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ALCONCHEL DE LA ESTRELLA (Cuenca)

El mejor atardecer de mayo
Foto enviada por cuenka

– Esta vez vendrás tú conmigo.
Poco tiempo después fue invitada a los esponsales de su segunda hermana. Entonces dijo al príncipe:
La princesa fue recibida con jíbulo por su padre y hermanas, pues la creían muerta, devorada por el león de las rosas. Una vez pasadas las fiestas nupciales, regresó a su castillo, siempre acompañada de sus leones.
– Puedes ir acompañada de mis leones-dijo apesadumbrado el príncipe-; pues bien sabes que yo no puedo ir.
– Mañana se casará mi hermana mayor y debemos asistir a la boda.
Pero, ¡Oh, sorpresa!, el león era un príncipe encantado. Por el día, él y su corte eran leones pero al llegar la noche recobraban su forma natural. Como la niña llegó de noche al castillo, fue recibida con grandes muestras de gentileza y cariño. Y como los dos se enamoraron a primera vista, contrajeron enlacen en muy poco tiempo, hasta que un día la esposa dijo cariñosamente a su marido:
A la mañana siguiente preguntó a su padre el camino que debía seguir. Luego se despidió de él y de sus hermanas, y emprendió la marcha.
– Papá, debes cumplir lo que has prometido. Iré a ver al león e intentaré convencerlo para que me deje regresar a casa sana y salva.
Y contó a su hija todo lo sucedido. La niña le dijo:
- ¡Ay, hijita mía! – exclamó-. Estas rosas me salen demasiado caras, pues he prometido entregarte a un león salvaje, que seguramente te devorará.
Cuando ya se hallaba cerca de su casa, su hija menor salió corriendo a recibirlo. Lo abrazó y lo besó con grandes muestras de júbilo, pero el padre contempló a su hija y se echó a llorar desconsoladamente.
El comerciante pensó de inmediato que quien le saldría al encuentro al llegar a casa sería su hija menor, de modo que se mostró poco dispuesto a prometerle aquello al león. Sin embargo, el criado comentó que probablemente le saldría al encuentro un gato o un perro suyo. Ante este consejo, el comerciante aceptó y tomó las rosas con un gran pesar.
El comerciante le preguntó si no había algún medio para conservar la vida. El león le contestó que sí lo había y éste consistía en que le entregase lo primero que le saliera al encuentro al volver a casa.
- ¡Morirá devorado por mí quien se ha atrevido a cortar mis rosas!
Ordenó a su criado que le trajese un ramillete de rosas y así lo hizo el sirviente, y ya se disponía a proseguir su camino, cuando les salió al paso un fiero león, que rugió: