Sello de correos de 1'50 pesetas, ALCONCHEL DE LA ESTRELLA

General Franco. Sello de correos de 1'50 pesetas

Sello postal

El sello postal, también conocido como estampilla (postal), estampa, sello (postal) o timbre (postal),​ es un comprobante del pago previo de los envíos efectuados por correo en forma de etiqueta, generalmente engomada o directamente impreso. El sello es un pequeño papel cuya forma más usual es rectangular o cuadrada, que se pega en un sobre, y que indica que la persona que realiza el envío pagó el servicio.

El arte postal utiliza a menudo este medio y este formato para su difusión creando falsos sellos postales de todo tipo.

Los sellos de valor variable o ATM son aquellos impresos y distribuidos a través de máquinas.​ Estas imprimen el valor de franqueo deseado por el usuario en un papel especial, y el sello o estampilla resultante puede ser empleado para franqueo como un sello "tradicional".

Historia

La emisión del primer sello postal se enmarca dentro de una profunda reforma del servicio de correos británico emprendida por James Chalmers (1834) y Rowland Hill (1837). Hasta entonces el envío lo pagaba el destinatario en función de los kilómetros recorridos y no por su peso. Hill propuso que el envío lo pagara el remitente según una tarifa uniforme en función del peso y no por el kilometraje.

Según la leyenda, en el año 1835 el profesor inglés Rowland Hill, que viajaba por Escocia se aprestó a descansar en una posada. Mientras se calentaba en la chimenea, vio cómo el cartero de la zona entraba en la casa y entregaba una carta a la posadera. Ella tomó la carta en sus manos, la examinó atentamente y la devolvió al cartero alegando:

Como somos bastante pobres no podemos pagar el importe de la carta, por lo que le ruego que la devuelva al remitente.

Al oír aquello, surgió en el corazón de Hill un impulso de generosidad y movido por ese impulso ofreció al cartero el importe de la misiva, pues no quería que por falta de dinero se quedara la buena mujer sin saber las noticias que le pudieran llegar en dicha carta. El cartero cobró la media corona que costaba, y entregó la carta a la posadera, a continuación salió para seguir su recorrido.

La posadera recogió la carta y la dejó sobre una mesa sin preocuparse en absoluto de su contenido. Luego, se volvió al generoso huésped y le dijo con amabilidad:

Señor, le agradezco de veras el detalle que ha tenido de pagar el importe de la carta. Soy pobre, pero no tanto como para no poder pagar ese coste. Si no lo hice, fue porque dentro no hay nada escrito, sólo la dirección. Mi familia vive a mucha distancia y para saber que estamos bien nos escribimos cartas, pero teniendo cuidado de que cada línea de la dirección esté escrita por diferente mano. Si aparece la letra de todos, significa que todos están bien. Una vez examinada la dirección de la carta la devolvemos al cartero diciendo que no podemos pagarla y así tenemos noticias unos de otros sin que nos cueste un penique.

Esta anécdota, con diversas variantes, ha sido narrada y escrita en distintos medios, como por ejemplo en el magacín francés Lectures pour tous. También fue escrita en el Grand Dictionnaire Universel du XIX Siècle, de Pierre Larousse, en la edición parisina de 1874. En España la Enciclopedia Espasa también la reproduce, dando una versión en la que aparece la dueña imposibilitada realmente para pagar el importe de la carta por su extrema pobreza. Sin embargo, Eugène Vaillé en su Histoire du Timbre-Poste 1947 afirma que esta anécdota ha sido desmentida por el propio Hill en sus Memorias. Es ilustrativa, sin embargo de uno de los problemas a los que la reforma del Correo pretendió hacer frente con notable éxito.
(1955)