Las macetas de la ventana, ALCONCHEL DE LA ESTRELLA

Imaginaos qué alegría cuando el hermano más joven volvió a casa con el mantel mágico que preparaba por sí solo la comida y la cena, con el gallito que escupía monedas de oro cada vez que cantaba y con el garrote embrujado que golpeaba cuando uno quería.
La miseria desapareció para siempre de aquella casa y nadie volvió a decirle al hermano menor que era corto de entendederas.
Entonces el tonto gritó:
- ¡Garrote, basta!
Y el garrote dejó de golpear. La posadera estaba verde y azul de tantos garrotazos y a duras penas lograba mantenerse en pie. Pero se dio prisa en entregar al tonto el mantel mágico y el gallito, aliviada de haber salvado el pellejo.
No bien dijo eso, el garrote voló por el aire y comenzó a darle golpes por todo el cuerpo. La posadera chillaba, el tonto se despertó y vio lo que estaba ocurriendo. La posadera le suplicaba:
-Señor, tenga piedad, ordénele a su bastón que me deje en paz. Le prometo que no volveré a engañar a nadie y le daré además, el mantel mágico o el gallito que lanza monedas de oro.
-Con que ésas tenemos –dijo el tonto, dándose una palmada en la frente-. Fue usted la que se burló de mis hermanos.
-Le juro...
Señora, escúcheme bien. Tenga en cuenta que mi garrote no es un garrote cualquiera. Cuídese de decirle: “ ¡Garrote, golpea!”, porque será tarde para arrepentirse.
Pero, fiel a su mala entraña, en cuanto el tonto se durmió, la posadera cogió el garrote y dijo:
- ¡Garrote, golpea!
Transcurrido un año, el viejo le dio como recompensa un garrote diciéndole:
-Ten en cuenta que éste no es un garrote cualquiera. Si tú le dices: “ ¡Garrote, golpea!”, comienza a hacer de las suyas. Y solamente se detiene si le dices: “ ¡Garrote, basta!”.
El tonto le dio las gracias y retomó el camino de vuelta a casa. Y también él entró en la posada donde habían pernoctado sus dos hermanos. Cuando llegó la hora de dormir, le dijo a la posadera:


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