El Rey David es un personaje polifacético: adolescente hacendoso, valiente y hábil, que con la gesta contra Goliat dio fin a su oficio de pastor para iniciarse en el de rey. Soldado leal con Saúl, cuya vida respetó a pesar de tenerla unas cuantas veces en sus manos, por más que él le perseguía e intentaba matarle por todos los medios. Amigo fidelísimo de Jonathan, hijo de Saúl. Padre amantísimo de Absalón, a quien nunca quiso hacer daño a pesar de ser perseguido encarnizadamente por él. Débil en su pecado contra Urías, mandándolo a primera línea de combate para que cayese y así quedarse con su mujer, él que tenía cuantas quería. Pero sincero luego en la penitencia. Gran rey, que unificó Israel, conquistó Jerusalén, a la que llamó Ciudad de David; pacificó las fronteras y dejó preparado el camino a su hijo Salomón, que alcanzó el mayor esplendor del reino de Israel y construyó el templo de Yahvé. Gran poeta que compuso numerosos salmos y recopiló otros, creando así una de las más bellas obras literarias de Israel. La memoria del rey David ha permanecido viva a lo largo de los siglos porque su espíritu y su obra se han mantenido en plena vigencia.