El silencio se extendió por toda la
casa. El granjero
Palomares y su mujer corrieron a felicitar a Arturo.
-Creo que ya no tendrán más problemas con esos gnomos -se
rió Arturo.
La señora Palomares, agradecida, le dio la
comida que se había salvado del ataque de los gnomos. Al día siguiente, temprano, Arturo se marchó con su regalo para el Rey.