La crisis de 1917
Pintura que representa una de las tantas huelgas mineras de la época
El año 1917 es una fecha simbólica, en la que se hizo patente la crisis del liberalismo español. En su estallido influyeron tres procesos:
Los problemas políticos que se venían incubando desde tiempo atrás.
La coyuntura de expansión económica.
La conflictividad social que estaba provocando la guerra mundial.
En el verano de 1917, confluyeron tres conflictos de distinto tipo: militar, político y social.
El juntismo militar
Ya en 1905 quedó clara la interferencia del ejército en la política, cuando un grupo de militares asaltó los periódicos barceloneses Cu-Cut! y La Veu de Catalunya. Esta crisis derribó al gobierno de Montero Ríos y abrió la puerta para la aprobación de la Ley de Jurisdicciones.
La situación se fue agravando durante la segunda década del siglo XX por la escisión cada vez más fuerte entre los militares «peninsulares» y los «africanos». A los primeros les afectó más la subida de precios provocada por la guerra mundial, por lo que se incubó un malestar, que acabó por manifestarse a través de la creación de Juntas Militares de Defensa, dirigidas generalmente por mandos intermedios. Las Juntas, impulsadas desde Barcelona por el coronel Márquez, solicitaban mejoras presupuestarias para el ejército y la convocatoria de unas Cortes Constituyentes.
El gobierno de García Prieto sucumbió al enfrentarse con las Juntas y el gabinete conservador presidido por Dato las legalizó bajo la denominación de Comisiones Informativas de las Armas del Ejército. Desde entonces, las Juntas iban a influir profundamente en la vida política.
La Asamblea de Parlamentarios
A iniciativa de los diputados catalanes, encabezados por Cambó, tuvo lugar en Barcelona, en el mes de julio, una reunión de parlamentarios no dinásticos (catalanistas, republicanos, socialistas), que pretendían encauzar y desarrollar las reivindicaciones políticas de los militares y evitar un estallido revolucionario. Contó con la asistencia de diputados de toda España, mientras las Cortes permanecían cerradas por el gobierno de Dato. Sus propuestas eran la formación de un gobierno provisional y la convocatoria de Cortes Constituyentes. El objetivo de fondo de esta reunión era, obviamente, combatir el peso de las oligarquías políticas de los partidos dinásticos, romper el turnismo y convertir al Parlamento en el centro de gravedad de la política. Era un nuevo intento de reforma del sistema de la Restauración hecho desde dentro y, en cierto modo, «desde arriba». Sin embargo, pronto se hizo evidente que la revolución «desde abajo» podía ser una realidad.
La Asamblea solicitó la revitalización de la vida política, el fin del turno de partidos, una reforma a fondo de la Constitución y la viabilidad de un régimen autonómico para las regiones; pero el gobierno la disolvió.
La huelga general
Las desigualdades sociales provocadas por la euforia económica producida por la guerra mundial reforzaron la posición del sindicalismo obrero que, a través de huelgas y otros medios de presión, aspiraba a lograr un reparto más equitativo de los beneficios del conflicto. De forma paralela -e independiente- a los movimientos militares y parlamentarios, estaba teniendo lugar un conflicto en el sector de los ferroviarios, iniciado en Valencia, que luego se amplió a toda la Compañía del Norte.
Ante la intransigencia de la patronal, apoyada por el gobierno, el sindicato socialista UGT decidió convocar una huelga general para el 13 de agosto de 1917. La huelga tuvo éxito en las principales capitales y centros fabriles (Cataluña, Madrid, Asturias y País Vasco). Para combatir la huelga, el gobierno recurrió al ejército, que llevó a cabo una dura represión sobre los huelguistas (más de un centenar de muertos). Los miembros del comité de huelga, entre los que se encontraban los socialistas Besteiro y Largo Caballero, fueron condenados a cadena perpetua, aunque recuperaron la libertad al ser elegidos diputados en 1918 y aprobar las Cortes su amnistía
Pintura que representa una de las tantas huelgas mineras de la época
El año 1917 es una fecha simbólica, en la que se hizo patente la crisis del liberalismo español. En su estallido influyeron tres procesos:
Los problemas políticos que se venían incubando desde tiempo atrás.
