Y dejó de hundirse. ¡Estaba flotando! A su alrededor, la familia daba gritos de júbilo y alabanza.
Gritando de miedo, trató de elevarse nuevamente, batiendo las alas. Pero sus patas se hundían cada vez más hasta que su cuerpo reposó en el agua.
¡Las patas se hundieron!
Bajó hasta rozar el agua, volando muy cerca de la superficie. Vio las olitas blancas sobre la gran masa verdiazul y contempló a su familia posarse sobre ellas. ¡Le estaban llamando para que se acercara! Entonces, dejó caer las patas para posarse en el mar.
—Ga, ga, ga—. Su madre pasó junto a ella. Le respondió con un grito. Entonces olvidó completamente que hasta hacía un momento no había sido capaz de volar y comenzó a hacer piruetas.