majadero: "Tenéos, que sóis dos contra uno". Y Baltasar Gracián, en su Oráculo manual, asegura: "Son tontos todos lo que lo parecen, y la mitad de los que no lo parecen".
El refranero, por su parte, asegura como dogma de fe que cada lunes y cada martes hay tontos en todas partes. Y es verdad. Como también es infinito el modo de manifestarse la tontez, tontuna o tontería, que no es sino la calidad o ejercicio de este arte inútil. En castellano, el número de frases hechas o expresiones adverbiales con protagonismo suyo es grande. El tonto ha dado en ser paradigma del insulto leve. Como sujeto inofensivo e inocuo, al tonto hispánico, como el tondo, el minchione, rintontito o mero stùpido italiano, sólo se le achaca lentitud de entendimiento. La voz en cuestión es término paradigmático del insulto y del agravio en todos los idiomas y en todos los tiempos, siendo atemporal y universal su presencia....
Cuenta Melchor de Santa Cruz, en su Floresta Española, que cierto caballero que reñía con un hombre tenido por necio, dijo a éste cuando iba a darle en la cabeza con una maza de majar, que llaman majadero: "Tenéos, que sóis dos contra uno". Y Baltasar Gracián, en su Oráculo manual, asegura: "Son tontos todos lo que lo parecen, y la mitad de los que no lo parecen".
El refranero, por su parte, asegura como dogma de fe que cada lunes y cada martes hay tontos en todas partes. Y es verdad. Como también es infinito el modo de manifestarse la tontez, tontuna o tontería, que no es sino la calidad o ejercicio de este arte inútil. En castellano, el número de frases hechas o expresiones adverbiales con protagonismo suyo es grande. El tonto ha dado en ser paradigma del insulto leve. Como sujeto inofensivo e inocuo, al tonto hispánico, como el tondo, el minchione, rintontito o mero stùpido italiano, sólo se le achaca lentitud de entendimiento. La voz en cuestión es término paradigmático del insulto y del agravio en todos los idiomas y en todos los tiempos, siendo atemporal y universal su presencia....
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