La coyuntura de expansión económica.
La conflictividad social que estaba provocando la guerra mundial.
En el verano de 1917, confluyeron tres conflictos de distinto tipo: militar, político y social.
El juntismo militar
Ya en 1905 quedó clara la interferencia del ejército en la política, cuando un grupo de militares asaltó los periódicos barceloneses Cu-Cut! y La Veu de Catalunya. Esta crisis derribó al gobierno de Montero Ríos y abrió la puerta para la aprobación de la Ley de Jurisdicciones.
La situación se fue agravando durante la segunda década del siglo XX por la escisión cada vez más fuerte entre los militares «peninsulares» y los «africanos». A los primeros les afectó más la subida de precios provocada por la guerra mundial, por lo que se incubó un malestar, que acabó por manifestarse a través de la creación de Juntas Militares de Defensa, dirigidas generalmente por mandos intermedios. Las Juntas, impulsadas desde Barcelona por el coronel Márquez, solicitaban mejoras presupuestarias para el ejército y la convocatoria de unas Cortes Constituyentes.
El gobierno de García Prieto sucumbió al enfrentarse con las Juntas y el gabinete conservador presidido por Dato las legalizó bajo la denominación de Comisiones Informativas de las Armas del Ejército. Desde entonces, las Juntas iban a influir profundamente en la vida política.
La Asamblea de Parlamentarios
A iniciativa de los diputados catalanes, encabezados por Cambó, tuvo lugar en Barcelona, en el mes de julio, una reunión de parlamentarios no dinásticos (catalanistas, republicanos, socialistas), que pretendían encauzar y desarrollar las reivindicaciones políticas de los militares y evitar un estallido revolucionario. Contó con la asistencia de diputados de toda España, mientras las Cortes permanecían cerradas por el gobierno de Dato. Sus propuestas eran la formación de un gobierno provisional y la convocatoria de Cortes Constituyentes. El objetivo de fondo de esta reunión era, obviamente, combatir el peso de las oligarquías políticas de los partidos dinásticos, romper el turnismo y convertir al Parlamento en el centro de gravedad de la política. Era un nuevo intento de reforma del sistema de la Restauración hecho desde dentro y, en cierto modo, «desde arriba». Sin embargo, pronto se hizo evidente que la revolución «desde abajo» podía ser una realidad.
La Asamblea solicitó la revitalización de la vida política, el fin del turno de partidos, una reforma a fondo de la Constitución y la viabilidad de un régimen autonómico para las regiones; pero el gobierno la disolvió.
La huelga general
Las desigualdades sociales provocadas por la euforia económica producida por la guerra mundial reforzaron la posición del sindicalismo obrero que, a través de huelgas y otros medios de presión, aspiraba a lograr un reparto más equitativo de los beneficios del conflicto. De forma paralela -e independiente- a los movimientos militares y parlamentarios, estaba teniendo lugar un conflicto en el sector de los ferroviarios, iniciado en Valencia, que luego se amplió a toda la Compañía del Norte.
Ante la intransigencia de la patronal, apoyada por el gobierno, el sindicato socialista UGT decidió convocar una huelga general para el 13 de agosto de 1917. La huelga tuvo éxito en las principales capitales y centros fabriles (Cataluña, Madrid, Asturias y País Vasco). Para combatir la huelga, el gobierno recurrió al ejército, que llevó a cabo una dura represión sobre los huelguistas (más de un centenar de muertos). Los miembros del comité de huelga, entre los que se encontraban los socialistas Besteiro y Largo Caballero, fueron condenados a cadena perpetua, aunque recuperaron la libertad al ser elegidos diputados en 1918 y aprobar las Cortes su amnistía