Gobierno de Maura (1907-1909)
Barricadas en Barcelona durante la Semana Trágica
De formación jurídica y con experiencia de gobierno, Maura fue uno de los políticos de principios de siglo que mejor captó la necesidad de afrontar cambios en el sistema de gobierno de la Restauración. Convencido de que era preciso incorporar nuevas capas sociales a la acción política (las llamadas «masas neutras»), afirmaba que era necesario «realizar una revolución desde arriba, para que no nos la hagan desde abajo», es decir, para impedir la revolución social. Su objetivo no era otro que el de lograr una socialización política, de orientación conservadora, hecha desde el poder.
Aunque Maura accedió ya a la presidencia del gobierno en 1904, su principal obra política la llevó a cabo entre los años 1907 y 1909, en el período que se conoce como el gobierno largo de Maura. Durante este trienio, el gobierno promovió una serie de acciones que pretendían transformar la naturaleza del sistema político liberal. Estas acciones afectaron fundamentalmente a la participación electoral y a la organización del poder local y regional:
La «moralización» de las elecciones era uno de los imperativos más claros del regeneracionismo político, ya que estas se hallaban corrompidas por el caciquismo. Para remediar esta situación, Maura promulgó en 1907 una ley electoral que supuso algunas novedades formales (sufragio obligatorio, traslación al Tribunal Supremo de la discusión de las actas electorales consideradas «graves» o «sucias»). El objetivo era lograr el «descuaje del caciquismo» y fomentar la movilización ciudadana, pero los resultados fueron decepcionantes.
La modernización del poder local era una «cuestión capital» para Maura. A ello consagró la Ley de Administración Local (1907), que fue objeto de un largo debate parlamentario (2.813 enmiendas y 5.511 discursos). Maura creía que era imprescindible el reconocimiento de la autonomía municipal para evitar la excesiva centralización que se arrastraba del modelo administrativo liberal.
Aunque los efectos políticos de esta ley fueron escasos, permitió la agrupación de diputaciones provinciales en forma de mancomunidades, especialmente demandadas por el regionalismo catalán.
Las preocupaciones sociales de Maura se tradujeron en la adopción de medidas sobre la emigración, en la regulación de la huelga y en la creación del Instituto Nacional de Previsión.
La obra política de Maura, a un tiempo reformista y autoritaria, quedó bloqueada desde el verano de 1909, después de los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona, que tuvo como detonante la llamada a los reservistas para la guerra de Marruecos y estuvo claramente inspirada por los anarquistas, con Lerroux a la cabeza. En principio estuvo causada por el malestar de las familias pobres que no podían pagar la cuota para que sus hijos se libraran de una guerra considerada imperialista, pero el conficto en seguida tomó tintes de un anticlericalismo exacerbado. La violenta revolución fue dominada por el ejército, y se produjo la represión posterior de los inculpados, entre los que se hallaba el director de la Escuela Moderna, Francisco Ferrer, que fue ejecutado.
Maura fue derrotado en las Cortes, cuando Moret, jefe del Partido Liberal, negó los créditos necesarios para continuar la guerra en Marruecos. El turno pacífico quedó roto y el Partido Conservador se fragmentó. Tanto dentro como fuera de España se desencadenó una campaña política contra el líder conservador, expresada en el conocido grito de « ¡Maura no!», en la que participó incluso el Partido Liberal, lo que acarreó su cese por parte del monarca.
Barricadas en Barcelona durante la Semana Trágica
De formación jurídica y con experiencia de gobierno, Maura fue uno de los políticos de principios de siglo que mejor captó la necesidad de afrontar cambios en el sistema de gobierno de la Restauración. Convencido de que era preciso incorporar nuevas capas sociales a la acción política (las llamadas «masas neutras»), afirmaba que era necesario «realizar una revolución desde arriba, para que no nos la hagan desde abajo», es decir, para impedir la revolución social. Su objetivo no era otro que el de lograr una socialización política, de orientación conservadora, hecha desde el poder.
Aunque Maura accedió ya a la presidencia del gobierno en 1904, su principal obra política la llevó a cabo entre los años 1907 y 1909, en el período que se conoce como el gobierno largo de Maura. Durante este trienio, el gobierno promovió una serie de acciones que pretendían transformar la naturaleza del sistema político liberal. Estas acciones afectaron fundamentalmente a la participación electoral y a la organización del poder local y regional:
La «moralización» de las elecciones era uno de los imperativos más claros del regeneracionismo político, ya que estas se hallaban corrompidas por el caciquismo. Para remediar esta situación, Maura promulgó en 1907 una ley electoral que supuso algunas novedades formales (sufragio obligatorio, traslación al Tribunal Supremo de la discusión de las actas electorales consideradas «graves» o «sucias»). El objetivo era lograr el «descuaje del caciquismo» y fomentar la movilización ciudadana, pero los resultados fueron decepcionantes.
La modernización del poder local era una «cuestión capital» para Maura. A ello consagró la Ley de Administración Local (1907), que fue objeto de un largo debate parlamentario (2.813 enmiendas y 5.511 discursos). Maura creía que era imprescindible el reconocimiento de la autonomía municipal para evitar la excesiva centralización que se arrastraba del modelo administrativo liberal.
Aunque los efectos políticos de esta ley fueron escasos, permitió la agrupación de diputaciones provinciales en forma de mancomunidades, especialmente demandadas por el regionalismo catalán.
Las preocupaciones sociales de Maura se tradujeron en la adopción de medidas sobre la emigración, en la regulación de la huelga y en la creación del Instituto Nacional de Previsión.
La obra política de Maura, a un tiempo reformista y autoritaria, quedó bloqueada desde el verano de 1909, después de los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona, que tuvo como detonante la llamada a los reservistas para la guerra de Marruecos y estuvo claramente inspirada por los anarquistas, con Lerroux a la cabeza. En principio estuvo causada por el malestar de las familias pobres que no podían pagar la cuota para que sus hijos se libraran de una guerra considerada imperialista, pero el conficto en seguida tomó tintes de un anticlericalismo exacerbado. La violenta revolución fue dominada por el ejército, y se produjo la represión posterior de los inculpados, entre los que se hallaba el director de la Escuela Moderna, Francisco Ferrer, que fue ejecutado.
Maura fue derrotado en las Cortes, cuando Moret, jefe del Partido Liberal, negó los créditos necesarios para continuar la guerra en Marruecos. El turno pacífico quedó roto y el Partido Conservador se fragmentó. Tanto dentro como fuera de España se desencadenó una campaña política contra el líder conservador, expresada en el conocido grito de « ¡Maura no!», en la que participó incluso el Partido Liberal, lo que acarreó su cese por parte del monarca.