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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA: Consecuencias del desastre...

Consecuencias del desastre
Las consecuencias del desastre a medio plazo fueron relevantes:

La vieja presencia en ultramar se trató de sustituir con una mayor atención al norte de África. El control de la franja septentrional del reino de Marruecos se convirtió en una de las obsesiones del período siguiente. El africanismo sustituyó al colonialismo ultramarino y al «recogimiento» diplomático.
Finalmente, la pérdida de las colonias favoreció el viraje hacia el proteccionismo económico, que había comenzado unos años antes con el arancel de 1891.

La defensa del mercado interior, así como la aplicación de medidas propias de un nacionalismo económico, fueron las consecuencias más duraderas de la crisis del 98, ya que se prolongaron hasta la llegada del Plan de Estabilización de 1959, durante la dictadura franquista.

El regeneracionismo

El «Desastre» produjo una honda conmoción en toda España y provocó un debate sobre las responsabilidades políticas y militares que sacó a la luz los defectos del régimen.

La pérdida del imperio de ultramar fue considerada un desastre tanto militar como diplomático, sobre todo porque desde la prensa se había propagado desmedidamente la creencia de la superioridad militar española. A pesar de ello, la derrota no provocó ningún cambio político. De hecho, la crisis del 98 fue más bien de índole intelectual que propiamente política.

Una de las primeras consecuencias de la pérdida del imperio ultramarino y de la crisis nacional subsiguiente fue la formación de una corriente de opinión muy amplia a favor de la regeneración de España. Una regeneración que habría de acometerse en todos los órdenes, desde el político al social, pasando por el económico y el intelectual.

La corriente regeneracionista, encabezada por Joaquín Costa, denunció las «lacras» del sistema y clamó por la urgente renovación de la vida política española. Ante el «Desastre», el regionalismo catalán se exacerbó, y también aceleró su desarrollo el movimiento obrero, dentro de una oleada contra los políticos que habían tenido que encarar la guerra.

El propio régimen ensayó con Francisco Silvela un revisionismo del sistema canovista, mediante un intento de renovación desde arriba.